Pintura

Fernando ‘Coco’ Bedoya: “Existe una decadencia en el arte, se ha vuelto más frívolo y decorativo”

El artista visual Fernando ‘Coco’ Bedoya no pinta desde la comodidad del atelier, sino desde el filo de la memoria y la indignación. Entre Perú y Argentina, su obra encarna una resistencia entrañable, lúcida y persistente. Aquí la entrevista.

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Por entre las brumas de la historia reciente del arte latinoamericano, hay figuras que se desdibujan, y otras, como Fernando ‘Coco’ Bedoya, que permanecen, incandescentes. Su nombre no necesita demasiada presentación para quienes conocen el pulso vibrante del arte contestatario peruano. Pero lo que más asombra no es la densidad política de su obra, ni su participación en colectivos míticos como Paréntesis y E.P.S. Huayco, sino su capacidad para seguir siendo —con la misma frescura irreverente de siempre— un artista que se resiste a envejecer en espíritu, aun cuando el calendario diga lo contrario.

Radicado en Argentina desde hace más de 47 años, ‘Coco’ jamás cortó el cordón umbilical con su Perú natal. Es como si hubiese encontrado la manera de habitar dos países, dos memorias, dos geografías creativas al mismo tiempo. A pesar del exilio —voluntario o impuesto, poco importa ya—, su obra se sigue gestando a caballo entre Buenos Aires y Lima. Desde allá, ha continuado lanzando señales de humo, gritos visuales, pequeños artefactos cargados de ironía, inconformismo y ternura. Porque sí, Bedoya es feroz con su crítica, pero también hilarante y profundamente humano.

Hay algo en su figura que invita a la conversación, al encuentro. ‘Coco’ no es de esos artistas que se encierran tras la solemnidad de sus marcos ni detrás de discursos crípticos. Él es feliz y transparente —en su trazo y en su trato—. Puede hablar con el mismo entusiasmo con un mendigo que con un ministro, y en ambos casos lo que se impone es su mirada franca, su risa abierta, su capacidad de asombro intacta. Quizá porque conoce, como pocos, lo que cuesta sostener el arte cuando todo alrededor parece querer derribarlo.

Aún hoy, cuando Bedoya evoca sus inicios, regresa a dos de sus símbolos más potentes: la chapita de Coca-Cola y el libro Coquito. Uno, emblema del consumo globalizado que coloniza hasta el paladar; el otro, la herramienta de alfabetización que marcó generaciones. Ambos objetos, transformados por su ojo crítico, son ahora íconos de una iconografía que lo sigue definiendo. Su obra no se detiene. Coco no se detiene. Porque allí, en sus grabados, en sus instalaciones, en sus recuerdos de colectivo y utopía, aún late la promesa del arte como resistencia, como juego, como acto entrañable de amor a la vida.

Aquí la conversación con el artista:

Fernando, tú vienes a Perú todos los años ¿Cuáles son las razones principales?

Ahora estoy viniendo cada vez más. Primero porque estoy recuperando mi relación con el territorio que tiene muchas vertientes. De hecho, yo me fui porque el Perú me quedó chico. Me fui a los 20 años porque ya me lo conocía casi todo. Nací en la selva y me cambié de colegio todos los años, y dije, me falta conocer mi espalda. Yo conocía el pacífico y dije tengo que ir al atlántico porque yo creo que allí está la posta. Y cuando llegué me di cuenta de lo importante que era la conexión entre Perú y Argentina, sobre todo entre Lima, Cusco y Buenos Aires, que es una ruta de intelectualidad latinoamericana.

Han pasado 48 años desde que dejaste tu país. ¿Qué te dio Argentina y que te dio Perú?

Todos los lugares te dan algo muy importante. Acá se ocultan las cosas y en Argentina no quiere decir que no se oculten; allí simplemente la verdad es más transparente, y entonces uno puede intercambiar información. Por ejemplo, la independencia del Perú, la hace San Martín y Bolívar. Y ¿eso de dónde vino? de Argentina. Lo que me dio Argentina es esa posibilidad de conocer datos que acá los peruanos no saben de su independencia; por ejemplo, el rol de Manuel Belgrano, para empezar. Él era un dibujante y pintor, e hizo toda la logística sobre la ruta del ejército libertador de San Martín. Pero Belgrano sacó toda la parte medicinal del territorio Kallawaya, que en ese momento era el Alto Perú; ahora es Bolivia. Y los Kallawayas eran los que manejaban todas las medicinas de la época y eran los que caminaban por toda Latinoamérica y traían todas las plantas. Es por eso que ese ejercito llegó y tuvo poco muertos en su travesía. Y eso es muy importante conocer, porque lo que yo conocí en Argentina, es la parte de la espalda que acá en Perú no te enseñan. Pero hay un agregado, porque eso es como en la parte, digamos, más política de lo que fue la construcción de América, pero en términos culturales.

¿Qué más conociste?

Argentina me ha aportado muchísimo, en el sentido que he conocido a artistas de la vanguardia del 60, del 70 y del 80. De hecho, yo estoy volviendo al Perú porque en realidad todos mis amigos eran gente mayor. Gente que estuvo en la vanguardia argentina en esas décadas, incluso del 90. Todos en su gran mayoría han fallecido. Yo era muy amigo de León Ferrari, de Juan Carlos Romero, de Ricardo Carreira, de Jorge Carballa y de Pablo Suárez, grandes artistas, que en la década del 60 hacían un arte totalmente desmaterializado y que acá ha llegado por otras vías. Y lo que me ha dado Perú, es esa conexión con la ‘cosa local’ que curiosamente se llamaba “indigenismo”. Pero en Argentina, ya se había descubierto 20 años antes, Sabogal lo trajo al Perú y se llamaba incaísmo. Así que el territorio es mucho más rico de lo que uno cree. La verdad, estamos más acostumbrados a mirar de frente, pero cuando miramos y torcemos la cabeza y miramos la espalda, nos damos cuenta que hay un montón de información.

Fernando Coco Bedoya fue amigo del gran artista argentino León Ferrari.

Hay artistas honestos consigo mismos y hay artistas que no lo son. Hoy, en pleno siglo XXI ¿Cuál es la honestidad de algunos artistas?

Bueno, no sé si en términos de honestidad, lo que hay es una cantidad de información disponible, que cuando yo me formé no estaba y eso tiene que ver con la tecnología, las redes y todo lo que está ya colocado en el sistema informático. Lo que ha hecho que los artistas estén más—digamos—‘floreados’ con la información y las obras no se ven. Lo que hay, es como discursos de arte, que es parte del arte contemporáneo. O sea, hoy es tan importante la obra como el discurso.

Esa cosa que yo llamo ‘papita pal loro’ tiene un sentido, pero el loro tiene que comer de la papita. Entonces, lo que hay ahora es un recambio sobre todo económico en los modos de producción del arte y en los modos de circulación de las obras artísticas. Hay un nuevo sujeto en el arte que es el dinero y eso verdaderamente ha hecho que los sectores sociales que antes se dedicaban a ser ingenieros o médicos, ahora vean el circuito, la guita y el prestigio del arte, que antes no estaba.

Han surgido más artistas conceptuales

Antes, cuando yo decidí ser artista mi papá dijo: ¿Y tú que eres? ¿maricón? Ahora eso ni siquiera te lo preguntan; más bien, eres mejor. Entonces, han cambiado las condiciones del arte. La información y el tema del dinero, no sé si le viene tan bien al arte. Pienso que más bien, ha habido una especie de decadencia en el arte, porque se ha vuelto más frívolo y mucho más decorativo. En realidad, en el arte contemporáneo se ve muchas cosas de un garabato de tipo conceptual, por decirlo, donde verdaderamente cuando tú agarras esa madeja e investigas, en realidad hay poco, hay poca idea.

¿Crees que el concepto se ha pervertido, se ha desnaturalizado?

Bueno, es más o menos lo que estábamos hablando. El artista ha adquirido un rol tan de prestigio y tan esnobista, al mismo tiempo. Antes, generalmente siempre había en toda sociedad un artista que hablaba en nombre de los artistas. Hoy esa figura no existe.

Es decir, hay un vacío de tipo general. Los artistas siempre delegaban a los artistas que verdaderamente se habían ‘sacado la mugre’, por decir, toda la vida y adquirían un rol de poder y eran como representantes de los artistas frente al Estado, frente al poder, frente a las autoridades y frente a los académicos. Había como un representante o un grupo de artistas. Hoy eso ya no existe, como que se ha diluido.

Fernando Coco Bedoya, en la cabina de Radio Lima Gris, en 2015.

¿Y en Argentina también?

En Argentina un poco menos, porque la institución es mucho más seria, porque ahí existe un Salón Nacional desde hace cien años. Acá en Perú ni siquiera tenemos un Salón Nacional para que te des cuenta de lo complicado que es hablar de arte contemporáneo. Cuando los artistas en vez de estar—no sé—discutiendo cosas del arte, tendrían que estar discutiendo cosas más políticas en el sentido de fortalecer su institución, para que los artistas estén bien representados en las instituciones, para que tengamos un Salón Nacional, donde en el jurado también participen artistas. Es decir, hay una expropiación del sentido del arte en otros, que hace que sea muy difícil tener una institución más sana.

¿Crees que los artistas en Perú se miran de espalda?

Bueno, al no tener una institución… ni siquiera tenemos—por decirte—en términos políticos, una asociación de artistas plásticos como la que existía en la década del sesenta, con todos los conflictos, pero eso representaba de alguna manera una postura. De hecho, hubo un vaciamiento de la educación en Perú. Pero yo aprendí grabado en la Gran Unidad Escolar Ricardo Bentín, cuando tenía once años. Imagínate, aprendí grabado, xilografía con profesores que eran bárbaros.

¿En un colegio?

En la Gran Unidad Escolar. Allí aprendí xilografía, por eso soy grabador desde los once años. ¿Con qué maestros? Con los alumnos de José Sabogal, con toda la gente que venía del indigenismo. Aprendí grabado en el 61 en el Ricardo Bentín, en secundaria. Y después aprendí dibujo en la pizarra con tiza, con unos profesores que te enseñaban muy bien. Hoy esa materia no existe.

Fernando Bedoya estudió grabado a los 11 años en la G.U.E Ricardo Bentín, del Rímac.

Hablemos de política. Quítanos el mito ¿Cómo está Argentina?

Bueno, la verdad, Milei no es Milei. Y más bien, tengo una posición crítica frente a eso. De hecho, los que han ocupado el gobierno en Argentina siempre han sido los peronistas, por más que haya sido Macri, Cristina, Néstor Kirchner. El peronismo es un sector fuerte en Argentina, es un partido fuerte, como fue el APRA acá en Perú, pero al mismo tiempo tiene un sector bien liberal y un sectordigamos—bien centroizquierda. Porque ni siquiera es izquierda. O sea, se confunde. Y aparte, ya no se puede hablar de derecha e izquierda, pero se confunde la socialdemocracia como si fuese izquierda. Por ejemplo, la socialdemocracia en Europa, es progresista. Pero también tienen garantías de salud pública y educación pública de buena calidad. Lo que cambia es que justamente es una sociedad más sana, porque no hay mucha informalidad como acá en Perú. Acá nadie paga impuestos, entonces, ¿de dónde vas a sacar la guita para tener educación y salud de buena calidad?

Volviendo a Argentina ¿crees que es un error decir ‘la casta’?

No. Yo pienso que Milei ha subido al poder con el apoyo del peronismo liberal. Entonces son ellos los que le han hecho la campaña. En realidad, él ha querido entrar a ‘la casta’.

Prácticamente estás diciendo que el peronismo siempre ha gobernado

Exactamente. Esas son las contradicciones que tú ves.

La gente no lo menciona

Claro. Y porque son las contradicciones que hay entre los mismos partidos políticos. Para empezar, cuando hay elecciones en Argentina hay tres partidos. Acá en Perú hay 43 ahora y no pueden ni siquiera empezar a discutir de política, porque no hay programa. Mira, te voy a decir un chiste. “Estoy a punto de largar un partido político que se llama ‘Viva el Caos’. Entonces voy a convocar a todos los que asaltan y roban. Y ese es el partido que verdaderamente tomará el poder. Te voy a decir, yo pongo ese partido político y gano”.

Eso es fuerte, pero está reflejando lo que estamos viviendo

¡Viva el caos! Acá en Perú el caos gobierna. El caos es el verdadero gobierno.

Cada año regresas y ahora ¿Ves a Perú más degradado?

Y ya con 43 candidatos, con 43 grupos que quieran verdaderamente discutir un tema de un destino del Perú es complicado, ¿no? Porque eso no tiene ni pies ni cabeza. Yo veo, por lo menos lo que escucho de la gente, que el Congreso no sirve para ni mierda.

¿Te has encontrado con algún amigo o pariente que defiende a su político favorito, sea de derecha o izquierda?

Sí, en realidad todo el mundo tiene un ‘recuteco’ en la cabeza, —por decirlo—. Porque todo es muy confuso y al mismo tiempo hay muchos conflictos. Y por otro lado, es una sociedad que pelea el día a día. La gente tiene que salir a conseguir su pan todos los días. Y tú volteas y si necesitas algo no encuentras a nadie; es bien complicado el tema. Y cuando tú recorres la ciudad de extremo a extremo, no puedes dejar de ver la pobreza. No puedes dejar de ver cómo esa gente humilde y muy sana se rompe el ‘lomo’ laburando. Y al mismo tiempo ves—qué sé yo—casos de gente que vive en San Isidro, que son súper chambeadores y venden mercadería en los conos. Gente que tiene unas tremendas casas, pero chambean pues, haciendo, no sé, dulces. Pero ¿dónde los venden?

Fernando Coco Bedoya en mayo del 2025, en Perú.

¿En los conos… en las periferias?

Y eso te hace comprender una realidad social y económica. Porque ¿Cómo sobrevives?¿De dónde sobrevives? Mira cómo es el circuito económico. Yo, por ejemplo, estoy haciendo un grabado y me estoy yendo a Los Olivos, a la casa de un tipo que, en realidad, es un artista que se formó en Cusco. Pero hay que irse hasta el cono norte para hacer el grabado.

A tus 73 años ¿Estás satisfecho de ser artista o alguna vez te arrepentiste?

Nunca me arrepentí. No, jamás. Yo pienso que el arte tiene una parte que tiene que ver con saborear la vida desde un lugar sensible. Las emociones son importantes, reírse es importante. No tomarse tampoco las cosas en serio. El arte peca de solemnidad, por eso que es tan importante poner la mirada en lo que llamamos el arte popular en el Perú. 

Verdaderamente ahí, en medio de toda esa cosa que parece subalterna, hay más alegría que en el arte culto. Y entonces, ¿cómo no disfrutar de esa experiencia de ser un tipo que trabaja con imágenes en el Perú? porque tienes dos vertientes bien radicalizadas y ahora se nos subió la Shushupe y todo lo otro que era invisible. Yo nací en el Marañón. Entonces acá tienes una riqueza de imágenes y de todo lo que tiene que ver con ese gusto por el color, que se traduce en la vestimenta, en la comida, en las razas y en la forma cómo vive la gente.

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