Muy lejos quedaron las vueltecitas y las piruetas que hacía Lynda Carter para convertirse en “La Mujer Maravilla”, hoy en día este personaje que se disputan la Marvel y DC comics y que encarna la impactante modelo Gal Galdot, es poco menos que el símbolo de los nuevos vientos de lo que se ha llamado la tercera o cuarta ola del feminismo burgués en una sociedad idealizada, en el ecram, donde la paz y la convivencia pacífica se da solo entre mujeres “porque ellas son las únicas que pueden dar amor”. Y donde la presencia del hombre simboliza la guerra, la destrucción, el peor de los escenarios posibles. Solo hay que agregar, como cereza de la torta, que Galdot ha sido parte del ejército israelí y está a favor de la destrucción de Palestina. Ahí está la bisagra entre el feminismo burgués y el sionismo. Pero veamos.
La Mujer Maravilla es supuestamente una amazona hija de Zeus con una reina y cuyos poderes han sido ocultados porque, en esencia, ella es un arma con la que se podría destruir a Hares, el Dios masculino de la guerra a quien todas las mujeres de la isla Themyscira odian y quieren acabar porque solo les trae pesares. La película que empieza con algunos hechos fabulescos choca con la realidad cuando unos barcos nazis persiguiendo al piloto Steve Trevor (Pine), espía del ejército inglés, traspasan una aureola o puerta interdimensional y aparecen en el mundo de las amazonas y ocurre un enfrentamiento que es la réplica acomodada de la última batalla entre caballos y armamentos pesados que tuvo lugar en 1939 cuando los húsares polacos de la unidad de Pomorska se enfrentaron a los tanques nazis.
Así a pesar de todo, las amazonas logran repeler a los nazis, pero su mundo ya no estará en paz. El hombre ha llegado trayendo los estandartes de la muerte, la esclavitud y la miseria humana y hay que combatirlo. En esas circunstancias, La Mujer Maravilla parte hacia el frente de los combates en la Primera Guerra Mundial, con su guía, el piloto inglés, para así acabar con el Dios Hares y detener la destrucción del mundo.
Cabe resaltar que el feminismo burgués de La Mujer Maravilla llega a niveles tragicómicos, donde, por ejemplo, el “lazo de la verdad” solo es usado en hombres, porque una mujer, según el criterio argumentativo de la película, nunca miente. Y lo que es peor, una mujer así sea una criminal como la Doctora Poison (Elena Anaya) merece el perdón o el respeto por su vida, mientras que cientos o miles de soldados pueden ser arrasados, descuartizados o volados en pedazos sin ningún miramiento por el simple hecho de ser hombres, ya no importa de qué ideología sean porque toda ideología masculina puede ser de origen nazi y eso basta para destruirlos. Y total “los hombres solo sirven para la procreación”.
No olvidemos los twitters que Gal Galdot, “La Mujer Maravilla”, envía a cada rato cuando Israel masacra a Palestina: “Mando todo mi amor y mis oraciones a mis conciudadanos israelíes”. O las frases de Patty Jenkins, la directora de esta película que se mueve en los criterios de medias verdades o ideas fuerza donde es claro que lo que se busca es imponer un feminismo violentista, rizar el rizo o apagar el fuego con más fuego: “El objetivo de la Mujer Maravilla es brindar amor y verdad a la humanidad. Y hará estas cosas de una manera feroz”.