Por: Tino Santander Joo.
Millones de peruanos recibimos el 2025 con la esperanza de una vida mejor; la inmensa mayoría sabe que ser peruano es un reto y a pesar de la clase política podrida, del terrorismo de los bancos, del monopolio farmacéutico del Interbank; del crimen organizado que hegemoniza la vida nacional, de la precariedad de la salud, de la educación y del transporte, los peruanos salimos a trabajar y estudiar sin quejarnos como hacen los ricos, que siempre reclaman mejores condiciones jurídicas para enriquecerse más.
Nada ha cambiado en el mundo. Siempre habrá una guerra, una hambruna, millones de refugiados, migrantes que buscan en el primer mundo amparo para saciar su hambre y dolor, fariseos que en nombre de Dios predican la paz y la solidaridad. Sabemos que Estados Unidos impondrá su poder a través del chantaje económico o de su poderío militar en el mundo con demócratas o republicanos; que en nombre del socialismo las dictaduras cleptocráticas hambrean a sus pueblos y saquean sus recursos. Nada es nuevo, ni nuestra indiferencia ante el dolor y los dramas de otros, ni ante la tragedia de millones de peruanos que no tienen agua ni desagüe. Nada nos conmueve salvo nuestros bolsillos y nuestra seguridad.
En el Perú, siempre anhelamos mejores políticos; sin embargo, votamos por los peores. Leocadio Zavala, dirigente agrario cusqueño me dice: “¿por quién, vas a votar el 2026? Lo mejor es el voto en blanco o viciado, porque es lo mismo. Tenemos que hacer algo para que nuestros hermanos piensen”. La farsa electoral ya empezó y nadie tiene esperanza en los nuevos aspirantes a podridos, ni en los viejos podridos que quieren mantener el sistema de corrupción de los bancos y del crimen organizado. Los políticos están aislados en los sets de televisión y radio. No se dan cuenta que no los escuchan ni los ven. Los desprecian, no se imaginan ellos el odio que les tienen.
Las instituciones están degradadas; las Fuerzas Armadas se han convertidos en gendarmes del crimen organizado; la Policía Nacional no tiene rumbo y es una institución corrupta manejada por los políticos de turno que siempre la están reformando. El Congreso es un lenocinio que legisla a favor de las mafias que controlan el Estado. El poder judicial es un mercado ambulante en la que tu libertad, propiedad y honor son una mercancía que se enajena al mejor postor. El pueblo ha institucionalizado la pendejada como mecanismo de defensa para conseguir todo fácil y rápido.
Las comunidades campesinas ya no son la reserva moral de la nacionalidad peruana, sino instrumentos de negociación y chantaje; ya no inspiran la cultura, la nobleza, y el linaje del Tawantinsuyo, sino, la vulgar lucha por la sobrevivencia en la que la pendejada hegemoniza la vida diaria.
Nada podemos esperar del 2025, sino más de lo mismo: indiferencia, latrocinios, guerras crueles promovidas por las potencias mundiales que en nombre de la libertad buscan apropiarse de los recursos de otros pueblos, como hacen los franceses en África en la región del Sahel o como los chinos que buscan controlar el comercio mundial a través de la ruta de la seda y van construyendo “filantrópicamente” infraestructura portuaria y económica. Nada es gratis, la solidaridad y la bondad cuestan muchas veces a los pueblos soberanía y recursos naturales.
¿Qué Hacer? ¿una revolución social, una nueva ingeniería social construida por la imaginación de los intelectuales o de algún político sagaz? ¿O nos acomodamos de la mejor manera al cruel capitalismo mundial? ¿O seguimos siendo esclavos de los bancos y del crimen organizado? Usted decide querido lector, y feliz 2025 que como siempre será un año de esperanza y para muchos un año más de lucha por la utopía de un país mejor.