Ayer murió el autor del Cementerio de Praga, Apocalípticos eIntegrados y la famosísima El nombre de la Rosa. Umberto no merece presentación, su nombre se apoderó del mundo como un eco.
Todos hasta los que no lo han leído han oído de él, y ahora se ha unido a los grandes. Con su partida el mundo se ha vuelto un poco más intelectualmente pobre, un poco menos lucido y mucho más banal (todavía tenemos a Vargas Llosa feliz de ser portada de Hola).
Fue Eco el único capaz de poner como villano a Borges en una novela policial como El nombre de la Rosa (si lo dudan fíjense que el antagónico de Fray Guillermo de Basskerville era un agustino anciano, ciego y bibliotecario de nombre Jorge de Burgos), de mecharse intelectualmente con los postmodernos del lenguaje a comienzos del Fin de la Historia. En fin, Eco no dejó nunca de sonarnos aunque no lo leyéramos, o cayéramos en él bastante tarde.
Como señala la última actualización del perfil de Eco, se encontraba afectado desde hacía años por un cáncer, su deceso se produjo en su casa de la ciudad de Milán el 19 de febrero del año 2016 a las 22:30 horas locales.
En cuanto a mí, la noticia me llegó por el Facebook. No creo que Umberto estuviese contento de esa forma de transmisión de información tan poco formal. Igual el eco de su nombre todavía resonara con fuerza incluso después del final de Facebook y Wikipedia. En nuestra soledad digamos adiós y que Eco nos responda.