El Instituto Italiano de Cultura expondrá desde este miércoles 18 la muestra ¡Cómics, qué pasión! que reúne las diversas manifestaciones de la producción italiana, a través de dibujos originales realizados tanto por los maestros de las series populares desde los años ’30 hasta hoy (como son Aurelio Galleppini, Antonio Terenghi, Gian Battista Carpi) así como por autores más literarios y universalmente reconocidos (como Hugo Pratt, Milo Manara, Guido Crepax). La muestra llega a Lima de la mano del curador Maurizio Scudiero y de Davide Sandrini.
LOS INICIOS
Se puede afirmar que el cómic surge en Italia el 27 de diciembre de 1908, día en el que aparece en los quioscos la primera edición de la revista semanal Corriere dei Piccoli. En esta publicación, dirigida a niños y adolescentes, las ilustraciones clásicas típicas del ‘800 han sido reemplazadas por páginas con recuadros de dibujos en secuencia, los cuales cuentan una historia. Estas producciones son todas de origen estadounidense, pero en la versión del Corriere los nombres son italianizados y, en vez de globos con los diálogos que caracterizan el cómic norteamericano, al pie de las viñetas se ponen textos en verso que resumen la historia. Estos ejemplos de proto-cómics logran inmediatamente un éxito enorme, impulsando la creación de nuevos personajes totalmente italianos. Entre ellos, destaca el Signor Bonaventura, inventado por Sergio Tofano, un señor extremamente afortunado… ¡que en cada aventura termina ganando un millón de liras (la moneda italiana)! Esta presencia del cómic en el mercado editorial se fortalece durante los años ’30, más aún cuando el 3 de diciembre del 1932 aparece la primera traducción italiana de Mickey Mouse, llamada Topolino.
La década de los ’30 aporta cambios significativos, con la llegada de una ola de nuevos cómics procedentes de los Estados Unidos, de género aventura, de ciencia ficción y policial. La nueva revista L’Avventuroso nace en el 1934 y su primer número se agota en pocas horas: es el efecto de personajes como el ciudadano del espacio Gordon (Flash Gordon); el mago Mandrake; el Agente Segreto X-9 y, dos años más tarde, L’Uomo Mascherato (El Fantasma). Es en este momento que se consolida en Italia la forma – cómic como la conocemos: desaparecen los textos a pie de página y finalmente se traducen los diálogos en los globos o balloons.
L’Avventuroso marca un derrotero para otras revistas italianas (Il Vittorioso, L’Audace), que lanzan también personajes y talentos nacionales, como son los artistas Franco Caprioli, Athos Cozzi, Kurt Caesar, Antonio Canale. Frente a este éxito, también la revista Topolino empieza a publicar – además de las traducciones de cómics Disney – una serie totalmente italiana, es decir el Ciclo della Malesia de Guido Moroni-Celsi, basada en las novelas de piratas de Emilio Salgari. En el 1937, nuovamente en Topolino, se presenta Kit Carson, obra de Rino Albertarelli, entre los primeros autores en proponer una ambientación western, género que será uno de los más queridos en la historia de la historieta italiana.
El progresivo crecimiento del cómic de producción nacional tiene también una connotación política, porque el régimen fascista considera moralmente perjudiciales a los personajes estadounidenses e insiste para que se presenten a los jóvenes lectores modelos de héroes «todos italianos». Curiosamente, sólo se salva de esta progresiva clausura Mickey Mouse, ya que… les gustaba a los hijos del Duce. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, todo se acabó por un tiempo, y también la fantasía de los jóvenes lectores.
VICISITUDES DEL CÓMIC POLULAR HASTA LOS AÑOS ’60
Después de la guerra, el cómic vuelve a hacer soñar a lectores jóvenes y menos jóvenes, retomando los héroes de los años ’30 pero también introduciendo a nuevos personajes, sin poderes excepcionales y que esconden su humanidad sólo detrás de una máscara. Los autores de una de estas historietas, Asso di Picche, formarán una escuela de artistas que tendrá vínculos con Latinoamérica, desplazándose por algunos años a Argentina para publicar allá: entre ellos destaca Hugo Pratt, futuro autor del clásico contemporáneo Corto Maltés.
En 1948, la escasez de papel y la pobreza de los años inmediatos a la posguerra sugieren el uso de un nuevo tamaño para las publicaciones, impresas en un formato «tira» (8 x 17 cm.). En esta forma nace por ejemplo Tex, el ranger de Texas creado por Gian Luigi Bonelli e ilustrado por Aurelio Galleppini: Tex es el personaje más exitoso de la historia del cómic italiano, que todavía hoy en día, después de más de 65 años, se publica en ediciones monográficas mensuales. Gracias al increíble éxito de Tex, surgen otras series monográficas de género western: entre ellas Capitan Miki (de 1951 a 1967) e Il Grande Blek (de 1954 a 1967) – ambas obra del estudio Esse-G-Esse – e Il Piccolo Ranger, escrito por Andrea Lavezzolo e ilustrado por Francesco Gamba.
El formato «tira» acompaña más de una década de cambios históricos y artísticos. En los años ’50, la alternativa está representada por publicaciones cómicas lideradas por Topolino, que en 1949 pasa al formato cuaderno y recopila cuentos de los personajes Disney, realizados por maestros italianos del género, como son Giovan Battista Carpi y Giulio Chierchini. De ámbito cómico es también Pedrito el Drito de Antonio Terenghi (1951), mientras una visión satírica es propuesta por Benito Jacovitti, con el cinismo que caracteriza las páginas de Cocco Bill en la revista Il Vittorioso. De hecho, Cocco Bill es un cowboy desquiciado, ¡que sólo toma manzanilla!
Queda claro que los años ’60, con el crecimiento económico de Italia y la evolución de las costumbres, no podían transcurrir sin generar nuevos cambios también en el mundo de la historieta. La primera revolución se observa con el nacimiento de algunos héroes negativos, criminales que rechazan el orden preconstituido, pero que operan según principios morales propios. El ladrón Diabolik, creado por las hermanas Giussani es el caso más conocido en el mundo, y en ello se inspiran también Kriminal y Satanik, dos series que cuentan con el arte magistral de Roberto Raviola (conocido con el nombre de Magnus).
Si bien se observa un fuerte interés para un cómic más adulto (hasta erótico en algunos casos), paralelamente no desaparece la historieta de aventura, ámbito en el que se afirma más y más la editorial de la familia Bonelli (la de Tex), quien lanza nuevos títulos como por ejemplo Zagor. Los cambios económicos afectan nuevamente también el formato de las publicaciones de aventura, permitiendo la realización de volúmenes monográficos mensuales más amplios.
EL CÓMIC ITALIANO EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS
Al difundirse la idea que la historieta puede ser un medio dirigido también (y en algunos casos principalmente) a un público adulto, se da la necesaria ampliación de los temas tratados y del estilo de la narración. Se consolidan guionistas que se inspiran en la literatura e ilustradores cuya mirada está evidentemente influenciada por la pintura y el arte contemporáneo. Un ejemplo es Dino Battaglia, que adapta en cómic Moby Dick de Hermann Melville (1967), con dibujos nuevos y visionarios. Extremamente onírica es también la obra de Guido Crepax, que cuenta las vicisitudes de la modelo Valentina (1965), personaje que se mueve entre sueño y realidad, con relatos caracterizados por un suave erotismo intelectual.
En los años ’70, se observan varias innovaciones formales. Autores como Sergio Toppi rompen con la tradicional estructura de la página dividida en recuadros regulares: las imágenes superan estos límites enfatizando las matices expresionistas de la narración. Por entonces, la influencia de los movimientos de protesta y de la contracultura internacional, especialmente francesa, se reflejan en otros artistas de gran densidad. Entre ellos, se recuerda a Milo Manara el cual, después de largos periodos en el mundo de las revistas populares, llega a una síntesis personal con su obra Le avventure di HP e Giuseppe Bergman (1978), donde el dibujo no olvida la lección de maestros franceses como Moebius. Luego, a Manara lo esperan años de éxito mundial con sus libros eróticos, sobre todo El Clic. Finalmente, también el cómic humorístico se enfrenta a temas adultos y empieza a ocuparse de política: surgen Bobo de Sergio Staino (invitado por este Instituto Italiano de Cultura en 2013) y Cipputi de Altan.
Por otro lado, no desaparecen las tradicionales historietas populares mensuales, pero en ellas los temas se vuelven más variados y complejos. Sigue liderando el mercado la editorial Bonelli, que lanza series de calidad como Ken Parker (1977), un western humanista que propugna temas como el respeto de las culturas nativas norteamericanas; Martin Mystère (1982), ilustrado por Giancarlo Alessandrini y que cuenta las experiencias de un arqueólogo interesado en los misterios del pasado; Nathan Never (1991), título de ciencia-ficción poética que se inspira en las atmosferas de películas como Blade Runner. El verdadero fenómeno de los años ’80, también publicado por Bonelli, es la serie de terror Dylan Dog (1986), creada por Tiziano Sclavi e ilustrada por Angelo Stano, que muestra fuertes ambiciones literarias.
Después de todas estas experiencias, el escenario del cómic italiano de hoy en día es increíblemente variado, desde los volúmenes populares mensuales hasta los cuadernos de Topolino, desde las viñetas de sátira política en las revistas hasta verdaderas novelas literarias en forma de historieta, publicadas con tapa dura y distribuidas en las librerías (un maestro en este ámbito es el toscano Gipi). Para terminar este viaje, cabe remarcar que recientemente algunos de los mejores nuevos artistas italianos (como Simone Bianchi) han sido contratados para ilustrar publicaciones estadounidenses, recorriendo así al revés un camino iniciado hace más de 100 años, cuando las primeras viñetas llegaron a Italia de Norteamérica.
Maestros del cómic italiano desde los años 30 hasta la actualidad
Del 18 de marzo al 11 de abril
Galería del Instituto Italiano de Cultura
Av. Arequipa 1055, Santa Beatriz
De lunes a viernes de 9.00 a.m. a 2 p.m. y de 3 p.m. a 8 p.m.