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¿Explotación laboral en la Feria Internacional del Libro de Lima? El crudo testimonio de los trabajadores

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Cada vez que se anuncia una nueva edición de la Feria Internacional del Libro – FIL Lima, decenas de miles de lectores alistan sus ahorros y coordinan entre amistades o grupos de lectura para poder asistir a los eventos que esta ofrece y visitar los más de 200 stands de editoriales, distribuidoras, importadoras, librerías, universidades y embajadas que participan en este evento, considerado el más grande del año (en torno al libro) y el que más ingresos genera: poco más de 19 millones de soles en 2018 y 21 millones de soles en 2019 según informó la misma Cámara Peruana del Libro al informativo Semana Económica.

Esta “fiesta del libro” se fue convirtiendo con los años y las dos últimas gestiones (Germán Coronado y José Carlos Alvariño), en un festín económico que redituó jugosos ingresos para los organizadores de la FIL Lima debido a una programación variada que generó mayores visitantes y mayor consumo, y al incremento del costo de la entrada año a año, pero además de que desarrollaron un sistema por el cual si un autor quería participar presentando su libro, tenía que pagar por un monto que oscilaba entre los 400 soles y los 1 000 soles por 40 minutos de sala, dependiendo del horario, claro está.

Pero también la FIL significa un ingreso importante para todos los expositores que en ella participan. No olvidemos que para muchas de estas empresas la FIL representa casi el 50 % de sus ingresos anuales y por ello apuntan a ofrecer una enorme variedad de títulos y una atención de calidad, la misma que recae en los trabajadores que cada empresa contrata. Pero ¿se han preguntado por las condiciones en que trabaja este personal, casi siempre jóvenes universitarios o escritores de los mismos sellos que exponen en la FIL?

Esta tarde el escritor Jorge Ureta publicó en su muro de Facebook un texto donde denunciaba la grave situación por la que también están atravesando quienes trabajan en pésimas condiciones laborales en editoriales independientes: sin contratos, sin seguro médico, sin CTS, sin AFP, sin beneficios de ningún tipo y con pagos feriales que deben escoger: S/3 soles por libro vendido o S/50 soles diarios por jornadas de 9 a.m. a 11 p.m. y esto incluye montaje y desmontaje de stands (cargar cajas y armar y desarmar muebles).

¿Se puede hablar de una industria editorial en medio de tanta informalidad y explotación laboral? Aquí la denuncia de Jorge Ureta:

“Claro, vamos a hablar de la Feria Internacional del Libro de Lima y la pérdida de las editoriales, sin mencionar de casualidad a todos esos vendedores (que son el grueso de trabajadores de estos eventos) que no tienen seguros, AFP’s ni están en planilla, y que saltan de feria en feria por todo el año. No hablemos de todos esos trabajadores que se rajan para los Editores Generales y que nunca son considerados para un trabajo estable, sino cachueleros año tras año. Esos que viven al otro lado de la mesa.

Los dibujantes, vendedores, administradores (no jefes), autores que van a firmar diez o quince días, ninguno de estos personajes son miembros de la Cámara, y no, no van a recibir medio centavo de lo que el Gobierno destine a este gremio. Pero chambearon ahí, son tan parte de la FIL Lima como cualquier autor extranjero (sino más). Sobre los libreros: como es evidente, no pueden subir los libros a plataformas electrónicas porque no son suyos, esos títulos le pertenecen a otras empresas.

Calculemos: si estos libreros (que son tan miembros de la cámara como las editoriales) no pueden beneficiarse de este bono que les dará el Gobierno, ni de una Feria Virtual Internacional del Libro ¿qué será de sus trabajadores informales? ¿Qué será de sus librerías? Digámoslo de nuevo: estos libreros de libros comerciales son parte de la Cámara Peruana del Libro. ¿Qué harán con la plata que les llegue y cómo ayudarán con ello a los trabajadores a su cargo? Yo tengo siete años trabajando en ferias de libro y no conozco a un solo trabajador de estos eventos que tenga seguro de salud, CTS o AFP; y estos mismos trabajadores son los que se pasean durante todo el año en las ferias provinciales. Yo soy de ese conjunto. Otra vez, los editores generales (las caras famosas) nos ven como cachueleros recurrentes. ¿Cuánto se nos paga a los vendedores de la Feria Internacional de Lima? Cincuenta soles al día, trabajando de nueve de la mañana a once de la noche y ya está. Es usual qué las luces apunten al escritor que va una sola vez al stand. Ese escritor que apura al vendedor (muchas veces con insultos) para que le arregle la mesa antes de sentarse a firmar. Con los correctores (que trabajan para tal editorial siempre poderosa) de historietas es lo mismo (esas historietas que tanto amas y celebras con orgullo peruano); no es raro ver al corrector de un cómic peruano cargando cajas porque no tiene un sueldo fijo y recurre a esa chamba de estibador para ganarse un poco de plata en Fiestas Patrias.

¿Crees que es mentira? ¿Te suena alucinante? Si supieras cuántos correctores de historietas peruanas están recibiendo el bono del gobierno para sobrevivir, porque contaban con trabajar cargando cajas y vendiendo en las ferias de libro canceladas, y no van a recibir un solo sol de las novelas gráficas que se venderán de manera digital. La plata de las historietas va para el Editor General: el dibujante se lleva libros, el corrector, una propina de una sola vez (pero tiene el deber de vender el libro siempre). Esa simbiosis de corrector de cómic, autor de la historieta en un escritorio de feria haciendo plata para el dueño (sin ningún tipo de seguro de salud para ambos) es muy común en las ferias. Dibujantes y correctores que están todo el día dibuja y dibuja solo para un almuerzo o libros como pago.

Yep, así funciona.

Por cierto, esta gente que atiende en las ferias (las ferias que todos esperamos) almuerzan por veinte minutos y son apurados para volver a vender -en la FIL-, como burros de carga. Venden y las ventas son agradecidas al espíritu editorial o atribuidas al editor general; editor al que no es extraño verlo llegar borracho al stand y no tiene ni idea de cuánta saliva gastaron los vendedores para que se mueva tal o cual libro. A estos vendedores de libros, si no se les paga sus cincuenta soles diario, se les paga a destajo: tres soles por producto vendido. Sí: ¡tres soles por libro! No es mentira. Y si joden por más, les contestan que no les corresponde. Otra vez: ninguno de estos seres humanos que te reciben en la FIL tienen avales estatales ni seguros, se les puede despedir de un día a otro y nadie se entera. Estos que chambean trece horas.

¿Alguien tiene una relación de cuántos trabajadores hubo nada más en la Feria Internacional del Libro de Lima del año pasado y cuánto se les pagó? ¿Cuánto beneficios tuvieron? Durante todos estos años, ¿cuántos fuimos los que nos rompimos el lomo? ¿Cuántos se rompieron el lomo? Durante las ferias y la FIL Lima nadie se acercó a preguntarle a los vendedores, a esas sonrisas del otro lado de la mesa, cuántos se les pagaba, qué tratos tenían, si los consideraban justos.

Presidente Vizcarra visitando la Feria Internacional del Libro de Lima.

Hablemos del día de instalación: ¿Quiénes instalan esa Feria del Libro de Lima mágica que vistita hasta el Presidente? ¿A quién le pertenece esa sangre y ese sudor de cargar cajas de libros y mueble tras mueble? La Feria Internacional del Libro de Lima tiene de uno a dos días de carga e instalación, para acomodar la indumentaria, esos días, que son de más de dieciocho horas (desde la mañana hasta la madrugada) de paquetes que te lesionan la espalda, el hombro y siempre sin contrato, los chambeamos los vendedores, los administradores y los editores de los cómics. Las hernias son gratuitas, porque “son parte de lo que corresponde ser de esa editorial”. Alguna vez escuché a una Editora General con la que trabajé, decir: es como comprar un vestido para una fiesta de la empresa, es parte de la chamba. Y no se paga extra.

Y recibimos bien temprano, al día siguiente, a los clientes con una gran sonrisa.

Esa sonrisa es tu feria del libro.

Sí, esta es la realidad de las ferias, sobre todo la de la Internacional. Y no estamos tocando el tema de las imprentas y los imprenteros, a quienes a veces, durante las ferias, se les hace dormir junto a las máquinas por veinte soles el día. Hoy son gente a quienes nadie va a ayudar: es evidente que para el Gobierno ellos no existen, solo los autores y la naturaleza de la feria como un sitio en donde se adquieren libros y cultura y no hay nadie detrás de eso. Para el resto del mundo, la elaboración de los libros (con la cortadora, la dobladora, la máquina de troquelado) no es una cosa concreta, los maquinistas que nos hacen los libros no existen. Hay editoriales en la cámara con imprentas y obreros, ¿les darán su parte de los millones que destine el gobierno para “salvar” la cultura? A esta gente, ¿qué dinero y qué beneficio les llegará del Gobierno si ni siquiera están en planilla?

Sobre la Cámara Peruana del Libro, ¿de qué manera traducirá este bono a esta gente que chambeaba de ocho y media de la mañana hasta las once de la noche para abrir y cerrar el stand, hoy que la feria será virtual? ¿La Cámara brindará ayuda a los vendedores que hicieron estas ferias en estos momentos de desesperación donde cada sol hace falta para poder comer? ¿A nosotros, que fuimos cientos en sus eventos? Hablando de lo interprovincial, se perdieron tres ferias en estos tres meses (marzo, abril, mayo): la Feria del Libro de Ica, La feria del libro de Piura, la Feria del libro de Ayacucho. ¿Qué será de los trabajadores de tercera mano que contaban con esas congregaciones? ¿Los editores tendrán un seguro para los vendedores que esperaban esas ferias? ¿Alguien se hará responsable de ellos?

¿Y los dibujantes? (Que a veces tienen que robarle sus propios libros de cómics a las editoriales para sobrevivir) ¿Y los autores de antologías (compilados de cuentos) que nunca reciben regalías? Y los autores de las editoriales independientes que desde ya, y antes de la cuarentena, tienen problemas para recolectar el pago desde las editoriales que están en la Cámara Peruana del Libro (y seguro serán vendidos como libros digitales en la feria virtual).  ¿Y los administradores de las editoriales independientes, con años en las ferias?; a tal administrador que organiza y carga los muebles para tal stand en las ferias del libro y al cual no se les considera para ninguna planilla (suena alucinante, pero hay cierto tipo que chambea más de veinte años como brazo derecho de cierta editorial independiente poderosa, editorial que tiene un puesto fuerte en la Cámara, y ese brazo derecho sigue sin estar en planilla ni tener un seguro médico).

La excusa de que las editoriales independientes no ganan mucho se cae cuando se revisan los números de las ganancias de la FIL Lima: hay suficiente como para crear un modelo de negocio que formalice a los trabajadores. No les da la gana de hacerlo. Estos millones de soles llegarán a un grupo de ciento ochenta personas (los miembros de la Cámara Peruana del Libro), ¿qué pasará con todos los vendedores que se reventaban el lomo para que las ferias salgan adelante? ¿Hay ánimo para acabar con la precarización? Ninguno. Esa plata del Gobierno se quedará vergonzosamente en ese número de miembros y se salteará a los que trabajamos para hacer la Feria del Libro, ¿esa es la FIL que ustedes extrañaban?”.

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