Fíjese usted, señor Doctor, en cómo estamos, pues, con un ojo más arriba que el otro aunque no lo haya notado casi nadie nunca.
Más de cuatro cicatrices en distintas zonas de la cabeza por accidentes de la infancia, el más latente de los cuales vendría a ser aquel en el que me puse a balancearme entre dos carpetas para ver si Aldo venía a empujarme y así tener la oportunidad de insultarlo gratis…finalmente, no pude hacerlo por lo difícil de pronunciar palabra alguna con semejante corte en el mentón.
Una operación por espolón óseo nasal a los 18 años que, a la larga, no liquidó alergias en mayor medida de lo que adelgazó la billetera de mi padre -aunque la anestesia general fue una de las experiencias más gratas de mi vida, hasta aquel entonces.
La mitad de un diente falso en reemplazo de una fracción perdida en estado etílico, consecuencia del patriotismo que me animó a zamparme una botella y media de whisky, en solitario, durante la madrugada del 28 de Julio de 2002.
Problemas en la columna vertebral, fruto de años de mala postura, fruto de otros problemas en la columna vertebral.
Keratosis Pilaris de carácter hereditario en ambos brazos…y antes también en ambos lados del rostro; manchas que fueron eventualmente desplazadas por una linda barba que, en ocasiones convenientes, me otorga aspecto de reo.
Pelos demasiado emancipados escapándose por la nariz.
Una cicatriz con forma muy extraña en el dedo meñique de la mano derecha, aparecida de un momento a otro…no sabría bien si definirla como cicatriz. Asimismo, tres marcas que definitivamente sí lo son, debajo de la oreja izquierda, cortesía de una ex-novia que casi muere de susto durante el terremoto que, en Agosto de 2007, destruyó gran parte la ciudad de Pisco.
Inflamación permanente de los tendones del flexor superficial de los dedos medio y meñique, en la mano izquierda, por una ocasión en la que decidí luchar contra el mundo pero me detuve después de romper a puñetazos dos botellas de ron que se encontraban dentro de una bolsa negra pendiente de las ramas del árbol que tenía más cerca.
Tendinitis leve en todos los dedos, además. O presagio de artritis. O estupidez crónica devenida en incapacidad para ejecutar correctamente instrumentos musicales de casi cualquier tipo…figúrese cómo la práctica no siempre hace al maestro, Doctor.
Una última cicatriz, enorme y todavía muy sensible, ubicada justo debajo de la rodilla izquierda, producto de una fantasía onírica que me hizo rodar más de la cuenta sobre mi cama hasta caer, pre pubescente, sobre un fierro no muy grande pero afilado.
Hay sólo una cosa más de la cual no puedo citar detalles, Doctor, siendo un tema de carácter estrictamente privado. Le comento, sin embargo, que se trata de algo que se contagia casi exclusivamente por falta de protección, exceso de estupidez y/o verdadero amor…y que el haber padecido de las tres cosas al mismo tiempo, en algún otro momento, no triplicó, necesariamente, la gravedad de mi condición. Así como la eventual ausencia de las mismas tampoco se está llevando consigo el mal…lo dejaré, en todo caso, con la seguridad plena de que usted mejor que yo sabe que algunas cosas sencillamente no se pueden curar.
Giancarlo Cornejo.