Con los Apus de espaldas. Solo le faltó colocarse un poncho, su chullo y besar la bandera peruana. Lo que puede hacer una persona cuando se siente acorralada no tiene ribetes y eso es lo que viene haciendo el ex presidente de la República, Alejandro Toledo, quien ha asegurado que se entregará a la justicia de Estados Unidos en las próximas horas de hoy viernes 21 de abril.
Antes de ello, el ex mandatario ofreció una entrevista a la agencia EFE donde suplicó que no se permita su “muerte en prisión”.
“Le pido a la justicia peruana que no me mate en la cárcel, déjenme luchar con argumentos”, sostuvo el economista que se desempeñó como mandatario entre 2001 y 2006. De esta manera, el exfuncionario rompió el silencio mediático que ha mantenido los últimos siete años.
Toledo, reclamado por la justicia peruana desde finales de 2017, está imputado por la presunta comisión de los delitos de lavado de activos, colusión y tráfico de influencias con relación a contratos concedidos a la empresa Odebrecht para la construcción de la Ruta Interoceánica entre Brasil y Perú.
Desde su apartamento en la localidad de Menlo Park, en la Bahía de San Francisco, el otrora presidente zanjó cualquier duda acerca de su entrega, prevista para este viernes por la mañana en un tribunal de San José (California): “Lo haré, soy respetuoso con la decisión del juez (Thomas S. Hixson), aunque no la comparta”.
Son las últimas horas de Toledo en arresto domiciliario, condición de la que disfruta desde 2020, tras un año en una prisión californiana, por los peligros que la crisis sanitaria de la covid-19 podían entrañar para su estado de salud.
Justamente ese, su estado de salud, fue el argumento que esgrimió en repetidas ocasiones para paralizar el proceso judicial por el que se le acusa de haberse embolsado hasta 35 millones de dólares en mordidas.
“Mi salud es muy mala. Tomo 14 pastillas diarias, tengo hipertensión y sufro por los remanentes del cáncer (…). Solo respeten eso, no han probado nada y ya me quieren meter en la cárcel”, afirmó Toledo bajo la atenta mirada de la que fuera primera dama de Perú, Eliane Karp.
El expresidente se muestra orgulloso de “haber sido el primer presidente indígena de Sudamérica” y aseguró que eso no se lo perdonan porque supuso “la liberación de la dictadura” fujimorista (1990-2000) en Perú y porque “sentó el precedente” para que luego llegara Pedro Castillo.
“Aunque yo no tengo nada que ver con él”, recalcó el exmandatario en referencia a Castillo, privado de libertad desde diciembre del año pasado tras declarar el estado de excepción en una maniobra considerada por muchos como un “autogolpe de Estado”.