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¿Estudiar en una universidad asegura el éxito en la vida profesional de un estudiante del Perú neoliberal?

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Constantemente, surge la interrogante de si el Estado peruano debería hacerse cargo totalmente de la educación superior o si es el sector privado quien debería ser responsable de ella pues, al haberse desentendido de la educación superior, el Estado propició que las universidades del Perú neoliberal, de pronto, dejaran de lado la investigación científica y apuesten por un nuevo tipo de formación académica que tenga como objetivo la rápida inserción laboral de los egresados; claro está, porque esta es la necesidad que nos ha generado el neoliberalismo económico.

Bajo la excusa del acceso educativo a toda la población, el boom explosivo de universidades en el país, y nuevas perspectivas sobre ellas, han surgido. Según un estudio sobre la realidad universitaria peruana, “Entre 2005 y 2015, se crearon 58 universidades a nivel nacional, llegando a existir 142 universidades en el 2015. De las 58 universidades nuevas, el 72% correspondía a universidades privadas” (British Council 2016: 25). Por otro lado, se afirma que “es probable que el estudiante universitario haya perdido dicha condición para asumir una identidad funcional para la lógica neoliberal: el rol de cliente” (Seclén 2019).  Según la Ley Universitaria, la investigación científica es un pilar de la calidad educativa, mientras que el modelo adaptado por las universidades de segunda generación no la fomenta ¿Qué es lo que le espera, entonces, no solo a la formación académica y profesional del estudiante peruano, sino también a la educación superior del Perú en relación con la educación brindada en otros países? ¿Es, acaso, beneficiosa esta nueva modalidad educativa que deja de lado el enfoque tradicional? Entonces, a partir de todas estas preguntas, surgen la del tema de este ensayo: ¿Se puede pensar que estudiar en una universidad de segunda generación, realmente, asegura el éxito en la vida profesional de un estudiante del Perú neoliberal?

Algunos sostienen la postura de que las universidades-empresa brindan educación de calidad para los estudiantes del Perú neoliberal. Sin embargo, yo sostengo todo lo contrario. Por eso, en este ensayo, comenzaré argumentado que la investigación científica ‒dentro de la vida universitaria de estas instituciones‒ ha sido desplazada y ya no se investiga para resolver problemas sociales que busquen el bien común dentro de la sociedad. Asimismo, la formación que ofrecen las universidades de segunda generación “amolda” al estudiante según las necesidades del mercado laboral dejando de lado los conocimientos teóricos, muy valiosos, como parte importante de la formación académica. Finalmente, demostraré que tener como docentes a gerentes o ex gerentes de grupos corporativos o dueños de empresas no tiene el beneficio deseado para los estudiantes y la sociedad pues el enfoque orientado hacia el emprendimiento empresarial y el énfasis en lo pragmático ha anulado el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico.

La investigación científica mejora las condiciones de existencia y, a la vez, sirve para generar nuevo conocimiento. British Council indica que el ranking realizado por World University 2015-2016 muestra que una de las grandes deficiencias de la educación superior peruana es la falta de producción científica. En el estudio mencionado, se consideran dos índices para medir la calidad educativa de las universidades. El primero es la empleabilidad de los egresados universitarios dentro del mercado laboral; y el segundo es el nivel de producción científica de las diversas casas universitarias peruanas. La Ley Universitaria N° 30220, promulgada en el año 2014, apuesta por la mejora continua de la calidad educativa. Por lo tanto, fomenta la investigación científica no solo dentro de la población estudiantil, sino también en el staff de profesores ya que es considerada una tarea obligatoria en la vida universitaria. Perú dejó de emitir bachillerato automático a sus estudiantes y, ahora, es necesario desarrollar y presentar un trabajo de investigación para poder graduarse en el pregrado y, a la vez, permita la mejora de los estándares de calidad educativos de este país.

A partir de la reforma neoliberal dada en el gobierno de Alberto Fujimori (la cual impulsa la creación de nuevas universidades), surgieron las llamadas universidades de segunda generación. A partir del año 1997, el número de universidades particulares en el Perú se incrementó. Frente a la alta demanda que existe en el mercado de profesionales y su necesidad de tener un título universitario para poder insertarse en el mercado laboral, dichas universidades han adoptado un nuevo enfoque de enseñanza conocido como el Emprendedurismo, en el cual no existe espacio para la producción científica que permita dar paso al desarrollo de la proyección social así como el desarrollo de la ciudadanía mediante la búsqueda del bien común.

Recordemos que una de las finalidades de la investigación científica es conocer los problemas de la realidad de una sociedad o contexto, estudiarlos y dar posibles alternativas de solución que conduzcan al desarrollo del país. Con este nuevo enfoque de enseñanza ‒que desplaza a la investigación‒, todo aquello se ha desvanecido. En primer lugar, porque induce a los estudiantes al egocentrismo bajo la mentalidad de que ser individualista es sinónimo de ser exitoso, y que es válido solo preocuparse por uno mismo; mas no por el entorno que nos rodea. La meta es, entonces, obtener un título universitario sin brindar mayor aporte a la sociedad, así como tampoco será necesario ejercer la profesión elegida para brindar mejoras a la comunidad, tales como estudios previos que sirvan para futuras investigaciones o encontrar soluciones a diversos problemas que aquejan al país en diversos ámbitos como son: Medicina, Educación, Gestión Pública, Psicología, Derecho, entre otros. Habría que preguntarse, entonces, por el valor de un profesional sin empatía por los demás y sin la mínima intención de trascendencia en la vida.

Por otro lado, el realizar investigación científica hace necesaria la formación, práctica, desarrollo y aplicación de habilidades de pensamiento crítico tal y como lo establece la taxonomía de Bloom donde las habilidades cúspide de la pirámide son analizar, evaluar y crear. Entonces, la baja calidad de la enseñanza de estas universidades del Perú neoliberal responden a un débil fomento de la producción científica lo cual, como se ha mencionado líneas arriba, justifica la baja producción en investigación de nuestro país. Pero esto no queda ahí puesto que es la población estudiantil de tales casas de estudio la que, poco a poco, sufre las consecuencias de no poseer las habilidades de pensamiento necesarias para su vida. Como consecuencia, este estudiante modelo, producto de una economía neoliberal, es formado como un ser que solo sirve para seguir órdenes de sus jefes; mas no como un ser que pueda ir más allá de lo que tiene frente a él. En otras palabras, hablamos de un profesional peruano que no es capaz de cuestionarse, de generar ideas o alternativas de solución ni de contribuir al desarrollo científico-tecnológico de su comunidad. Si no posee estas habilidades y no es capaz de producir para su sociedad, pues, difícilmente, será capaz de definir y planificar un destino para su futuro. Así como también tendrá alto riesgo de caer en el subempleo.

Como segunda razón para afirmar que las universidades-empresa no brindan educación de calidad para los estudiantes del Perú neoliberal, sostengo que la formación ofrecida por estas instituciones “amolda” al estudiante según las necesidades del mercado laboral, dejando de lado los conocimientos teóricos como parte importante de la formación académica. Mucho se ha cuestionado la idea de si, en la educación superior de la era globalizada, debe brindarse mayor importancia a la teoría que a la praxis. La verdad es que la teoría estudiada en clases es esencial para que los conocimientos puedan ser aplicados a la práctica. ¿De qué otra manera los estudiantes podrán, entonces, desarrollar y aplicar sus habilidades de pensamiento crítico? La importancia de la teoría radica en que, teniendo los conocimientos necesarios, una vez desarrollada la práctica, se puedan generar nuevas propuestas o alternativas de solución en los diferentes campos laborales. Esto quiere decir que los conocimientos teóricos no deben excluir a ningún estudiante de ninguna profesión.

Sin embargo, muchas universidades de segunda generación prometen la idea de ingreso al mercado laboral al culminar los estudios universitarios ya que la demanda social así lo exige. Entonces, estaríamos hablando de una comercialización de los servicios educativos. “De allí que, en los últimos tiempos, se haya producido un crecimiento vertiginoso de universidades privadas que buscan la absorción de la demanda educativa bajo la consigna: Un ingresante por postulante” (Loayza 2018: 8) La educación ‒desde 1996, en el Perú‒, se ha vuelto un servicio brindado a una clientela masiva que solo desea obtener una licenciatura lo más pronto posible, en menos años y a la menor edad; solo para el hecho de alcanzar algo tan ansiado que, según la sociedad de hoy en día, brindará estabilidad y éxito: conseguir un empleo. Lo dice Seclén: el estudiante de hoy en día ya no es más considerado como tal; sino que ahora, según el pensamiento neoliberal, adopta el rol de cliente (Seclén 2019). ¿Es acaso que “los consumidores del mercado” son quienes determinan el tipo de educación que desean recibir? Se debería considerar seriamente las repercusiones de esta decisión en cuanto a la sociedad que se desea construir.

Una formación universitaria basada en el emprendedurismo, que forme profesionales capaces de construir y dirigir sus propias empresas no es mala para el país; por el contrario, beneficiaría mucho a la economía de nuestra nación. Sin embargo, el punto de partida de todo emprendimiento siempre ha de ser la investigación. Es solo a partir del profundo conocimiento de las demandas sociales que el emprendimiento o empresa se convertirá en algo original y exitoso, capaz de cubrir las necesidades de los ciudadanos. El triángulo de Sábato plantea la relación Universidad – Estado – Empresa, donde las universidades interactúan con el entorno mientras que el Estado provee políticas y recursos para el desarrollo de la investigación científico-tecnológica en el país. Y las empresas ofrecen alternativas de consumo diversas con la finalidad de permanecer en el mercado (Medina 2018:713). Desde ese punto de vista, las empresas sí necesitan de profesionales con habilidades de pensamiento crítico desarrolladas, interesados en la ciencia e investigación, ya que les llevará al desarrollo e innovación. A pesar de ello, para las universidades del Perú neoliberal “el papel que mejor calza con el del estudiante,  en  esta  estructura,  es  el  de empleado, principalmente, por no tener el empoderamiento para influenciar en las ideas de la empresa” (Lamas 2015:141).

Es bien sabido que la teoría es “sacrificada” en las universidades de segunda generación; pero también lo son los años o ciclos de estudios generales ya que implicaría mucho tiempo de formación académica para el estudiante. Sin embargo, la importancia de estos radicaría en tomar en cuenta que muchos estudiantes que llegan a la universidad tienen una educación básica recortada o una educación secundaria deficiente. “La universidad tiene la obligación de formar; es decir, dar forma, puliendo y perfeccionando las habilidades que la persona tiene antes de entrar en contacto con el mundo académico” (Quintanilla 2015:6). Debido a la rapidez por la que erróneamente se apuesta, los jóvenes ingresan a la universidad a muy temprana edad. Es la razón por la cual los Estudios Generales juegan un papel muy importante: sirven para ampliar la visión del mundo y de la vida y, junto a ello, ayudan a alcanzar cierto nivel de madurez que permita conocer y entender la realidad. Además, esto permitirá despertar la curiosidad por la cultura y el saber, dejando de lado el conformismo.

En tal sentido, hay docentes en nuestro sistema universitario que son netamente pedagogos, que poseen muchos conocimientos teóricos o académicos y engrosan buena parte de su currículo con publicaciones de investigación; ya sea en libros o revistas especializadas (Cuenca y Reátegui 2016). En el otro escenario, existen profesores universitarios que no son pedagogos o académicos de carrera; pero que han ganado prestigio por estar al frente de una gran empresa, ya sea en la gerencia o bien como directivos o consultores; y son invitados a enseñar en prestigiosas casas de estudio (Berry, Byrd, Wieder 2013). En ese contexto, todos sabemos que, en la vida universitaria, los docentes son imprescindibles y sirven como modelos y fuentes de inspiración para sus estudiantes ya que, al tener personas que han tenido éxito en su carrera laboral y hasta empresarial, les permite a los estudiantes aprender directamente desde la experiencia para que, después, puedan aplicar los conocimientos transmitidos en su presente y futura vida laboral lo cual es visto por los alumnos como un recurso que los libros o profesores netamente académicos no les pueden enseñar.

Pero, existe un verdadero problema ya que, en contraposición a la postura anterior, tenemos que el enfoque orientado hacia el emprendimiento empresarial y el énfasis en lo pragmático ha dado pase a que el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico en los estudiantes se fomente, cada vez, menos. Como resultado, el futuro egresado aceptará su vida laboral sin hacerse cuestionamientos (Neussman 2010). Justo, el Tratado de Córdoba, del siglo pasado ‒que fue muy sonado en toda América Latina; y el Perú no fue ajeno a este fenómeno educativo‒, nos decía que la universidad es la institución que busca el desarrollo social de toda la comunidad. En términos prácticos, un trabajo en conjunto donde también el individuo estudia para ser libre. No obstante, con este nuevo enfoque, donde los ejemplos de la idea del éxito y la práctica del individualismo estarían reflejados en sus propios profesores, es un claro oxímoron de los principios que debe tener la formación universitaria (Cuenca y Reátegui 2016; Seclén 2014). Además, en las llamadas universidades de segunda generación, existe otro dislocamiento que debemos tener en cuenta en su lógica de que los estudiantes sean emprendedores porque esa es la razón del mercado actual. En los primeros ciclos, los adiestran como si fueran un manual de autoayuda, implantando cursos motivacionales que los llevarán, supuestamente, a aumentar su autoestima; usando de material bibliográfico best sellers de expertos gurús que les dan las recetas de cómo emprender y triunfar en el mundo neoliberal, olvidando que el mundo es bastante complejo y cambiante, que no se mueve por solo simples recetas o experiencias de personajes contemporáneos, trasgrediendo la existencia de una tradición en la formación universitaria donde el estudiante tiene que conocer las diversas fuentes históricas y sociales, las reformas y políticas de Estado para que el mundo no le resulte indiferente (Lamas 2017).

A largo plazo, esta educación resulta bastante cuestionable puesto que el estudiante no ha desarrollado un razonamiento crítico. Y, claro está, no porque él se rehúse o se comporte de manera renuente; sino porque el sistema educativo, liberalizado por el Estado en las últimas décadas, así lo impone pues, para ellos, es importante mantener el statu quo de la sociedad peruana ya que una persona crítica puede invitar a la anarquía o al cambio. Por este factor, las empresas, en el Perú neoliberal, requieren de egresados universitarios que no cuestionen o critiquen, de manera aguda, al sistema que, a todas luces, no les da ventaja y los conduce, inexorablemente, al subempleo.

En conclusión, la investigación científica ha sido desplazada en estas universidades, de modo que no se investiga para resolver problemas que involucren a la sociedad, cuyo beneficio sea buscar el bien dentro de esta. Asimismo, la formación ofrecida por las universidades de segunda generación “amolda” al estudiante según las necesidades del mercado laboral, lo cual deja de lado los conocimientos teóricos como parte importante de la formación académica. Finalmente, el hecho de tener como docentes a gerentes o ex gerentes de grupos corporativos o dueños de empresas ‒que permite al estudiante aprender directamente de la experiencia para poder aplicar los conocimientos transmitidos en su presente y futura vida laboral‒ no garantiza el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico. De manera que el futuro egresado aceptará su vida laboral sin hacerse cuestionamientos vinculados a la sociedad imperante. Por ello, sostengo que las universidades-empresa no brindan educación de calidad para los estudiantes del Perú neoliberal actual. Por eso, debemos crear conciencia ciudadana sobre lo que sucede en nuestra educación superior; especialmente en las universidades-empresa. Asimismo, cabe exhortar a los gobiernos de turno acerca de la necesidad de políticas de Estado que fomenten decididamente la calidad de la educación universitaria teniendo en cuenta que la Ley N° 30220 solo es la primera base de una estructura que debe llevarnos a una solidez universitaria indiscutible. 

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