Javier Fuentes-León acaba de estrenar su segundo filme titulado El Elefante Desaparecido, una historia que nos habla sobre la pérdida, pero que lamentablemente no se sostiene en una buena narración. El mismo Fuentes-León escribió el guión y terminó cayendo en un oscuro laberinto del que la cinta no sale bien parada.
La historia del escritor Edo Celeste comienza bien, se va desarrollando entusiasmando a los espectadores, hasta que tropieza con los tiempos y las obviedades; su intento de jugar con el escritor y el personaje de su libro termina siendo una muestra más de las dificultades de guion en el cine peruano, la falta de creatividad. Fuentes-León pierde el rumbo y convierte su historia en un enredo que, a pesar de contar con una buena dirección de arte, peca en la ambientación del filme (la escena en la avenida La Colmena es un ejemplo de ello: en un paneo donde la ciudad está sucia y gris, el único lugar impecable de pared a pared es el estudio fotográfico, que resalta como algo “que no pertenece” al paisaje urbano).
A la película le faltó más tijera, una edición más responsable, ciento diez minutos son demasiados para no conseguir desarrollar la parte final. No hay que ser tan obvio para contar un thriller. El Elefante Desaparecido tiene guiños a la película argentina Tesis sobre un homicidio, pero con menor factura. Hay que resaltar, sin embargo, las actuaciones de Lucho Cáceres y Salvador del Solar, que hacen un papel respetable. A la actriz colombiana Angie Cepeda mejor es recordarla en Pantaleón y Las Visitadoras, en el filme de Fuentes-León, está tan desaparecida como el elefante.
Otro de los errores de la cinta es el trabajar con los rostros mediáticos de la televisión. Imagino que los productores piensan que con ellos llevarán más gente a las salas, pero arriesgan demasiado: el nivel de interpretación de la gran mayoría de actores de televisión es tan bajo que provoca vergüenza ajena (solo mencionar los disfuerzos en Al fondo hay sitio, basta).
Alguna vez un cineasta dijo que saber contar historias es saber mentir. Yo no me creo esta cinta, mucho menos cuando aparecen rostros tan mediáticos como el de Magdyel Ugáz, más conocida como Teresita. Hay que aprender a dejar de lado marketing fácil, y esos rostros que no ayudan en nada al cine nacional. Sin duda Fuentes-León se metió en camisa de once varas y terminó realizando un segundo filme que no logra superar a Contracorriente, su primer gran largometraje.