Eso que Chris Marker llamaba video casero presenta una ventaja inapreciable: la libertad para no asumir (acepto que hay excepciones y matices) la ideología del patrón, del que te da la plata para que hagas tu amada peliculita.
Me parece que esta película -fiel a la estética del video casero- aprovecha tales libertades. Porque es necesario y claramente deseable mostrar un mundo de veras personal. ¿La gente lo entenderá?
Ruidos parásitos es, notablemente, y en varios momentos, una película ensimismada, abstracta y silenciosa. Busca despertar algún ruido o música interior olvidada o perdida… Y no carece de momentos trepidantes (recuerdo una especie de danza con imágenes radiográficas, ‘interiores’).
Pienso en ‘la vida de los objetos’ (secreta, hermética, y a la vez no imposible de penetrar) que muestra con insistencia, o dicho de otra manera: en el continuo entre los objetos y otras formas de existencia, un arco muy variado, que incluye a los insectos, entre otros animales, y hasta seres humanos, esos animales tan peculiares que se creen muy por encima de los demás animales.
Lo anterior no implica que no existan momentos más antropocéntricos; hay una historia que no es forzosamente políticamente correcta, y no tenía que serlo; es un testimonio crítico peculiar, un grito formulado casi en voz baja… que se va desgranando… y uno no deja de valorar la revolución feminista de ningún modo si se cuestiona ante este incómodo y laberíntico relato.
Si vuelvo al encuentro con el mundo no-humano puedo citar la gracia de un pequeño insecto alado sobre un dedo que puede ser un dato autobiográfico revelador, un ‘efecto especial’ más apreciable que el de películas que parecen esforzarse por alienarnos de la experiencia más inmediata de nuestro entorno. O algo tan normal como hablarle a una rata o a una cucaracha y que estas parezcan entenderte…
En Ruidos parásitos vida y muerte no son percibidas como contrarios (algo que puede apreciarse desde el juego de montaje inicial) sino como una profunda unidad, natural e indestructible.
Se apunta al re-encuentro-fusión con la naturaleza, como en esas figuras de aves en los paneos por una pintura. La idea de que todo se transforma y en realidad nada se destruye podría ser el centro conceptual y hasta emocional de esta obra.