Yace el cuerpo de un caminante en el desierto, ya sin signos vitales y tan sólo acompañado por una nube de moscas que absorben sus proteínas al igual que algunos escarabajos. Sin embargo, dicho cadáver es un festín exquisito para las aves de carroña como el buitre. Todos los comensales saborean el suculento banquete, pero vienen otros buitres a competir por la comida y como si fuera poco, otros carroñeros como las hienas entran en escena y le dan varios mordiscos al difunto, el cual poco a poco va quedando hecho una osamenta ensalivada, y todo por tanta hambre de sus inesperados invitados que tienen por costumbre practicar la necrofagia.
No sólo es hábito de los carroñeros mencionados, sino que comer cadáveres también ha sido practicado por los mismos seres humanos en situaciones extremas de supervivencia. Como ejemplo están los Aghori, quienes eran una secta hindú que para estar más cerca a su alimento vivían en los cementerios, y ellos según fuentes persas, en el siglo XIX los británicos los consideraban necrófagos. Y así como ellos muchos otros también suelen degustar la carne humana en descomposición. Pero yo me pregunto…¿qué pasaría si en Lima hubieran necrófagos y antropófagos? Suena dantesca la idea para una mayoría, pero qué tal si de pronto muchos limeños se convirtieran en zombis y empezaran a invadir la paz de los cementerios. Los surqueños irían a “Jardines de la Paz”, y tendrían que subir hasta lo más alto del camino y cavar la tierra para desenterrar los ataúdes, en cuyo interior estarían los restos mortales de gente que según la fecha de su entierro tendría algo de carne que comer, o si ya se les habrían adelantado los necrofaguitos…o sea los gusanos. De igual manera sucedería en “Los Jardines del Buen Retiro”, en “El Ángel” y hasta en “El Baquijano” del Callao. Los zombis guiados por sus olfatos irían “en mancha” caminando hacia los panteones, y los gallinazos los seguirían, sabiendo que tienen por costumbre ir a los cementerios, y hasta habría gallinazos conchudos que se posarían en sus hombros para descansar mientras los necrófagos llegan a los cementerios. Incluso dichos zombis entrarían al “Cementerio Británico”, que está al lado de “El Baquijano” y se pondrían a cavar con palas y picos, y hasta abría de los que rascan la tierra para desenterrar los féretros. Dichos necrófagos buscarían en los mapas los cementerios más cercanos y hasta por Internet buscarían las locaciones de los cementerios y harían llamadas aterradoras para informes y hablarían así:
-Seeeñooooriiiittaaaa…..¿dóndeeee queeeda el cemeeenteeeriiioooo?
Sin embargo, una vez que ubicaran las direcciones robarían automóviles, sacando a mordiscos a sus conductores, y hasta vaciarían combis y coasters con todos sus pasajeros, quienes también correrían espantados, luego de ver la cabeza del cobrador arrancada a mordidas. Y subirían los necrófagos a las coasters y omnibuses, y harían turismo de cementerios. Pasarían por “Jardines del Buen Retiro”, “Jardines de la Paz”, “Campo Santo”, “El Ángel” y hasta los cementerios del Callao mencionados. Y dichos vehículos serían conducidos por los zombis que supieran manejar, aunque por su estado se subirían a las veredas, atropellarían a carretilleros, motociclistas, y cuanto transeúnte se les atravesara. Y los buitres y gallinazos los seguirían, saboreando en el camino los restos de carne que les cayó de sus víctimas. Y los no zombis estarían aterrados e impotentes. Tan sólo escondiéndose en sus casas y en búnkers, esperando noticias sobre el alud de necrófagos. Pero por mientras, los zombis estarían entretenidos comiendo carne humana, de personas que fallecieron hace unos días, y además ellos leerían las fechas y los nombres de los féretros, cual menús con platillos para elegir. Además en los cementerios habría toda una conmoción y una cuarentena de ataúdes abiertos, con necrófagos degustando las frescas carnes, codeándose con los gallinazos, y hasta dándoles en el pico a estas aves trocitos de carne humana. Pero como la mayoría de féretros estarían llenos de polvo y huesos, pronto los cadáveres más frescos se acabarían y los necrófagos subirían de nuevo a los vehículos en busca de otros cementerios. Sin embargo, los que estuvieron en panteones de otras zonas de Lima también pensaron lo mismo. Y al llegar los del norte al sur, y los del sur al norte, se encontrarían con cajones abiertos con restos de sangre por todos lados, huesos ensalivados y algunos gallinazos saboreando algunos restos de carne. Ante la falta de nuevos cadáveres, los zombis subidos en sus transportes se dirigirían a las casas a violentar a sus habitantes para comerlos con todo y gafas y cabellos, pero sin zapatos. Entonces, los necrófagos vinieron a toda prisa y empezaron a tocar las puertas y los timbres, como si aparentaran ser civilizados, pero la gente ya sabría que son ellos y asegurarían las puertas. Por tanto, impacientes romperían las ventanas, y ante los gritos de las mujeres se harían paso incluso devorando a los perros guardianes. Sin embargo, cada grupesco tendría un líder, y dicho adalid les ordenaría qué casa atacar. Uno de ellos a quien llamaban Omicrón, señaló la residencial San Felipe, mientras le dio un lengüetazo a su labio superior. Y las centenas de necrófagos subieron y rompieron las puertas con hachas, devorando la carne viva de los mortales felipinos. Ante los gritos de hombres y mujeres, continuaban desmembrando cartílagos, trozos de carne y hasta chupando los huesos. De otro lado estaba otro líder, Omega, quien se encontraba con otra centena de necrófagos en la Torres de Limatambo, y del mismo modo ordenó que entraran a las casas y devoraran a sus ocupantes. Y así sucedió en cada rincón de una Lima que se iba quedando sin habitantes. Llegada la noche, yacían acostados con las barrigas reventando, pero hubo luna llena, por lo que de repente uno a uno se fue transformando en hombre lobo. Habiendo poco a poco un proceso de licantropía. Y una vez transformados se vieron entre si con malos ojos y Omicrón y Omega trataron de mantener el orden, pero sus instintos asesinos los conducían a atacarse entre ellos. Y así lo hicieron. Los hombres lobo se abalanzaron contra sus compañeros. Sin embargo, como habían comido todo el día no tenían apetito. Así que desistieron del canibalismo. De pronto, la luna, que estaba más brillante que nunca, empezó a irradiar una luz roja. Dicha luminosidad cayó sobre los cuerpos de los zombis, ahora convertidos en hombres lobo, pero esta vez los transformó en diablos. Provistos de tridente, cola y cuernos. Además rojos como sus ojos. Se contemplaron entre sí y de pronto se produjo un terremoto. Se abrió la tierra y emergió a la superficie el mismo Hades. Vio a tanta competencia y dijo en latin:
¡¡¡Yo soy el Dios del Infierno!!!….¡¡¡Sométanse a las tierras de ultratumba!!!
Dicho esto, con su poder, cual gigantesco agujero negro fue absorbiendo a los flamantes demonios, y uno a uno fueron cayendo a aquel gran abismo, donde los esperaba Cancerbero, el Caronte, y todas las almas pecadoras. Y quedó en Lima tan sólo unas decenas de habitantes, y vieron todo el país hecho un caos. Pidieron apoyo a las naciones unidas, pero para su sorpresa el mundo estaba lleno de otros necrófagos.