Hace miles de años, rodeado por las aguas del Océano Indico yacía sobre la superficie un continente que hoy en día sólo queda su recuerdo. Un territorio místico que dicho océano bañaba sus costas con el vaivén de las olas. Se le hace llamar “Lemuria” o “Mu”, cuya investigación de su posible existencia estaba a cargo de unos geólogos franceses, especialmente del inglés Phillip Sclater, quien dedicó años analizando los pormenores de dicha extensión de terreno que supuestamente se hundió en el fondo del mar.
Se rumora que en aquel continente hubo habitantes a los que se denominó lémures, los cuales eran seres gregarios entre ellos, pero que tal vez no lo habrían sido con los forasteros que visitaran su territorio. Definitivamente esta gente como cualquier homosapiens se hubo desarrollado en la invención del fuego y el uso de armas. Se especula que muchos de ellos migraron hacia la India, Norteamérica, etc. No obstante, la incógnita está en cómo pudo desaparecer todo Lemuria bajo las aguas del Índico. ¿Habrá sido una falla geológica?, ¿Se habrá sumergido con algún tsunami?, ¿Lo habrá impactado un meteorito como tal vez desaparecieron los dinosaurios? Tal vez Sclater tenga algunas respuestas, pero por lo pronto sigue siendo un enigma su repentina desaparición. Sin embargo, algunos grafican a los lémures como criaturas horrendas, como extraterrestres y de piel azul. Que habitaban en cuevas y pantanos, y se alimentaban de lo que podían como frutos, hierba, insectos y hasta entre ellos mismos. No obstante, habría que tener pruebas para creer que eran antropófagos. Además lo más probable es que hayan sido omnívoros, y que cazaban el animal que se les cruzara en el camino. También habría que dilucidar por qué muchos de ellos migraron. ¿Acaso no se abastecían de alimento o aún eran nómades y siempre estaban en busca de un lugar más conveniente?. Lo cierto es que Lemuria es casi una realidad con pinceladas de leyenda. Un continente donde a lo mejor hubo dinosaurios que devoraban a los lémures incautos. Las investigaciones sobre este continente fueron realizadas desde el siglo XIX (1864), y desde entonces se le tiene tanto análisis como se le tiene a la Atlántida, que es otro territorio que también desapareció en el fondo del mar. Los lémures tal vez fueron empujados a migrar por el clima, o por la carencia de alimento. A pesar de su supuesta apariencia esperpéntica, también se reproducían y acostumbraban a sus hijos a la difícil tarea de pescar, recolectar y cazar. Todo eso era para que se acostumbren a valerse por sí mismos, y poder sobrevivir cuando la generación de sus progenitores se haya extinguido. Tendrían que haber tenido un supuesto idioma que sólo podían entender entre ellos. Y al reunirse al contorno de una fogata empezaban a conversar y a tratar de comunicarse. El territorio de Lemuria habría abarcado lo que es hoy en día Sudáfrica, Madagascar, Ceilán, Sumatra, Océano Indico, Australia y Nueva Zelanda. Además tendría una antigüedad anterior a África y la Atlántida. Significando que muy al fondo del Índico yace sumergida lo que fuera alguna vez un gran continente, que ahora es visitado por peces y grandes cardúmenes. ¿Podría un continente aflorar a la superficie después de miles de años de estar en el fondo del mar? Tan sólo quedan unas islas que son el único vestigio de su vasto terreno. Quizá Lemuria continúe siendo una leyenda viva, tal vez continúe en el paladar de los investigadores. Sin embargo, ¿no sería alucinante que emergiera y que se sumara a sus análogos territoriales como el sexto continente? Sobre todo si hubieran estado en pleno estado de reconocimiento de entre lo real y lo imaginario. Tendrían que haber aprendido a cocinar sus alimentos en el fuego, además de luchar por sus mujeres. Entre ellos habría existido el lémur dominante alfa, que guía y protege a su clan de mujeres y niños. También habría habido un dominante beta, que ayudase al alfa a cazar y demás tareas. Uno de esos alfas sería Galf, quien tendría como mujeres a Celtix, Anaj, Bixor, Hukler y Dexir. Todas ellas mujeres del dominante alfa. Sin embargo, el dominante beta sería Grux, quien colaboraría en las labores de sobrevivencia. Además en la ausencia de Galf, el llamado Grux aprovecharía en aparearse con alguna de las féminas. Y como el dominante alfa siempre está apareándose con ellas, no notaría la diferencia. Aún no se extrañaría de la diferencia que hay entre sus descendientes con él y más bien el parecido con el dominante beta. Cierto día las mujeres de Galf fueron a recolectar frutos, pero sin la compañía de ninguno de los dominantes. Así que en plena recolección hubo una disputa que se convirtió en pelea por parte de Hukler y Dexir. Ambas querían tomar el mismo fruto de Numen (árbol ficticio), fue entonces que se revolcaron en el suelo y llenas de lodo se jalaban los cabellos con todas sus fuerzas. Menos mal que fueron vistas por Grux, quien las separó al tiempo que las regañaba en su extraña lengua nativa. Algo así como:
-¡¡¡jalayar et nujdfez daf potnujuw….potnujuw!!! –lo que más o menos tendría que significar que no se peleen y que mantengan la paz.
Fue entonces que las dos mujeres arrepentidas se miraron y se dijeron:
-Jugrefl ut ñapexiz edn pegbkurst…..jervizfpe –expresó Hukler llena de arrepentimiento.
-Uxorvjez kilxerwaz om kelbemceg asdt –sostuvo Dexir avergonzada y limpiándose el rostro.
Las dos habían aprendido a perdonar los agravios de la otra, y más bien esta riña sirvió de ejemplo para que las demás solucionen sus problemas con el diálogo y no con la violencia. Terminaron de recolectar los númenes y partieron hacia la cueva, donde los esperaba un Galf cansado, pero con un mastodonte que hubo casado muy al norte de Lemuria. Para ello habría utilizado el fuego u otras armas que su civilización inventó. Esa noche hubo luna llena, la que para nosotros podría pasar desapercibida. Sin embargo, para ellos era la señal de un ritual en la que se fumaba la pipa de la paz y además era el anuncio místico de la llegada de la lluvia, donde el trueno confirmaba el chubasco. Dichas lluvias ayudaban a crecer las plantas y árboles. Ellos quizá no lo sabían o quizá lo suponían. No obstante, regresaban a su caverna para no mojarse por las aguas de su dios Kufelmt.