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ESPUELA DE ORIÓN

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Nuestro léxico: “El pez por la boca muere”

Juan Mujica

Recuerdo que a los seis años cuando me sucedía algo físico, mi desfogue era gritar todas las malas palabras que conocía. En aquellos tiempos no tenía ni la más remota idea sobre la retórica y el arte del buen decir. Sin embargo, ya con 19 años encima tuve la experiencia de aprender múltiples palabras, sinónimos y toda clase de palabras académicas, que gracias a los maestros que me enseñaron me fui nutriendo de un léxico cada vez más abundante. Quizá actualmente no sepa cuantas palabras tengo en mi vocabulario, pero según dicen los expertos que el castellano posee “100 mil palabras” en el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), y sin embargo, contando las jergas académicas, americanismos, anglicismos, galicismos, etc, tendría nuestro idioma como medio millón de palabras.

No obstante, entre tantas palabras no nos sorprende que también estén incluidas las lisuras o replanas. Toda una gama de malas palabras en que todos pecamos en utilizarlas al menos una vez por semana. Sin embargo, lo malo está cuando estas malas palabras son pronunciadas por personas públicas, es decir, que están expuestas a los medios de comunicación. Le sucedió a Lourdes Flores, Natalia Málaga y no se salva ni el mismísimo Marco Aurelio Denegri (MAD), quien en su programa le he escuchado decir una jerigonza al menos dos veces. Por lo que hay un dicho que dice “Uno es dueño de lo que piensa, pero esclavo de lo que dice”.

Así que podríamos decir que todos tenemos rabo de paja, pero que tenemos que esforzarnos en mantener una imagen de ser humano educado, coherente, ecuánime y con tino de sensatez. Sabemos que no es fácil aguantarse en decir una palabreja en un momento de tensión, o aún más, en un momento de peligro. Pero que está en nuestra responsabilidad el cuidar del vocabulario de los niños y menores de edad en general, a quienes como todos conocemos aprenden la mitad de su vocabulario grosero en la calle y la otra mitad en el propio hogar. Por lo que no hablemos con medias tintas y asumamos la realidad, refrescando un poco la memoria sobre nuestras propias experiencias.

Lo que ha pasado con la candidata Lourdes Flores, que víctima de un “chuponeo” se le escuchó expresarse de manera desdeñosa, que ya ni vale la pena repetir, es sin duda un ejemplo, que las groserías estás inmersas en todas las clases sociales y que según luego expresa ella misma, que lo dicho fue el resultado de un momento de tensión e incomodidad por las recientes encuestas que no la favorecían, por lo que pidió disculpas públicas ante las cámaras de la gente de prensa. Sin embargo, dudo mucho que aquel desliz se borre de las memorias de todos los peruanos, quienes por medio del youtube y el facebook conocieron del hecho tan rápido como un abrir y cerrar de ojos.

Por último, mi mensaje sería un llamado a la cordura y a la buena educación que nada nos cuesta. Puesto que por medio de nuestro lenguaje damos a conocer el grado de cultura que tenemos, pero como ya hemos mencionado por más elegante que se exprese una persona, debemos ser conscientes que dentro de su vocabulario están las replanas, listas para salir a flote a voluntad. Seamos los mejores amigos del diccionario, pero aún más, seamos el paradigma de la cultura de nuestro país. El proceso no será nada rápido, pero con buena voluntad podemos educar y controlar nuestro léxico. Y aunque la mayoría no lleguemos ni al 1% de aquellas 100 mil palabras en nuestro cerebro, al menos aquellas 600 palabras que tal vez sepamos como seres “cultileidos”, utilicémoslas con sabiduría y prudencia. En conclusión, expresémonos con inteligencia, que es un don colectivo de nuestra civilización.

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