Literatura

ESPUELA DE ORIÓN: El Surrealismo y El Futurismo

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El surrealismo y el futurismo

Escribe Juan Mujica

 

Las corrientes ideológicas de los últimos tiempos arrastran sus cimientos, e irradian su energía, contagian su entusiasmo y calan en todo aquel que gusta de su apasionada esencia. Ello sucedía con el surrealismo y el  futurismo. Dos movimientos literarios y artísticos, cuyos fundamentos no se hacían esperar en aquella Lima del siglo XXI, donde la creatividad y la competitividad se incrementaban a velocidad luz. Sólo significaba que nuestros héroes anónimos de la pluma estaban por enfrentarse artísticamente.

Tal como lo diría André Breton (padre del surrealismo), “Retened la eternidad en el instante”. Y aquel instante era el que acontecía cuando dos de los representantes del surrealismo estaban en el Jr. Quilca chequeando obras literarias que pudieran comprar para satisfacer sus ansias de lectura. Aedo agarraba algunos libros y los ojeaba al vuelo para saber su calidad y si no serían fallados. Sin embargo, Aristófanes (a quién llamaban Aris) iba más allá en su análisis. Acercaba los libros a su rostro y olía su aroma. Sabía perfectamente cuando el libro era bamba o pirateado, además chequeaba los créditos de la editorial y la calidad del papel. Era todo un ducho en la materia de libros. Y cuando hubieron seleccionado dos libros: La guerra del fin del mundo (Mario Vargas Llosa) y Caín (José Saramago). Se regresaron a sus casas, y comenzaron sus primeras lecturas de sus nuevas adquisiciones. Estos dos personajes que compraron los libros pertenecían al movimiento surrealista “Magma Nívea”, cuyos miembros eran adeptos al surrealismo. Coleccionaban libros de Breton y demás personajes de aquella corriente artística literaria. No obstante, también en Lima circulaban por los vericuetos del Jr Quilca los representantes del futurismo. Gente que se jactaba de ser los más interesantes escritores que pisaban la Tierra. Pero ni siquiera Julio Verne y Alvin Toffler tuvieron aquella ufana actitud. Sin embargo, ahí estaban…..Gótico, Órfico y Alejandrino. Tres representantes futuristas, quienes se habían concentrado en el conocido boulevard de libros, sin hacer mucho barullo, ya que ellos en repetidas ocasiones habían jurado que sólo compraban originales. Hicieron su compra: El Señor de los Anillos (J.R.R. Tolkien), El Código Da Vinci (Dan Brown) y Eclipse (Stephenie Meyer). Estaban satisfechos con los ejemplares adquiridos, aunque sabían que eran libros piratas. Eso poco o nada les importaba. Total, el contenido era el mismo y sólo estarían en sus anaqueles personales. Por su parte, ellos también tenían un movimiento con un peculiar nombre. Eran  “Siglo 30”. Un grupo de futuristas que coleccionaban toda clase de libro y por supuesto los de Julio Verne: La vuelta al mundo en ochenta días, Viaje al centro de la Tierra, El pueblo aéreo, etc. Tanto los surrealistas como los futuristas eran élites intelectuales, o así querían creerlo. Magma Níveo y Siglo 30 no se veían con buenos ojos, además eran estudiantes de la UNMSM, por tanto, dentro del campus los soslayos entre ellos era de tipo Basilisco. Estos estudiantes de Literatura, que cursaban los últimos ciclos, felizmente no compartían las mismas aulas. Y si se encontraban a la salida, en aquella legendaria Av. Venezuela era un espectáculo telúrico. No se pasaban ni con acido muriático. Sin embargo, Aedo y Aristófanes no estaban solos. También estaban Celestina, Elipsis, Epígono y Reóforo. Seis personajes tan diferentes en sus idiosincrasias, pero unidos por su amor al surrealismo. Un movimiento que los había acogido con los brazos abiertos, servido una taza de café y dado un masaje en los pies. De otro lado, los futuristas que también revoloteaban por el campus de la Decana de América, no sólo eran Gótico, Órfico y Alejandrino, sino que estaban en su grupo Saeta, Sicalipsis, Itaca, Juglar, Liróforo y Prosopopeya. Nueve integrantes de un futurismo que se habría pasado en el presente, y que ya se proyectaban para el futuro. Algunos querían ser críticos literarios, otros querían lanzar una revista virtual de Literatura, y hasta hubo quien quería ser profe de aquella materia. Todos estaban con un mar de sueños por realizarse. En un momento de inspiración, metidos en su burbuja imaginativa, de pronto reventó y recordaron sus deberes de la universidad, las labores hogareñas y hasta recordaron sus ojerizas con los surrealistas. De otro lado, Magma Nívea también tenía planes para el porvenir (no solían usar la palabra futuro por razones obvias), y algunos de ellos querían dedicarse a la producción literaria, ser escritores, también hubo quien quería ser docente universitario, pero no faltó quien quería ser redactor de algún medio escrito. También ellos soñaban despiertos. Hasta que el estallido de una llanta de tráiler los precipitó a la realidad. Posteriormente, Siglo 30 acordó para ir a “degustar” libros en Amazonas. Aquella “galería” de libros en la Av. Abancay estaba surtida de toda clase de sorpresas y no querían perder la oportunidad de saborear de sus “néctares”.

-¿Qué estarán haciendo esos futuristas? –preguntó Celestina mientras ojeaba un libro antiguo.

-Lo mismo de siempre….nada, jajaja –respondió cachasiento Aristófanes.

Definitivamente la idea que tenían Magma Nívea de los futuristas era la de personajes inútiles, que se creían la gran cosa, pero que en realidad no producían nada bueno.

-¿Qué estarán haciendo esos surrealistas? –expresó Itaca mientras leía el prefacio de un poemario.

-Qué les queda….seguro tonteando y haciendo la finta  que compran libros jaja –respondió sarcático Sicalipsis.

Realmente había una antipatía efervescente entre los dos grupos. Hasta que llegó la voz sobre una marcha de San Marcos, y convocaban a los alumnos para que participasen en dicha manifestación pacífica. Y sacando pecho por su alma máter, el día fijado estaban Magma Nívea y Siglo 30 con sus pancartas y preparndo sus arengas y frases de protesta. La razón era porque querían que la universidad se mude a La Molina. Motivo suficiente para que los alumnos se tornen en contra de tal medida y que protesten en pro de la tradicional ubicación de su campus. Así que ambos bandos unieron sus voces a pulmón abierto y se dejaron escuchar, mientras la prensa tomaba las imágenes y recogía las declaraciones de los líderes sanmarquinos. Esa tarde, surrealistas y futurista olvidaron sus rencillas y lucharon contra el enemigo común. Se vieron a los ojos directamente y no cesaban en sus vozarrones. Luego de tres días, el Gobierno cedió y mantuvo su promesa de dejar a la UNMSM en su lugar de origen. No obstante, se construyó sucursales en provincias, para que los jóvenes no tengan que venir hasta Lima para estudiar. Luego de ese triunfo, surrealistas y futuristas se dieron la mano y celebraron en honor de San Marcos. Brindaron con vino por su nueva amistad y por alguna razón nunca se rieron de sus peculiares nombres. Tal vez porque todos tenían rabo de paja. Al terminar sus estudios con honores, cada quien se dedicó a seguir sus ideales y recordaron que una vez formaron parte de un movimiento literario que marcó sus vidas.

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