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Esos pelos raros. El manifiesto capilar de Milei & Cía

Lee el artículo de Hans Herrera Núñez

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Milei ganó entre otras cosas también por su pelo. Una discusión que se empieza a debatir a profundidad en la era de Instagram, es la repercusión de la marca persona a través del pelo. Casos como Trump, Boris, Milei y Geert Wilders conectan el populismo del s. XXI dentro de un lenguaje nada frívolo.

No nos engañemos, si Lyndon Johnson estuviese vivo y conociera a Milei, lo primero que le diría sería: “¡córtate el cabello, hippie!”, esto si es que antes no ordenaba un bombardeo a su casa de camino a destruir una escuela en Hanoi.

Milei más que león tiene un aire a estilo de los Beatles del s. XX, un peinado odiado por todos los conservadores del mundo (¡hasta los comunistas del este tenían la decencia de cortarse el cabello!). Sin embargo, esta rareza de cabello populista que reaparece, es fabulosamente reinterpretado hace poco por la columnista española Raquel Peláez, tiene connotaciones más interesantes de las que se podría sospechar. Según ella después de la Revolución Francesa, se produjo lo que los tiktokers de historia de la moda refieren como “la gran renuncia”, la que convirtió entre los hombres la austeridad en signo de respetabilidad y hombría. De esa forma se cortó con los tejidos más suntuosos, los colores más prestigiosos y las pelucas más exageradas, que formaban parte del buen vestir masculino. No obstante, a Peláez, ese símbolo de status también se puede entender como síntoma de decadencia social. La nobleza guerrera, de dónde provenía la aristocracia reinante, no tenía esas exageradas y sospechosas inclinaciones estéticas hasta pasado el s. XVI. Cuando la riqueza comenzó a fluir en Europa, la vieja virilidad nobiliaria se gangrenó en lujo y amaneramiento. Y todos sabemos que pasa en el tiempo con elites amaneradas.

Javier Milei, presidente electo de Argentina.

Como entre esos símbolos de ostentación y desigualdad tan potentes estaba también el cabello a través de unas ridículas pelucas empolvadas con talco, fue que, en 1792, la Convención abolió la peluca, y los más de 20.000 peluqueros en Francia se acabaron convirtiendo no solo en barberos, sino sobre todo en peluqueros que cortaban el cabello, todo esto a tono con la guillotina que cortaba las cabezas del Antiguo Régimen. En lugar de pelucas ahora eran verdaderos cabellos, y pegados a sus respectivas cabezas. Paradójicamente, cabezas que deseaban a toda costa permanecer pegados a sus cuellos durante el terror de 1793.

La moda cambió y afectó a todos. Ya en el siglo XIX el corte de pelo corto se convirtió en el estándar del hombre en toda Europa, lo cual también se asocia a los liberales de entonces.

Ahora bien, si uno revisa las imágenes de los próceres y héroes de la independencia Latinoamericana, uno reconocerá algo familiar en ellos, y es que se parecen en algo a la peluca de Milei, claro sin llegar a tamaña exageración. Ese es otro acierto en la campaña de capilar de Milei, su cabello nos hace resonar nostalgia o una sensación de algo que nos han enseñado. Ese es el poder de los símbolos, el trabajar con nuestros referentes y reescribirlos.

Una idea que se extiende mucho ahora es una aproximación entre los peinados despeinados de Milei y Boris Johnson con los peinados del s. XIX, peinados igual de despeinados como eran el de los poetas románticos Pushkin o Chateaubriand. Pero no todos los republicanos de principios del s. XIX tenían el cabello tan desordenado, lo usual era un corte literalmente pegado a la cabeza como el de Napoleón durante el Consulado y el Imperio, inspirado en Julio César y en Bruto. No obstante, la idea del romántico de 1800 a 1830 era el de una persona con el alma atribulada como su cabello, pero de ahí a pensar que Milei, Trump o Geert Wilders son un símil, es pensar que la peluca hace a la cabeza. Milei no es Napoleón, y por supuesto no es Chateaubriand. Más que una reivindicación ideológica decimonónica, lo suyo es marketing y no romanticismo. Y sin embargo su marketing es mimético y se hace fácil no solo reconocerlo sino imitarlo. La idea de transmitir diferencia y rebeldía a través del cabello es un acierto en un mundo cada vez más frívolo, pero dónde la estética de la moda no deja de ser un signo de los tiempos, que los fascistas entendieron, en el caso de Hitler, con la reconceptualización del bigote en su competencia simbólica respecto a los comunistas sobre ese mismo punto (de la barba de chivo de Lenin al bigote de peine de Stalin), que fue otra batalla cultural, porque también el bigote puede marcar una identidad de todo una corriente de pensamiento político-económico.

Boris Jhonson y Donald Trump.

Lo desconcertante del peinado populista del s. XXI es una respuesta efectista al desgaste simbólico de la izquierda liberal e individualista que con los años se ha vuelto parte del canon, porque, así como el bohemio ha sido integrado en el sistema, así también el joven de izquierda es un estereotipo esperable y pasteurizada de un concepto ya conocido y que por tanto se estima seguro. Esto es clave para entender los movimientos populistas, porque el calificativo que dan los grandes medios occidentales de Ultras a los grupos calificados de extrema derecha (y solo a los de extrema derecha), evidencia que la izquierda ya fue tomada, no representa ningún peligro al stablishment, y por tanto es capaz de ofrecer un cambio, mientras que los Ultras son esos extremistas que, si son una amenaza para el poder, pues buscan un cambio.

Mr. Geert Wilders.

Pero volviendo al pelo, la irrupción de nuevos liderazgos desde lo simbólico, se opone al orden global vigente hasta ahora, pero un discurso simbólico ha de requerir algo más sólido que laca para el cabello, porque de lo contrario esas cabezas despeinadas acabarán siendo esas pelucas que el talco no pudo hacer sólidas frente al viento de la revolución. Porque esta época exige cambios y pronto, y no hay paciencia para comportamientos inclasificables de libertad capilar. El cabello masculino corto y peinado denota fortaleza y seriedad. Entonces lo que el mundo requiere es cambio con orden, cabellos cortos y pulcros, ordenados y con raya a la derecha y corazón en la izquierda. Necesitamos liderazgos cuyo pelo sea de un orden inflexible en lugar de alboroto. Finalmente, y más allá de mis ideas, lo que las mujeres normalmente quieren es que el cabello del hombre este limpio. ¿Está limpio el cabello de Milei?

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