Por Tino Santander Joo.
Alfredo Barnechea anuncia su candidatura a la presidencia marcando una diferencia abismal frente a los demás candidatos que se vocean. Barnechea es un político culto y preparado. No es un intelectual de comarca que repite las viejas monsergas de la derecha e izquierda. Escucharlo declamar los versos de Lorca, citar a Basadre, y demostrar que conoce la geografía peruana lo distancia de la ignara clase política contemporánea.
Pero, en el Perú, no ganan las elecciones los mejores, ni los que más saben; tampoco los que tienen mejores planes de gobierno o ideas innovadoras, sino aquellos que logran captar las contradictorias aspiraciones y percepciones de la inmensa mayoría. No es un asunto de marketing, no se trata de vender jabones o imágenes personales, sino de entender las formas de pensar, sentir, y actuar de los diversos peruanos.
La venganza y el odio hicieron posible el triunfo de Pedro Castillo, millones de peruanos votamos contra la republica oligopólica de los bancos, contra el monopolio farmacéutico del Interbank, y por recuperar nuestros recursos naturales. Votamos contra el fujimorismo, porque significaba la guerra civil; millones de agricultores esperaban crédito agrario barato, asistencia técnica e infraestructura agraria; los jóvenes creían que un gobierno popular como el de Pedro Castillo, iba a industrializar al Perú para crear puestos de trabajo; el pueblo tenía fe que la educación, la salud, y la seguridad ciudadana serían una realidad. Votamos en vano. Castillo, no era un vengador, menos un revolucionario, sino un vulgar pájaro frutero.
La inmensa mayoría no cree en los políticos porque mienten y los perciben como corruptos. Alberto Fujimori expresa al crimen organizado; Vizcarra, es lo más ruin de la política; Dina Boluarte, tiene las manos manchadas de sangre con la muerte de setenta peruanos que se insurreccionaron en nombre de Pedro Castillo. Antauro Humala es un personaje surrealista. López Aliaga ha demostrado ser ineficiente en la gestión municipal. Los demás son aventureros que buscan hacerse millonarios buscando el poder político.
Esta es la realidad. La inmensa mayoría odia a los políticos. A los congresistas si los ven por las calles los insultan y los quieren agredir. Los ministros son abucheados y denigrados en actos públicos; la prensa tradicional (limeña) es repudiada, porque creen que está al servicio de los intereses de los grupos de poder económico. En medio de esta ola de resentimiento e indiferencia nacional el popular “Chicharrón Barnechea” proclama su candidatura a la presidencia en un partido capturado por una mafia que le roba el salario a los trabajadores del congreso, que vende candidaturas y que no sabe quién es Fernando Belaunde Terry.
No se trata de imitar a Belaunde Terry, un señorón civilista desconectado de la realidad, ni de organizar un frente nacional de partidos políticos podridos. Se trata de representar los intereses de la inmensa mayoría, es decir, de los mineros informales que requieren el apoyo del Estado, de organizar el pacto por la minería y la agricultura. La minería debe financiar la infraestructura agraria, de salud, y educación. Sin minería no tendremos presupuesto para una policía honesta y eficiente.
El Perú está harto de la prepotencia y abuso de los bancos, es imprescindible democratizar el crédito a través de la competencia financiera; solucionar las demandas de millones de peruanos que no tienen agua, ni desagüe; separar la política del derecho, es decir, acabar con la politización aberrante del sistema de justicia; terminar con los gobiernos regionales corruptos e ineficientes, es imprescindible paralizar el proceso de regionalización un año para reformarlo y relanzarlo así daremos el primer paso para liquidar los feudos del crimen organizado en las regiones. Todo esto requiere coraje y compromiso.
Alfredo Barnechea sabe que no hay otro camino que la revolución social en libertad. No hay medias tintas, El pueblo está abandonado y solo un movimiento popular socialdemocrático y no un partido mafioso podrá hacer frente a la derecha que quiere que el Perú siga siendo un país de metal y melancolía.