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ENTREVISTA: J.J. ARMAS MARCELO, DIRECTOR DE LA CÁTEDRA VARGAS LLOSA

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Juan Jesús Armas Marcelo –“Juancho” o simplemente “J.J.” para los amigos— nació en la calurosa ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, pero vive en Madrid desde 1978. Es periodista, escritor y, desde el 2011, director de la Cátedra Vargas Llosa de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Tiene en su haber más de 20 obras, entre novelas, ensayos y memorias, que le han ganado (por nombrar un par de galardones) el Premio Pérez Galdós de Novela 1975 y la Orden de Miranda (Venezuela, 1998).

Como cuenta en su biografía de nuestro peruano más universal, Vargas Llosa. El vicio de escribir, conoció personalmente a nuestro Premio Nobel una fresca noche de 1972, en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. A partir de ese primer encuentro, surgió una entrañable amistad y un vínculo muy fuerte con el Perú, el cual lo ha traído a nuestro país (como él mismo nos asegura) más de una treintena de veces. Carismático y dicharachero, Armas Marcelo habla sin ambages sobre la realidad cultural y política de América Latina. Conversamos con él en esta vigésimo tercera edición de la Feria del Libro de Lima.

En alguna entrevista le oí decir que usted se definía como español-canario, mitad cubano, mitad venezolano…

Un poco eso es verdad. Desde el punto de vista intelectual sin duda, y desde el punto de vista de lo que es la memoria. Y del punto de vista de lo que son mis curiosidades vitales. Esto es verdad… Venezuela y Cuba ocupan un lugar muy importante en mi vida… desde el punto de vista musical al punto de vista histórico. Todos. Desde el punto de vista literario… desde donde quieras.

Y, entonces, en términos culturales, ¿cómo percibe la relación actual entre Hispanoamérica y España? A grandes rasgos, ¿cree que ese vínculo o hermandad se ha enriquecido o que se ha ido deteriorando? 

Pues muy cercana, muy próxima, muy íntima, muy cómplice. De manera que no son los años de antes donde uno era también un exótico que se dedicaba a viajar por América Latina. Ahora son casi todos los españoles los que quieren conocer de cerca ese inmenso territorio que también es nuestro aunque no nos pertenezca.

J.J. Armas Marcelo junto a Renato Cisneros en la Feria del Libro de Lima, el sábado 21 de julio.

Presentó en la feria su libro de memorias Ni para el amor, ni para el olvido (2018), en el que narra varias experiencias desde su mudanza a Madrid para estudiar en la Universidad Complutense hasta la caída del franquismo. Tengo entendido que es tan solo el primer volumen. ¿Qué pensó o, en todo caso, qué lo motivó al momento de embarcarse en la escritura de estas memorias?  

La vanidad. La autoestima. El hecho de querer que la memoria de uno permanezca escrita como el escritor que soy. Muchas veces uno no maneja su propia imagen en el presente continuo que es la vida. Pero uno tiene que escribir mirándose al espejo y siendo el héroe de su propia memoria durante la vida. Frente a la imagen que le hace el mundo, que a lo mejor no es tan buena como la que tú tienes, pero la verdadera es la buena.

Sobre su tan conocida biografía intelectual Vargas Llosa. El vicio de escribir, usted ha dicho que esperaba que fuera una especie de “colofón” de su propia existencia. ¿Cómo describiría el efecto que tiene ese mismo mal o vicio de la escritura en su vida? 

Mi vida está llena de escritura, está llena de literatura, está llena de lectura. Eso es cotidiano para mí. Si me pusiera cursi diría que es un elemento indispensable y espiritual. Pero yo no soy el cura cardenal… Yo soy laico y, por lo tanto, no me lleno de esas espiritualidades. Creo que es un alimento vital, como el aire, que ocupa en mí ya un elemento biológico, natural. No me concibo sin escribir y sin leer.

De izquierda a derecha: El ex primer ministro francés Manuel Valls, J.J. Armas Marcelo y nuestro nobel Mario Vargas Llosa en El Escorial, España. (Foto: CARLOS ALVAREZ/Getty Images Europe).

En una entrevista con Charlie Rose del año 2001, el también invitado Jonathan Franzen dijo que la literatura tenía como principal finalidad la de entretener al lector. ¿Qué piensa usted de esta afirmación? ¿Es ese el más importante cometido o uno de tantos?

Bueno, vamos a ver… Eso lo dijo Horacio, ya en Roma: “enseñar deleitando”. Bueno, pero para eso hay que tener mucho talento y la mitad de los escritores no lo tienen. Pueden escribir bien, pero no tienen talento para “enseñar deleitando”. De manera que eso es una suerte [para] el que lo tenga. Yo me divierto mucho hablando y escribiendo, y supongo que algunos de mis lectores que tengo por ahí, perdidos en algún sitio… pues se beneficiarán de que yo me divierto mucho y entenderán de que me he divertido tanto que también ellos se divierten al leerme. Eso por lo menos espero en mi altísima vanidad.

Cuando vino al Perú la primera vez en el año 1976 estaba la dictadura de Morales Bermúdez. Usted sabía perfectamente lo que era una dictadura pues había sido procesado por Franco. Hoy por hoy, si bien el Perú no tiene una dictadura, los niveles de corrupción son escandalosos. ¿Por dónde cree que se debe empezar para solucionar esta problemática tan antigua como la república?

Pero eso es un mal general de América Latina, y es un mal general de la democracia y de la condición humana […] Lo que hay que crear son controles jurídicos y controles legales para que aquel que quiera meter la mano no tenga posibilidades y al que se le coja la mano dentro, pues [que] se le meta en la cárcel. Ahora, es preferible la corrupción de una democracia, que es una corrupción parcial, a una dictadura, que siempre es una corrupción total. Lo que vive Venezuela hoy es una corrupción total que no tiene parangón con toda la corrupción que puedan tener ustedes o cualquier otro país democrático de América Latina. Porque realmente la corrupción totalizadora es la dictadura.

Entonces, la democracia siempre es perfectible…

Claro que sí. Pero se la está “cargando” también la corrupción […] Y la gente muy joven no sabe que a la libertad cuesta defenderla. Y que la libertad es un concepto que hay que vivir todos los días defendiéndola, y de reojo, por si acaso, porque la libertad tiene muchos enemigos, y empezando por la corrupción.

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