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Entrevista con Rodrigo Otero Heraud, realizador de Andun (2002-2013)

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Andun es una de las películas más fascinantes del cine peruano a secas. No se pierdan la oportunidad que tienen de verla este sábado 27 de febrero a las 7 de la noche en La Casa de la Literatura. Se trata de un ciclo organizado por el CineClub Invisible. La entrada es libre, y la capacidad del auditorio es limitada así que lleguen antes de las 7, o se la perderán.  

 

En ninguna película peruana, como en Andun, existe un mestizaje tan intenso, una apuesta porque la ‘solución’ y hasta la única alternativa consiste en ‘mezclarlo todo’; si nuestro origen es la mezcla… a la vez que está clara la voluntad o la intuición de un nacionalismo, hay un cosmopolitismo, que sabemos que es inherente a nuestra historia, pero ¿cómo llegaste a plantear las cosas así para esta película (si es que las planteaste así)?  

Andun es un trabajo experimental en todo sentido. Fue mi primer trabajo serio allá por mis 21 años. Tenía ganas de hacer algo (como siempre) propio, sin que me importe como hacen cine los demás. Hasta el día de hoy busco elaborar mi propio lenguaje. Andun tiene pues algunos intentos de construir una estructura y profundidades especialmente hechos para un tema que era muy personal (dado el parentesco con JH).

Hay mezcla de elementos, que más que evocar una solución para una situación peruana, intenta poder crear una sensación concreta: la noción de que simultáneamente hay infinitos mundos dándose en todas partes, pero la película se acerca a una de sus infinitesimales dimensiones, que es el corazón de este personaje. El corazón de un poeta. Las posibilidades que ofrece la mezcla de elementos tan distintos, es hacer patente que la realidad de un país es un proceso inabarcable. Esto se agrava cuando vemos además que cada uno tira para su lado. Otros buscamos empujar juntos, es como si la cosa fuera tan abstracta que en verdad la política, las naciones no fueran para nada lo importante, y que la importancia de la vida está en otra dimensión, más allá de todas esas infinitas variables superfluas. El corazón de un poeta tiene la llave para entender esas profundidades, así que es también una película poética, y acerca de la poesía.

Entonces hay un doble eje en la forma, para crear esta sensación. Hay un doble crescendo. Por un lado el que ya mencione, de lo general a lo particular, y el otro es temporal. En la película se muestra una línea de tiempo que parte de los inicios de la humanidad, se mueve rápidamente, y pasa por la historia de la conquista, república en el Perú, y se va deteniendo lentamente, haciéndose más y más densa y detallada hasta centrarse en una persona, en un momento, en un instante. Luego se va alejando de esa persona, de regreso a una línea de tiempo pero que ya no va necesariamente hacia el futuro, sino que se queda en un presente de otro ser que es la tierra misma, sin tiempo. El universo sigue su ruta, con un tiempo infinito, donde nadie es demasiado importante. Aun así, podemos darnos el lujo de tener una existencia llena de recuerdos. El cine es para enriquecer nuestra experiencia, y subrayar los aprendizajes que nos deja nuestra efímera existencia.

¿Quién es para ti Javier Heraud? ¿Entre otras cosas, tal vez un símbolo de cuestiones pendientes para mejorar como colectivo?

Para mí JH es un personaje suficientemente complejo como para que cada uno lo convierta en símbolo de su propia búsqueda. Como poeta está claro que es de la parte de la humanidad que busca la exaltación de la vida, la nobleza de la interpretación de la vida, etc. Como guerrillero representa el idealismo al tope. Como combatiente es más bien un ser inocente arrastrado a una muerte sin sentido, una burbuja en medio de la ignorancia humana. Para mí representa que si eres noble en el corazón, y buscas la salvación de los que no ven su propia esclavitud, la muerte jugará contigo y con tu bondad. Me recuerda que hay que ser un poco más indiferente, y consciente ante el hecho de que el mal y el bien solo existen cuando nosotros estamos disociados. En la búsqueda de ser uno mismo estas ambigüedades deberían ir desapareciendo. Algo a lo que JH no llegó por falta de tiempo. Igual, JH tenía y tiene aún una «estrella», una marca que lo hace irresistible, atractivo, emblemático, y siempre fuera del normal de los demás. Ningún otro poeta de su generación lo iguala en la cualidad del brillo. Los leo y me parece que desperdician la vida, Heraud parece aprovechar hasta la muerte. 21 años no es nada, pero él los convierte en toda una vida.

-El nombre Andun, tan corto y tan sugerente, ¿de dónde viene?

El nombre Andun vino así: yo tenía varios meses buscando música antigua, sonidos, grabaciones históricas. Pasaba muchas horas escuchando y grabando en cassettes emisiones de programas de Radio Filarmonía. Cada vez que escuchaba algo interesante grababa. Así una noche escuché un programa de Jesús Ruiz Durand sobre Yma Sumac. En una de sus intervenciones mencionó que en esos años (50s) se desarrollaron muchas mezclas de géneros, uno delos cuales era la cumbia andina, pero él se equivocó en su dicción y dijo “cumbiandun”, aunque inmediatamente se corrigió. Entonces, el término “Andun” apareció por accidente, lo capté, y me encantó por su sonido y por la cantidad de interpretaciones que generó en mi cabeza. Por ejemplo, suena a andino, andes, pero la terminación “un” le da como si en otro idioma fuera un gerundio o algo parecido a terminación conjugada o verbo, que le daba una acción a la palabra ande. En mi cabeza me inventé que andun significaba algo así como el verbo de andes. O sea, ser andino, o hacerse andino, o ser en medio de los andes. Creo que a partir de encontrar esa palabra empezó esa película a tomar forma en mi mente.

JH, aunque era citadino y costeño, dio un vistazo a la vida andina. Estuvo consciente de que el Perú y su realidad de esclavitud y segregación es mayormente una problemática andina. Fue esta realidad la que generó en su corazón, al igual que en el mío, la búsqueda de justicia y de un mayor entendimiento, ideales que no se limitan a dónde nació uno, o a qué sector de la sociedad uno pertenece. Por eso, en la película, aunque se muestra Lima, el viaje es hacia lo alto, la montaña, a la fuente del agua y de los ríos, y de ahí al más allá.

-¿Qué piensas de algo que gente como yo ha dado en llamar un Nuevo Cine Peruano? ¿Te parece necesaria esa distinción? ¿Piensas en la línea de un cine liberador versus un cine esclavizante?

-No puedo responder con total conocimiento, mi respuesta es parcial, pues no he visto mucho cine peruano últimamente, y tampoco estoy muy vinculado con los realizadores. Lo que veo es que hay por un lado muchos directores de publicidad que hacen películas, mucha gente que busca llenar salas con películas convencionales sin mucho talento, y otros artistas visuales que han derivado preferentemente al arte o video arte, o instalación. Hay muchos documentales que visualmente son más atractivos, pero por la plástica de un retorno al uso de la óptica, que por muchos años se quedó de lado por el uso de cámaras automáticas.

En cuanto al contenido, los directores se dejan llevar muy fácilmente por lo chicha, por los fenómenos populares, al punto de fomentarlos como si fueran la cúspide de una nueva cultura. Hay una búsqueda de la esencia peruana, pero no la han encontrado. Se han quedado en la forma. Tal vez no hay nada que encontrar. Tal vez lo peruano no se ha dado aún y su esencia se confunde con el sentimiento y las emociones que tanto impresionan a los realizadores.

Creo que lo que tenemos hoy como manifestaciones culturales es el resultado del empobrecimiento espiritual de los pueblos, por lo tanto no puedo reventarle cohetes, aunque sea muy colorido e intenso. Lo que no veo es la innovación o el desarrollo del lenguaje cinematográfico; y pocos ideales espirituales. Por esto, yo personalmente no puedo hablar de un nuevo cine peruano. Creo que falta un poco más. Hay que llegar desde otro lugar, pero estamos cerca.

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