No resulta usual, en una película peruana, poder contemplar en el apunte del detalle de la cotidianidad, el proceso gradual de descubrimiento de lo que lleva dentro de sí un personaje.
No resulta usual que se logre con algún grado de cuidado y de sutileza, abundando en observaciones y ahorrando en palabras, poblando el cuadro de sugerencias, en vez de obviedades.
Durante varios minutos, pese a acumularse escenas e informaciones sobre la protagonista, ella permanece reacia a una definición, aunque sea rodeada y descrita por la cámara, pues así y todo se mantiene impenetrable, hermética, notablemente inasible. No es posible llegar a ella, y eso despierta aún más la curiosidad.
Pude recordar pensando en este punto a una de las películas más radicales del cine peruano, entre otras cosas, en cuanto a ese negarse a hablar (o no con palabras): Detrás del mar (2005), de Raúl Del Busto.
Hay entonces una espera, un sentido del tiempo para meterse en el personaje, que está lleno de sentido, que se corresponde con la realidad humana, y claro, con la dificultad y hasta imposibilidad de conocer al otro.
La ciudad de Trujillo, mostrada en blanco y negro, y no necesariamente en sus costados más heroicos, es un escenario de apuntes fotográficos, en los que la captación de las apariencias las atraviesa. En las fotos, y en las palabras que acompañan a esas fotos, hay una declaración poética. Y la ciudad es mostrada como una entidad insatisfactoria. Hay una mirada sobre la gente (en la calle) que respetando la distancia consgue proximidad. Y un personaje en especial.
Vemos no-actrices que no exhiben, como cualidad distintiva, una gran belleza física que admirar al segundo, y acaso de manera epidérmica, pero se trata en cambio de no-actrices que están ahí para que apreciemos en ellas, en su encuentro, en sus personajes, conforme se desarrollan, a personalidades interesantes, merecedoras de nuestra atención.
La película mantiene un interesante medio tono; ni una gran alegría, ni una gran tristeza; no carga las tintas con dramatismos, aunque, eso sí, hay una especie de melancólica soledad. Hay que ver qué fotografía el personaje principal. Incluso cuando fotografía a algún personaje hilarante.
En el sentido del humor y de lo sutil Rebaza sigue la línea de Omar Forero.
Entre esos árboles que he inventado proporciona la sensación liberadora de nuevos caminos para el cine peruano.
Película vista en la 7 Semana del Cine Universidad de Lima.