Tenía mucho interés por escuchar al septeto holandés Ensamble Camaleón, las críticas sobre su trabajo experimental en Holanda me hacían presagiar un buen concierto, pero al ver un programa con composiciones de Boccherini, Strauss y Brahms mi entusiasmo comenzó a decaer.
No quiere decir que no me llené de ánimo y emoción el poder disfrutar de estos grandes de la música, pero teniendo en cuenta que renombrados compositores holandeses contemporáneos han escrito piezas para el grupo, donde destacan nombres como Theo Loevendie, Cornelis de Bont, David Dramm, Johan de Meij, entre otros, que hubiera sido una selección que el público hubiera disfrutado mucho más y estoy seguro que los miembros de Ensamble Camaleón también.
La primera parte del concierto consistió en dos piezas; la primera el Op. 39 No. 2 de Boccherini para quinteto de 2 violines, viola, chelo y contrabajo; desde el primer movimiento Allegro vivo ma non presto, se sentía la dureza en el arco por parte de Wilmar en el contrabajo, una sonoridad marcial, rígida, en algunos momentos hacia desaparecer en su sonoridad la delicadeza de la viola; en el segundo movimiento Adagio non tanto, el desempeño del contrabajo mejoró exponencialmente, lo cual hizo apreciar la dulzura en las notas por parte de Joris y la vitalidad de Sonja ambos en los violines; el tercer movimiento Minuetto, confirmó lo que durante todo el concierto fue una constante, tanto Joris como Sonja serían los que salvarían el concierto, sus violines lograban disfrazar las carencias por los instrumentales dejados en Holanda.
La segunda pieza Metamórfosis para septeto de cuerdas de Strauss, mostro nuevamente el problema en ejecución que continuaba teniendo Wilmar, pero no quería dejarse amilanar intentó hacer que la sonoridad disminuyera para que de esa forma sean las violas y los violines quienes lograran que se sintiera la unicidad en su desempeño, logrando que me desconectara de este mundo por momentos haciendo volar mi espíritu, el cual era arrastrado nuevamente a tierra cada vez que escuchaba el contrabajo, no llegué a disfrutar a Strauss como estoy acostumbrado.
Ya en el intermedio podía ver algunos rostros, los cuales no estaban satisfechos, algunos asistentes aprovecharon para retirarse y no se quedaron para la segunda parte la cual para mí fue lo mejor de la noche sin llegar a ser magistral, el Sexteto de cuerdas No 1 Op. 18 de Brahms, fue ejecutado estrictamente, es recién en el tercer movimiento el Scherzo: Allegro molto en el que ellos lograron soltarse y olvidarse de las presiones, brindando un final decoroso a un concierto que dejaba solo dos luces en el firmamento, los violinistas Joris van Rijn y Sonja van Beek, es ahí donde el público recién comenzó a reaccionar, si el desempeño del septeto hubiera sido el de estos dos últimos movimientos de Brahms la historia sería otra.
Al final del concierto la afición peruana se hizo respetar y dejó relucir su disconformidad, brindó un aplauso moderado sin solicitar ningún extra, curioso detalle en una noche donde la magia no se hizo presente, yo no podía retirar sin hacer la consulta respectiva de cual había sido el problema, porque su performance no llegó a ser la que les ha llevado a ser considerado uno de los mejores septetos de Holanda.
Aprovechando la fotografía final de rigor, pude conversar brevemente con los integrantes de Ensamble Camaleón; se notaba en sus rostros que ellos mismos no estaban contentos con el concierto, Floris Mijnders (chelo) fue claro “lo que ha sucedido es que no hemos podido venir con todos nuestros instrumentos”, esa frase me hacía comprender algunas cosas, pero seguía con la espina clavada, así que sin rodeos me dirigí hacia Wilmar de Visser (contrabajo) y le pregunté directamente, esta noche he sentido problemas en tu ejecución, se ha debido a que no tenías tu propio instrumento, Wilmar fue muy sincero “no he podido traer mi propio contrabajo, el problema que es demasiado costoso traerlo desde Holanda, el que he usado esta noche me lo prestaron acá en Perú, he hecho lo mejor que he podido, pero si reconozco que no ha sido de mis mejores noches”.
Luego aproveché en conversar con la talentosa Sonja van Beek (violín), sin lugar a dudas ella y Joris con sus violines fueron los que rescataron al grupo, le pregunté cual fue el motivo de un programa tan clásico, en vista que ellos (Ensamble Camaleón) vienen trabajando en Holanda con un programa más experimental donde fusionan la música con danza, poesía y fotografía; Sonja comentó “en Holanda estamos haciendo mucho experimental, pero no podíamos traer ese espectáculo al Perú, para ello requerimos de nuestros técnicos, poetas, bailarines, es demasiado elevado el costo, así que decidimos un programa clásico donde pudiéramos participar los siete”.
En términos generales un concierto que levantó mucha expectativa los días previos, pero sobre la tarima dejó a la audiencia con un ligero sabor amargo, algunos dirán que estoy excusando la actuación de Wilmar, pero yo si considero que el instrumento es parte de tu ser, de tu cuerpo, la forma más sublime de hacer aflorar el alma, el artista se compenetra tanto que llega a conocer cada centímetro como su propio cuerpo.