Opinión

Enrique Verástegui y la Universidad Cienciasófica

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Enrique Verástegui no solo fue uno de los poetas más influyentes de la década del setenta, sus primeros libros: En los Extramuros del Mundo, Praxis, Asalto y Destrucción del mundo, etc., merecieron la admiración de otros vates y de la crítica, sino que tuvo ideas de avanzada con respecto a la música y a la pintura, hecho comprobado por quienes lo visitábamos en su casa de Cañete, La Molina o en la av. Brasil. Asimismo, en el campo del pensamiento, aparte de la Sociedad para la liberación de las Rosas, lanzó los primeros cimientos para crear la primera universidad Cianciasófica del Perú, un centro de estudios que abarcase exclusivamente ciencia y filosofía. Y para eso, en una reunión con varios amigos, le encargó el rectorado al poeta Santiago Risso y a este escriba le encomendó el departamento de letras y lingüística.

En 2001, Jarry, como le decían en su familia, publicó “Apología pro totalidad: ensayo sobre Stephen Hawking” en las que plantea “La estructura matemática del universo”, “Chomsky: la revolución de la cibernética” o el “Algebra simbólica”. Cabe resaltar que Verástegui nunca dejó de lado a los musicantes que para él eran los que sostenían a la poesía y hasta a la ciencia (recordemos que, en el medioevo, el trivio englobaba a las letras y cruadrivio a las matemáticas y en ella a la música). Y por eso, fue común ver a este vate interpretar sus textos y cantarlos.

En una conversación personal que tuvimos, en los noventa, Jarry nos hizo saber sus preferencias con los músicos no formales o que no trabajaban específicamente las escalas clásicas: John Cage, Varèse, jean Pierre Jarré, etc. Sino que los asociaba con un pensamiento evolutivo dentro de la filosofía. Y por eso, alguna vez encargó al solista Pepe Ramos que reconvirtiera y musicalizara sus textos lo cual salió editado bajo el nombre “Proyecto para una ópera en Nueva York”, pieza que tuve el honor de escuchar en carácter de primicia.

Las universidades modernas fueron creadas por los monjes cristianos los siglos XII y XIII y venían de las escuelas monásticas y catedralicias. Verástegui como asceta y pensador quiso dejar este legado para “relanzar” el pensamiento inverso, de América del sur hacia Europa y USA rompiendo con esa línea de fuerza. Ojalá que algún mecenas quiera invertir en esta universidad que debería de tener el nombre de “Verástegui”.

(Columna publicada en Diario UNO)

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