Arte Urbano

Enrique Polanco: «No necesito de ninguna galería para sobrevivir»

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ENRIQUE POLANCO

«No necesito de ninguna galería para sobrevivir»

Entrevista y fotos Luis Chávez A.

Enrique Polanco, fue un miraflorino que se volvió un pata de barrio, y desde muy joven, no dudó  en denunciar socialmente el caos arquitectónico y urbano de esa Lima ingrata y abandonada que lo acogió en sus brazos, para reflejarla luego en su pintura expresionista, que cuestionó siempre la desigualdad social, ese bajo-mundo urbano que muchos no conocemos desde nuestra burbuja de cristal.

Y ahora, con su “esquina” bien ganada, y desde la intimidad de su taller, continúa cuestionando los actuales modos de manejar el arte, además de deleitarnos con algunos pasajes de su vida.

–          ¿Cómo te picó el bicho para seguir la carrera de arte?

Cómo te dije una vez, en el colegio tuve buenas notas en el curso de arte, tuve un profesor que era un escultor egresado de la escuela, y siempre incentivó mi trabajo. Pero también hay una anécdota de niño. Yo, más o menos a los diez años, junté mis propinas y me compré un libro de arte de Goya, me acuerdo, entonces ya eso, algo tiene que decir, porque un niño no junta su plata para comprarse precisamente un Goya pues.

–          Entonces, ¿te inspiró?

Claro, y eso ya avizoraba que yo me iba a dedicar al arte. Y así acabé el colegio, y trabajé dos años como dibujante geológico, y un día, leyendo el periódico allí en mi refrigerio, leí un aviso que decía que los postulantes a la escuela nacional de Bellas Artes tenían plazo hasta tal día, para presentar su documentación, y sin pensarlo mucho, saqué mis documentos, los presenté, y di el examen, aprobé, e ingresé, y así me quedé, y dejé el trabajo. Me acuerdo que fue una decisión bien fuerte, porque yo ganaba muy bien en esa época, te estoy hablando del año 1973, tenía dieciocho años y ganaba buen billete, y hablé con mi viejo, y él súper compresivo, me dijo; de acuerdo, está bien, tú sabes que yo no tengo billete, pero te ayudaré en lo que pueda. Entonces, tenía mi pasaje, y mi menú. Y así transcurrieron mis cinco años en la Escuela Nacional de Bellas Artes.

–          Tú como chico miraflorino, en principio, de repente vivías en una burbuja. Pero cuando ya recorriste el centro de Lima por medio de la escuela, y tus amigos de tertulia, descubriste que había otro mundo.

Claro. Sabes que yo descubrí eso, pues, en primer año de escuela, tuve la suerte de conocer a Víctor Humareda en el año de 1975, y un día fui al hotel donde él vivía que era en la Parada.

–          ¿Hablas del hotel Lima?

Sí, y recuerdo clarito ese día que comprendí lo que tú me estás diciendo; que había estado en una burbuja, y aparecí en la Victoria, en la Parada, imagínate. Un chico miraflorino, que nunca había salido de ese entorno, y con Humareda caminando por la Parada, y así me pasé dos años yendo por san Cosme.

–          Y San Pablo.

San Pablo, claro. Yo era bien avezado, y he subido el cerro San Cosme, a eso de las nueve de la noche, a dibujar.

–          ¿En la época de Chacalón?

Chacalón viene después, en esa época la chicha todavía no estaba de moda. Había delincuentes, pero todavía no había aparecido la pasta, y ésta lumpenizó mucho a los delincuentes, porque antes te asaltaban, y trataban de robarte. Pero ya “pastelero” en angustia, era otra vaina. Entonces, de allí viene ese especial cariño e interés que yo tengo por la arquitectura. Yo trabajo Lima de una manera muy personal, y si cae Barrios Altos por ejemplo, a partir de mis cuadros no van a reconstruirse, porque es una visión muy personal, ¿te das cuenta?, pero de allí viene esa constante en mi trabajo, que es el paisaje urbano.

–          Tú eres un colorista por antonomasia, y has madurado tus colores, ¿tu viaje a China tuvo que ver en tu maduración?

Yo me voy a China, digamos; ligeramente encaminado, yo ya tenía tres años de haber terminado la escuela, y ya había tenido dos exposiciones en galerías comerciales, entonces ya no era un neófito, ni un muchachito recién salido que no sabía adónde iba. Y yo ya sabía cuál era mi camino. China, me enseñó la teoría del silencio, es que yo era un expresionista rabioso ¿te das cuenta?, que ladraba, entonces, China moderó un poco eso, y me dio algo más de flexibilidad, y algo más filosófico. Fue una época muy linda, porque viajé mucho dentro de China.

–          Sobre Víctor Humareda se han tejido una serie de mitos. ¿cómo era realmente él?

Mira, yo a Víctor lo conocí de la siguiente manera; un día estábamos un grupo de alumnos conversando en el taller, y una amiga nuestra, Elena, estaba pintando un bodegón, entonces se abrió la puerta, y entró este personaje mal trajeado, bailando marinera, y recuerdo que rápidamente agarró del maletín de pintura de Elena, un violeta cobalto, y se lo puso a la berenjena, y todos nos miramos, y nos quedamos atónitos. Así conocí a Víctor Humareda, y a partir de allí nos hicimos grandes amigos. Pero en la escuela mucha gente lo marginaba, y no le daban bola, quizás por su aspecto, pero él sin ningún problema seguía siendo un tipo solitario. Recuerdo que Víctor pintaba muy temprano, se levantaba a las cinco de la mañana, y luego yo iba a visitarle seguido a su habitación del hotel, que por cierto, la ocupó durante treinta años, pero sin embargo, su casero era una rata con él, porque le tenía una bronca incomprensible, y le cobraba por el cuarto, no mensual, ni quincenal; y más bien, diariamente, sin ninguna consideración. Así, mucha gente se aprovechaba de él, con sus trabajos, y pinturas, aunque tampoco le importaba el tema del dinero. Pero conmigo fue fraterno, porque él casi no invitaba algo a nadie, y no olvidaré el día que me invitó afectuosamente una taza de manzanilla.

–          ¿Y sobre su fama de borracho?

No. Humareda no tomaba nunca. Una vez me contaban que en Buenos Aires hubo una celebración en el taller donde él fue, porque estuvo becado allí junto a dos maestros, uno fue Pettoruti, y el otro era Larrañaga, entonces, me cuenta de que en la celebración tomó un poco de vino, y se mareó, y es la única vez que él tomó licor. Pero la gente piensa que Humareda era un “borrachín”, incluso por la facha que tenía, pero no. Jamás.

–          ¿Qué opinas del muy transformado, y actual “arte contemporáneo” local?

Bueno, el arte contemporáneo es muy extenso, y no es desde ahora, sino abarca seguramente desde antes de los ochenta. Pero, probablemente te refieres a esto de las instalaciones. Mira, hay de todo, hay instalaciones de todo tipo, aunque eso no es nada nuevo, porque en Europa y en los Estados Unidos, se ha hecho desde los sesentas. En todo caso, hoy parece que el arte es más conceptual, de ideas, y menos basado en el propio trabajo, por eso yo estoy de acuerdo con el ensayo de Vargas llosa, sobre la  “civilización del espectáculo” que hoy se ha banalizado mucho el arte.

–          Alguna vez leí que un curador mexicano afirmaba que las ferias de arte le hacen mucho daño a los artistas, y autores. ¿Qué opinas de las dos últimas ferias PARC, y ART de Lima?

Yo participé en la que hubo en Chorrillos (ART-Lima), pero sin ninguna galería, más bien participé en una sección curada por el crítico Jorge Villacorta; pero también fui al PARC de Barranco, en plan, más que nada de “chinear”, y la verdad no me gustó, porque prevalecía lo más audaz, lo más raro, lo más extravagante, y lo más lúdico, por eso yo creo que el arte, ahora se manifiesta más “juguetón”, y no está mal, porque siempre ha tenido algo de lúdico; pero de allí a que todo sea así, no pues, porque hay mucha distancia. Y luego de terminadas las dos ferias, te confieso que de un periódico tampoco he leído nada, es decir, que no quedó nada de estas ferias, a no ser que haya habido buenos negocios, y eso lo desconozco.

–          ¿Y sobre la candente denuncia que hizo Ramiro Llona hace algunas semanas, sobre el alza de la comisión al 50% de parte de la galería Lucia de la Puente?

Yo le doy la razón en ese punto a Ramiro, porque no hay nada que justifique que una galería te cobre el 50%, al menos en el Perú. Y en el caso de Ramiro, es un problema personal que tuvo con la galería, y está bien que lo haya dado a luz, porque ahí los más afectados son los nuevos chicos, estos nuevos muchachos que se lanzan recién. Y eso es una cosa entre dos partes, y él tuvo la valentía de hacerlo público, y eso está bien.

–          En todo caso, ¿Enrique Polanco necesita de las galerías para poder mantenerse?

Enrique Polanco no necesita de ninguna galería para sobrevivir, y así lo ha hecho siempre.

–          Y quién desee un Polanco, ¿cómo hace?

La gente que quiere un Polanco, simplemente me ubica directamente, lo arreglamos, y lo adquiere.

–          Recuérdanos algo sobre la anécdota de la procesión en el centro de Lima, cuando pertenecías al grupo poético Kloaka.

En efecto, fue así, resulta que estábamos “zampados” todos los del grupo kloaka, veníamos de una súper tranca de varios días,  y cuando estábamos cerca de la procesión en pleno centro histórico, yo tenía una botella de ron, y luego le rociamos todo el trago a las devotas, y allí mismo nos corretearon para lincharnos, y salimos disparados.

–          ¿Estás preparando alguna exposición?

Así es. Voy a inaugurar una exposición en la sala Luis Miró Quesada Garland de Miraflores, el 31 de octubre, un día antes de mi cumpleaños, y es día de la canción criolla, día de las brujas, y en especial es mi año chino, estamos en el año de la serpiente, así es que se conjugaban muchas cosas, pero igual espero realizarla, porque acabo de enterarme que ya no está la antigua directora de la gerencia cultural, y tampoco David Flores que dirigía la galería, y tendré que pasar por allí para conversar con la nueva gente, para confirmar la exposición, que es un hecho, de todas maneras. Y mi tema, siempre será además del urbano y la ciudad, la vida misma, y lo que yo vivo.

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