Opinión

Encuestas truchas siguen confundiendo a los peruanos

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Se desató la guerra de los troles. Como hace veinte años, las encuestadoras, que se vendieron ante los poderes fácticos, siguen desubicando a los ciudadanos. Las portátiles de ayer son los troles de hoy, y están en su ambiente: los porkylovers siguen tirando mierda con ventilador; los verolovers serranean a los troles de Castillo, que se autoproclaman – con bombo – la izquierda más sufrida. Los morados intentar levantan el cuco de la catástrofe nuclear; mientras los sotolovers intentan maquillar las declaraciones de su jefe. Desde su guarida, la china ríe y ríe bien.

En el Perú nada cambia. Las mismas encuestadoras, de hace veinte años, marcan el ritmo electoral. Y hay quienes les creen. En tiempos de restricciones sociales, los troles arman su festín con los resultados truchos que se deslizan por las redes. Las encuestas, con su falaz manto de secretismo, proliferan oportunamente tratando de direccionar el voto del pueblo.

Desde todas las tiendas políticas, los troles usan y desechan los resultados de las encuestadoras, según les convenga. Están también los que —oportunamente— cambian el marco de su foto de Facebook para aconchabarse con la collera del candidato de turno: analistas, politólogos, constitucionalistas y opinólogos rastreros que luego reciben una patada.

Los porkylovers siguen con la táctica de disparar ignominia y soltar el cuco de un posible saboteo, si no gana su rey Porky; los verolovers, los mismos del todos y todas,  basurean y serranean a la izquierda pobre, que no es parte de su argolla. Los troles de Castillo se emocionan con su inflada en las preferencias del electorado y juegan la carta de ser los más anacrónicos, los más peruanos. Los morados ya despintaron hace tiempo, pero todavía creen que tienen el derecho de batutear a la población.

Mientras tanto los fujis esperan serenos y calmados jugando la carta del estadista. Y el grueso del electorado que ya no cree en los candidatos, que ya no cree en los partidos políticos, que ya no cree en este sistema demuestra cuál es su preferencia en las encuestas: no sabe, no opina. Y es que con esta democracia, con estos candidatos, con este sistema de partidos el voto es simplemente una anuencia para que, otra vez, venga un cojudo a mecernos cinco años más.

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