En Palacio de Gobierno, un japonés que juega a ser Montesinos

Por Umberto Jara

Los de Perú Libre y alrededores se dicen marxistas pero obviamente no han leído a Karl Marx. No saben que lo que ocurre desde el 28 de julio pasado, lo sintetizó Marx en esta frase: “La historia ocurre dos veces: la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. La parte de la tragedia reciente, el Perú ya la padeció con Martín Vizcarra y su colofón Sagasti. Ahora estamos en la miserable farsa.

Pedro Castillo, mientras el pueblo reclama por el alza de precios en alimentos y servicios esenciales, despilfarra dinero del Estado en una visita a Huancayo trasladando a miles de policías, tanquetas y helicópteros para que lo custodien. Dina Boluarte en un evento que tiene ciudadanos muertos en días previos, se pone de pie y profiere berridos que, según ella, son un canto. A su turno, Aníbal Torres cita y alaba las virtudes del genocida Hitler. Estos personajes grotescos ocupan la Presidencia de la República, la vice-Presidencia y la presidencia del Consejo de Ministros.

Lo que no debemos pasar por alto es que detrás de esta miserable farsa, hay corrientes subterráneas disputándose el convulso y escaso poder que hoy existe. Un sector palaciego —conectado con Sagasti y los morados— alienta el adelanto de elecciones y otro sector, más duro, se niega. Ambos sectores son parecidos, Buscan depredar el Estado. En medio de ellos existen actores que operan en la sombra.

Uno de ellos es un desconocido para el país. Se llama Henry Augusto Shimabukuro Guevara. Él, junto a José Luis Fernández, jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), están entre quienes llevaron a Pedro Castillo a disponer la inmovilización social porque “Lima iba a ser saqueada”. ¿Lo hicieron por error de ineptos? o ¿Buscaron la desestabilización? ¿A favor de quién?

Curiosamente, el apellido Shimabukuro lo mencionó el pasado domingo 3, la activista Fowks que actúa como corresponsal del diario español El País. Anunció a “Un nuevo grupo formado por ultraderechistas de carácter autoritario que influye de manera directa en las decisiones del presidente de Perú”. Era un disparo a favor de los caviares.

Shimabukuro no es de derecha ni de izquierda ni de centro, ni como quieran designarlo en ese arcaico lenguaje político. Shimabukuro es un operador que actúa a espaldas del país con autorización del Presidente de la República. ¿Recuerdan a los que votaron chillando por Montesinos, nunca más? Allí tienen a uno tratando de jugar ese rol, pero sin una pizca del pérfido talento del maquiavélico Vladimiro.

El presunto empresario Shimabukuro —es gerente de la empresa Kuroshima Ingeniería y Construcción— llegó al entorno de los que hoy gobiernan, a través de Dina Boluarte, en la campaña electoral para hacer aportes. Recordemos que doña Dina, la cantante, se especializó en juntar dinero para salvar a Vladimir Cerrón, el jefe de “Los dinámicos del centro” y para los fondos de una campaña cuyo origen nadie quiso revisar.

Cuando tras la segunda vuelta electoral se abrió la pugna sobre la validez de las elecciones, Perú Libre necesitó abogados y gastos varios y Shimabukuro contribuyó con el pago de las apelaciones e impugnaciones de Perú Libre. En el camino, terminó peleado con Dina Boluarte porque la doña es fiera aunque finja dulzura en público.

Entonces, Shimabukuro que ya conoce los hilos de los negocios con el poder —fue estafado por los hermanos Fujimori en un aprendizaje que le costó 300 mil dólares—pronto supo que el poder directo se instaló en la casa del pasaje Sarratea. ¿Cómo lo supo? Porque este hombre de 46 años de edad, según varias fuentes allegadas a un local de Chorrillos, está vinculado a los servicios de inteligencia desde mucho antes de que Castillo llegase al poder. De modo que tocó la puerta y el dueño de Sarratea, el chotano Alejandro Sánchez, colega suyo en el rubro “Hagamos negociados con el poder”, lo recibió con interés porque el japonés llevaba información a un entorno que carecía de información.

El episodio que dio lugar a que Shimabukuro se gane la confianza de Pedro Castillo ocurrió en la semana famosa de la debacle del programa Cuarto Poder de América Televisión (diciembre 2021). Shimabukuro anticipó a los de Sarratea que se iba a emitir un reportaje con la visita de Karelim López. Y el reportaje salió con Karelim López y otros ingresando a la famosa casa, incluso el propio presidente con gorra y ademán de pillo.

No fue solo ese dato. La confianza total se la ganó Shimabukuro en el curso de esa semana. Cuarto Poder anunció audios fatales y el país entero estuvo alerta. Un desesperado Castillo salió ante la prensa tratando de detener su desdicha diciendo: “Están tramando muchas cosas. Saldrán audios, videos, muchos editados”. Pero el domingo 5 de diciembre del 2021 el anuncio resultó un fraude y Cuarto Poder se hundió en el descrédito. ¿Quién evitó que ocurra ese programa revelador? ¿Quién salvó a Castillo? Las pugnas palaciegas hoy dan cuenta de que uno de los partícipes del operativo “Salvemos a Castillo”, fue Henry Augusto Shimabukuro Guevara.

Hoy Shimabukuro despacha en una oficina de la DINI que Castillo aceptó se instale en Palacio. No se registran sus ingresos y su auto particular de placa BAU-158 —no es del Estado— tiene un pase especial.

Esta historia tiene más aristas. Pero esta vez se necesitan respuestas para estas preguntas:

¿Por qué Pedro Castillo tiene a este personaje en Palacio sin dar explicaciones al país sobre su cargo y funciones reales?

¿Para quién juega Shimabukuru? ¿Realmente para Pedro Castillo o tiene nexos con Cerrón y Dina Boluarte?

¿A qué juega América Televisión? ¿Son sus propietarios los que promueven el sesgo en las informaciones pro-gobierno? o ¿El Comité Editorial de América Televisión y/o el director periodístico gustan de ser palaciegos?

Son preguntas que exigen respuestas.