La septicemia cultural que se generaliza en las realizaciones juveniles por medio del uso inadecuado de nuestras oscuridades legales, medios de comunicación (masivos, auxiliares o alternativos) y telecomunicación y al parecer el uso sustancias psicoactivas, necesita una reformulación educacional constante que nos induzca a añadir variables socioeducativas relacionadas a los procesos pedagógicos latinoamericanos. La relación existente entre educación social y la Pedagogía Social halla así mayor cimiento para que sus planteamientos vislumbren un mayor conocimiento de nuestras circunstancias. La comunicación y la educación como fenómenos de la práctica social revelan las posibilidades de la Comunicación Social como fuente y herramienta para la educación liberadora.
Este proyecto socioeducativo debe implicar casos de predominancia como la unión civil entre individuos del mismo sexo, adecuada en los últimos años a “matrimonio encubierto”, argucia que suma condiciones para el establecimiento de la perversión social circundante. No debe considerarse una igualdad del matrimonio, ni incentivar con esta consideración –en consecuencia– que los menores puedan declarar que ostentan una condición que difícilmente pueden comprender integralmente, considerando el factor psicológico. Con esta visión se ridiculiza la justificación, por situaciones diversas (siendo la depresión la más recurrente), de que un menor declare sobre su supuesta condición homosexual.
La posición natural sobre la regulación de determinados campos electromagnéticos que surgirá cuando el uso maquiavélico de instrumentos comunicativos y telecomunicativos se haga de conocimiento popular poseería un carácter de reformulación mundial. La forma en que la información se comunica bombardea perniciosamente la psiquis poblacional y concretamente de los adolescentes, aprovechando la incertidumbre y curiosidad imperante, para moldearlos a los fines del actual contexto social.
La principal causa es que los ideales que desempeñan los medios de comunicación están más cercanos al mundo que anhelan los jóvenes con visión inmediatista, al que algún día se incorporarán. El individualismo del ganador, el dinero como criterio de éxito y fracaso en la vida, el estatus social como único indicador de ser alguien en esta vida. Esta imagen debiera difundirse con el mismo poderío que sucesos de lejana importancia, pues sólo consiguen producir psicopatías a través una plasmación sin importancia y superficial.
Por otro lado, las sustancias psicoactivas que son empleadas sin control y ninguna pretensión curativa y médica debieran ser recurrentemente cuestionadas, pues la constante incurrencia de estas drogas en el comportamiento de jóvenes demanda en consecuencia un ineludible proceso de rehabilitación y reinserción social. Las instituciones juveniles deberían cobrar presencia con respecto a estos padecimientos de la sociedad y no lucrar pasiva y sistemáticamente por medio de propagandas que incentivan el uso inadecuado de nuestros derechos en los medios comunicacionales que subliminalmente conducen y alientan el uso de sustancias psicoactivas como síntoma de la enfermedad de los jóvenes.
Se hace preponderante reflexionar en torno al vínculo entre educación social y la pedagogía Social para educar al ciudadano en su vida cotidiana hacia la comprensión crítica de la información y los conocimientos que ellos proporcionan. Se reconocen los medios de comunicación como agentes de socialización, lo cual los vincula directamente con el proceso educativo y permite reconocer estos argumentos teórico-educativos como especialmente válidos en la labor socioeducativa del comunicador social, el cual desde la perspectiva analizada deviene en “el más vil de los oficios”.