Opinión

En busca de Ricardo Quesada

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Ricardo Quesada (1956-2011) fue un poeta urbano que caminaba por el centro de Lima. Editó Blue moon of Kentucky (Hipocampo Editores, 2004). Muchos lo recuerdan con sus lentes a lo Jhon Lennon, sus jeanes raídos y un morral que siempre cargaba colgando de uno de sus hombros y donde llevaba siempre sus plaquetas Desakato que repartía a diestra y siniestra. Algunos de sus títulos son: Chica Dark, Rituales para la sensualidad, El exilio, El ángel que no podía desprenderse de sus alas, One after 909, Tratado de lo obsceno, etc. Pero no siempre fue así, el poeta antes había trabajado para Centromin Perú y un descubrimiento tardío de Martín Adán, en 1982, lo llevó directo al parnaso literario.

Hace unos días, pudimos asistir al «Primer Encuentro Nacional e Internacional de Narradores ‘Sandro Bossio Suárez’” que organizó el poeta Giosuè Chico en Huancayo y aprovechando la ocasión reanudamos una directiva con el combativo bardo Gabriel Tiempo: visitar la tumba de Ricardo Quesada. Es así que nos dirigimos al cementerio de Umuto con una lluvia torrencial y después de cargar una pesada escalera para dejarle unas flores, leímos los poemas de su último texto “El Sur es el camino del desierto, pero también de los volcanes, los lagos, los ríos y el cielo azul”. Un pequeño homenaje al hermano caído.

Y como no existe casualidades sino causalidades, también se llevó a cabo un evento homenaje a Quesada dentro de la Antigil nro. 5 que organiza el escritor underground Miguel Fegale a espaldas de palacio de gobierno, y se editó la revista/fanzine “Aquella Cucaracha que anda” a cargo de Natalie Celio y que trae textos de Primo Mujica, Fernando Laguna y Carlos Valencia.

En mi poder guardo muchos poemas sueltos de Quesada, esa era su forma de saludar a los amigos, alcanzando sus plaquetas y conversando solo un rato para después partir. No era gregario. Y también viajar por Estados Unidos o Latinoamérica al modo de los beatniks o como hippie subte. Sus últimos días en Huancayo fueron de una tristeza infinita, solo los amigos le alcanzaban algunos alimentos o le daban hospedaje como el vate horazeriano Sergio Castillo, quien además hizo todo lo posible para que el entierro de Quesada fuera digno.  

Quienes quieran visitar a Ricardo Quesada, lo encuentran en el cuartel “Señor de los Milagros” F-19 de Umuto. Y siempre en sus poemas.

(Columna publicada en Diario UNO)

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