Opinión

Emilia Pérez, de Jacques Audiard (2024)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Imagina una película francesa hablada (y entonada, y cantada) sobre todo en español (medio masticado, hay que decirlo todo). Imagina una abogada desganada y casi deprimida por ayudar gracias a ‘sus buenos oficios’ a clientes corruptos. Es el trabajo… de abogada… Ahora imagina que un buen día la contacta un narco, no uno cualquiera, sino un narco ‘top’, la busca para que le haga un trabajito. Ella piensa: entre corruptos que no pagan tan bien y criminales que te pagan de lejos mucho mejor… más la emoción del cambio y un toque de peligro…

El narco a priori y de hecho feroz, de voz susurrante, el sujeto temible, dispuesto a todo… le confiesa que quiere ser mujer. Quiere que le consiga al especialista (eficiente, discreto) que necesita. Quiere -no menos importante- que la abogada ponga a salvo, en la bonita Suiza (en la blanquísima Suiza donde todo se blanquea), a orillas de un hermoso lago, a esposa e hijos pequeños. La abogada se coronará así de hada madrina todo-terreno.

Me interrumpo. Retrocedo. Repaso el intro (ya con canción, panorámica nocturna y atmósfera de ensoñación). Si se trata de ‘locuras’ -y ni tanto, en el sentido de que son miradas abarcadoras de la experiencia humana, y no simples caprichos-, el principio de Emilia Pérez huele a el principio de Mulholland Drive, otra obra posmodernista y vanguardista y surrealista y de homenaje compulsivo ‘multi género’ y más… Pero ¿qué quiere Audiard? La locura de la vida. Su potencial efectivo de transformación.

La operación de sexo es un cambio de vida masivo: se trata de transformarse para llegar a ser lo que se es. Así, un narco terrorífico y una abogada corrupta son en la verdad de su corazón (o inmersos en otras circunstancias más favorables) admirables activistas por los derechos humanos. ¡Somos buenos por naturaleza! Y Audiard quiere hacer a la vez una película militante, con responsabilidad y conciencia sociales. ¡Vaya!

Y para qué sirve este objeto escapista, ridículo, adorable, el musical. El musical te dice que la vida más que ser contada debe ser cantada. Que cantar es mejor que contar o que es la mejor manera de contar. Y que más que andada o corrida, la vida debe ser bailada, retando al gravedad. Ajá: un musical narco queer como vehículo de redención.  

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