Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Elogio crítico de Mario Vargas Llosa en su 88 cumpleaños

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Mario Vargas Llosa ha cumplido 88 años y se ha convertido, al fin, en el último anciano venerable de nuestra tribu y, seguramente, entre los que requieren de algún favor suyo se han erigido los besamanos y las pasadas de mano y de franela. Tal vez, los que gustan de sus libros recordarán algún pasaje o alguna anécdota que corresponda a sus persistentes lecturas y afectos. Los que odian y detestan todo lo que es superior rumiarán sus frágiles iras en sus diminutos espacios y solo pasará sobre ellos la nada y el viento del desdén del universo entero. Todo eso es meritorio y ejemplifica la categoría de cada quien pues cada uno juzga y valora según sus capacidades e intenciones.

El caso es que para todo los peruanos, les guste o no, MVLL es, desde hace más de medio siglo, el mandarín de nuestra literatura siendo descolocado únicamente por Miguel Gutiérrez en términos de destreza y ambición narrativa (hasta la fecha ambos no tienen rivales y están en la cima de los narradores aunque siendo abiertamente antípodas respecto de sus logros sociales y económicos).

Tal es la importancia de Vargas Llosa para los escritores peruanos que en el curso de las últimas dos décadas se me ha hecho inevitable escribir varios textos acerca del Nobel arequipeño, generalmente, en contra suya, pero tratando de ser justo, siempre.
En este orden de ideas, en un ensayo mío de hace dos años (Algunos Apuntes en los Márgenes de la Estética, la Inteligencia y el Marketing Literario en el Perú Contemporáneo) comparé al cumpleañero con Miguel Gutiérrez y sostuve (y sostengo) que respecto de la entrega a sus propuestas literarias y a la defensa de sus ideas políticas ambos autores son ejemplares, pese a que uno puede y debe disentir de las ideas de ambos.

Ahora, en lo personal, debo agregar que Conversación en la Catedral (la única obra que MVLL necesitó escribir o que se atrevió a escribir aún bajo el riesgo de matarse escribiendo a tal punto que de haber seguido en esa onda seguramente no habría vivido hasta estos tiempos) y La Casa Verde (que podría haber sido escrita por Faulkner si el bravo autor nacido en Mississippi hubiera conocido Piura y la Amazonía) se mantienen vigentes entre sus novelas. Las demás me parece que han envejecido mal salvo por estar llenas de curiosidades menores (como El Paraíso en la Otra Esquina o Travesuras de una Niña Mala). Ahora mismo reviso algunas páginas de varias novelas suyas y el lenguaje expuesto no me satisface. Lo hallo seco, sin vida. Puede ser una falsa impresión, pero desde hace mucho creo que sin el andamiaje técnico primordial de su propuesta inicial, su obra tendría muy poco que mostrar y ofrecer salvo que se asuma como entretenimiento. No cumple con la magna exigencia que Serge Diaghilev espetó a Jean Cocteau: ¡Étonnez moi! (anécdota conocida gracias al ensayo de MVLLL sobre Nabokov, etc.), pero ese es otro tema.

En todo caso, guardo distancias de todos aquellos que intentan negar a MVLL o que lo odian por un tema ideológico, pues creo que en ese campo, MVLL solo ha tenido la desgracia de estar a destiempo en cada una de sus intensas militancias, ya que cuando defendía el socialismo, esta doctrina era ya indefendible y cuando se pasó al liberalismo, pasó lo mismo.
Lo que nadie puede negar es que en ambos bandos demostró una testarudez y una belicosidad tremenda. Inclusive hasta el año pasado cuando no debería haberse preocupado por nada que no sea vivir tranquilo insistió en la literatura e insistió en la crítica política para mayor exaltación de aquellos que lo odian o que creen que pueden igualarlo sin realizar genuinas proezas.

Estas dos grandes pasiones singulares, la literatura y la política, lo enaltecerán siempre y lo vincularán de manera permanente con todos los grandes peruanos que han tenido un rol preponderante en el imaginario intelectual del país desde González Prada (de quien no debemos olvidar jamás que fue tan fino como poeta, como incendiario en su rol de ensayista político) pasando por Haya y Mariátegui (que fueron, en sus inicios, poetas) y hasta la actualidad.

Finalmente, MVLL ha ofrecido a la literatura peruana y a todo joven que imprime algunas líneas sobre un papel o un documento de Word en su computadora una inmensa lección de vida. Me refiero a que el autor de La Verdad de las Mentiras (enorme libro de reseñas literarias y ensayos breves sobre escritores) ha creído siempre que se puede escribir todo o acerca de todo siempre y cuando exista un impacto personal profundo en el autor (propósito imprescindible de todo gran escritor). Esta consigna es un mérito mayúsculo, y él la intentó cumplir durante casi toda la vida. El problema es que escribir todo o acerca de todo solo puede ser efectivo cuando se ha vivido todo o cuando se cuenta con el talento de un genio, pero MVLL no cumple con esa prerrogativa. Le falta gracia a su imaginación mecánica, le falta poesía y aliento. Aun así es importante, pero no solo por sus novelas sesenteras, sus premios o por su posición sino por su entrega a sus pasiones y por haber vivido como le vino en gana.
Considero, en este sentido, que la mayor virtud del gran viejo ha sido su afán polemista y el no temer medirse con cualquiera.

En la novela aprendió, sin duda alguna, de varios maestros, pero quiso retar a Flaubert y a Faulkner y no obtuvo pocas preseas por ese lado, pese a lo que he expuesto inicialmente. En el orden de las reflexiones o los ensayos, Historia de un Deicidio debe ser, dentro de la historia de la literatura, la más exhaustiva muestra de obsesión y agotamiento de las búsquedas y hallazgos de un escritor sobre otro escritor contemporáneo (MVLL estaba aún en su periodo más inspirado cuando compuso este ensayo portentoso). En el campo del pensamiento diverso y, sobre todo, político, Contra Viento y Marea es lo mejor que expuso. En este sentido, se midió, en el momento justo, hasta con Sartre y Camus, en este libro, cuando era prácticamente «nadie», lo que es un mérito respecto del peruano promedio en general y el escritor peruano promedio en particular. Gran actitud, gran pretensión, gran carácter (al menos, en el campo literario).

Se merece cumplir muchos años más y esperemos que así sea. Su presencia es benéfica para el mundo pese al insignificante odio «progre» y a que casi siempre hemos estado en desacuerdo con sus ideas.

Larga vida, viejo. Eres el último peruano al que se le puede llamar así (“viejo”) como una muestra de aprecio sin incidir en la farsa o el cinismo.

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