Hubo como en los otrora grandes partidos de fútbol del Colo-Colo frente a los agrandados del continente, triunfos ajustados. Otros han tenido algún logro holgado, pero el gran perdedor, aunque no de manera catastrófica después del caso Monsalve, fue la lista del oficialismo de Gabriel Boric que perdió 40 alcaldías respecto de 2021, hasta llegar a las 110. Y Chile Vamos, de la derecha tradicional avanzó 34, consiguiendo 121 sillones comunales. El Partido Republicano, de la derecha dura y achorada como se dice en Perú, por su parte, pasó de ningún municipio, a hacerse con ocho. Francamente, esperaba más de los republicanos, pero, en fin, lo que ves es lo que hay. Asimismo, la nueva formación ultraconservadora, el Partido Social Cristiano, ganó una alcaldía, al igual que el Centro Democrático, conformado por Demócratas y Amarillos. Los independientes, pasaron de 105 alcaldías a 104. Si bien el desastre no fue mayor para la izquierda, su retroceso se hizo palpable, en especial para los comunistas. ¿Comunistas en el s. XXI? Sí, Chile es un país excéntrico.
La jornada tuvo un récord de participación histórica, aunque dividido en dos jornadas de votación por lo enorme de la boleta de votación, mientras comienzan a abundar más ofertas electorales. La derecha no acaba de cristalizar en una unidad y se le percibe cada vez más fragmentada. Lo que me hace pensar, si será capaz José Antonio Kast, quien permanece en YouTube conquistando el voto de jóvenes “Sigma”, si podrá ‘hacerse’ con el Ejecutivo dentro de un par de años. Como sea, nada está escrito.
Sin embargo, para conocer mejor un fenómeno electoral es mejor hacerlo desde una mirada literaria. El escritor chileno Juan Eduardo Oda comentaba en LinkedIn la experiencia de estos días, sobre todo por la boleta “de mantel de color burócrata daltónico”. Al menos, en Perú tenemos colores bonitos para nuestros “150 mil candidatos”.
«Menos mal que cuando me entregaron el voto el domingo pasado no era septiembre, que si no me lo llevo para hacerme un volantín, es que era gigante. Si hasta pa´mantel de restaurant hubiese servido. Adelante de mí me tocó justo una abuelita. El vocal me dijo que tuviera paciencia que la ancianita tenía 97 años, bravo por ella, así que esperé feliz, contento por la lección cívica de la honorable dama. Ahora viene la reflexión. Todo este cagazo de votos interminables es culpa de la Sra. Bachelet y su plan para dañar la democracia y ha permitido que tanto candidato penca-incluso con un 1% de votación-llegué al Congreso. Es que imagine, son 22 partidos actualmente que se arrancan los ojos entre ellos por un miserable cupo. La democracia funciona cuando llegan los mejores al poder, obvio. Asimismo, funciona cuando los votantes saben por quién votan, también obvio. De qué sirve una democracia, si la cantidad de candidatos evita que uno los conozca; o sea, honestamente, nadie se lee más de cien declaraciones de principios. Habría que estar muy aburrido. Hay que reducir los partidos y los candidatos con urgencia. Eso le cuesta mucho dinero al Estado; en realidad, a los que pagamos impuestos. Además, cuando muchas cucharas se meten en la sopa, ésta se echa a perder, como nos enseñaron nuestras madres. Más partidos significan menos consensos y peor aún, darle acceso a la política a tanto ‘pelota’ que llega a vivir del esfuerzo ajeno. Cuando salí de la urna, afuera me esperaba mi esposa y me dijo: pucha, no pude votar por mi candidato a concejal; es que no lo encontré en la papeleta. Estoy seguro que como ella muchos».