Mario Hart y Zumba, candidatos al Congreso. Abajo, líderes con mayor intención de voto (salvo Toledo, ya desaparecido).
La política en tiempo de elecciones presidenciales en el Perú (léase: la oportunidad quinquenal de que se presente la virgencita para asegurar económicamente a la familia y descendencia), siempre es una buena oportunidad para refrescar la idea de que la solución no está ni en los “partidos tradicionales”, ni tampoco en los “outsiders”. ¿En quién entonces? ¿En un caudillo? ¿En un líder mesiánico? ¿En un nuevo colectivo? El problema es más grande y la solución bastante difícil.
Hace unas semanas, cuando se plantearon los nombres de los candidatos a la presidencia, la “fusión” entre el APRA y el PPC nos mostró que, en el país al sur de Macondo, todo es posible. La izquierda unida, más desunida que nunca, nos mostró también que no somos sólo el país de todas las sangres, sino y sobre todo, de todas las ambiciones. La aparición de Guzmán como el “outsider” nos recordó la lapidaria frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Pero si no le gustan, tengo estos otros”. El fujimorismo no se queda atrás y evade con maestría escénica preguntas sobre, por ejemplo, la liberación de Fujimori en caso Keiko llegue al poder, y desconvoca a las defensoras más recalcitrantes de su líder ¿recuerdan a las chicas superpoderosas? Ellas. Acuña recibe un huevazo lanzado por un aprista y de pronto el «atentado» lo convierte casi en el Kennedy peruano. PPK baila el ritmo del cuy y se coloca sombrero de paja blanca en la ardiente Piura, siempre sonriente hasta el calambre; Nano Guerra se deja besar por quien quiera porque eso vende, y ahora llama a marchas anti aborto y niega la posibilidad de reconocer la unión civil apelando a la mojigatería nacional, concentrada en Lima, la tres veces coronada Villa de los Reyes. Y recién estamos entrando a la fase tibia de la campaña.
La semana pasada, el modelo, piloto y participante del reality más cuestionado el país, “Combate” (cuestionado por el paupérrimo nivel de cultura general de sus participantes y sus respuestas de antología, pero sobre todo por el enorme alcance e influencia que tienen entre los más jóvenes, ahora votantes en potencia), Mario Hart, fue convocado por esa fusión de realismo mágico APRA-PPC para postular al Congreso de la República porque “representaba a los jóvenes que buscan una vida digna”, como lo definió Lourdes Flores Nano, (eterna) candidata a la vicepresidencia. Hoy, en una muestra más de que todo es posible, el Partido Nacionalista, liderado por Nadine Heredia y cuyo candidato presidencial es Daniel Urresti (a quien acompaña Susana Villarán como candidata a la vicepresidencia), decidió no quedarse atrás y convocó a otro combatiente: Óscar Benítez, más conocido en el mundo de la farándula como “Zumba”, información que confirmó Ana Jara vía telefónica a El Comercio.
Si el APRA-PPC tiene a Mario Hart, el Nacionalismo tiene a Zumba.
Las redes se encienden entonces, la indignación es un tsunami que arrasa con todo, el Facebook arde. Pero, un momento. Cuando Lourdes Flores dice que Hart representa a la juventud (y cuando el Nacionalismo capta a Zumba para no perder su cuota de simpatía entre la muchachada votante), no se equivoca. Ellos representan, efectivamente, a nuestra juventud, nosotros ya no somos la juventud (hace rato). Miles de jóvenes se apiñan uno sobre el otro en las calles de La Victoria, Jesús María o Santa Beatriz (donde están los sets de televisión de “Combate”, “Bienvenida la tarde” y “Esto es guerra”), y que hace colas de horas bajo el sol o la garúa, llegando incluso desde muy lejos para entrar (acompañados de sus madres, por ejemplo, llenando el Estadio de San Marcos) al set de televisión, y a la que no le importa no comer ni tomar agua con tal de alcanzar a ver, aunque sea un ratito, la sonrisa de sus «ídolos»: sus combatientes, sus guerreros. Sus cobras o leones. Y esto se ha replicado en regiones cada vez que los chicos reality salen de gira al interior. Nadie puede negar que ellos sí son la juventud peruana.
Lourdes y Urresti no se equivocan, Hart y Zumba representan a buena parte de la juventud, sólo que para alcanzar esa «vida digna» (frase que disfraza la justificación de jalar votos para sus intenciones) no hace falta estudiar, sino cultivar el cuerpo para luego tentar la fama ¡oh, la fama! y exponer las miserias sentimentales de cada uno en señal abierta, enamorarse bajo las cámaras y dar a luz en señal abierta. Eso da dinero (mucho dinero), da portadas de periódicos, programas de espectáculos con presencia asegurada durante 6 horas al día, todos los días, álbumes que se regalan con esos diarios, alquileres de chambelán para quinceañeras a nivel nacional, ingresos netos, y a eso se reduce, tristemente, la justificación de estas convocatorias que pintan de cuerpo entero nuestra también triste realidad. “Zumba”, finalmente, luego de algunas horas, desistió de participar en contienda electoral porque “no quería manchar su imagen como artista”. Nunca mejor explicado.