Opinión

El zorrito “Run Run” tiene mucha hambre

Lee la columna de Rodolfo Ybarra.

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El zorrito “Run Run” tiene mucha hambre. Se come las gallinas y los patos de los vecinos. Rebusca en las bolsas de basura. Se sube a los postes de luz y se come a las palomas, también se come a las ratas que raudas y temerosas cruzan por los cerros aledaños. Y por la madrugada caza lo que sea hasta los bichos, arañas y cucarachas, no se libran de ser devoradas.

Una vez probó que podía comer raíces, verduras podridas y mazorcas de choclo y se los comió de canto a canto. Se comió también restos orgánicos de un desmonte y un pedazo de tronco. Y como vio que podía comer más cosas, probó con comerse aparatos electrodomésticos, así de a poquitos, royendo por un costado y sacando de cuajo primero las partes de plástico. Hasta que se comió una radio a pilas y un televisor viejo abandonado en una azotea y un micrófono que un periodista inexperto le acercó a su hocico, por algo es un zorrito del Perú profundo y no de cualquier otro lado. Nadie sabe cómo fue ni qué pasó.

El adolescente quería una mascota y la madre le dio cincuenta soles, “cómprate un perrito en el Mercado Central”, le dijo. Era verano y hacía un calor insoportable, más el encierro de la pandemia, el estrés y sin poder salir a ningún sitio, un nuevo miembro contentaría a esta familia que vivía en un asentamiento humano.

El muchacho estaba emocionado, ya sabía lo que quería: un lanudo “siberiano”. Pero cuando llegó al lugar indicado solo encontró perros chuscos entre gatos y unos animales exóticos como tortugas, monos y lagartos. Sin embargo, cuando estaba por irse, vio un animalito herido que apenas se movía, le dio mucha ternura y lo escogió no sin antes pagar en billetes de 10 soles.

El vendedor le dijo que era “siberiano” cruzadito con “perro chino” y tenía su pedigrí y bla bla bla; y así dentro de una canasta lo trajo a casa y lo crió por varios meses notando que algo pasaba con su mascota porque no ladraba, miraba con ojos fijos, tenía un olor extraño y la “trompa” le había crecido más de la cuenta. Aparte que no dormía y se la pasaba en vela, vigilante.

Cierto día, como en las películas de terror, hubo rayos y centellas sobre Lima y el “siberiano” a quien habían puesto de nombre “Run Run” porque no ladraba, solo emitía un roznido, saltó de la canasta y se echó a correr despavorido. Saltó los muros con mucha facilidad, brinco de techo en techo y desapareció en la noche. Y desde ese día ya nadie pudo atraparlo.

“Run Run” se hizo amigo de los perros y comía todo lo que encontraba. Pero su hambre fue creciendo de forma anormal. Y fue así como empezó esta historia. Y aunque sus dueños lo llamaban, “Ruuuuunnnnn Ruuuuunnnnn vuelve a casa” solo se acercaba a comer y salía corriendo. Su hambre descomunal se hacía insaciable hasta que un día, ante tantas quejas de los vecinos, salió en televisión “en vivo y en directo”. Y así a su acostumbrado menú y su comportamiento dizque errático, le sumó comerse a todo un país.

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