Por Tino Santander
El 2 de octubre millones de peruanos votaremos en blanco o viciado; será un voto de protesta contra la llamada clase política, el parlamento, y el gobierno. Los ciudadanos están convencidos de que estas elecciones regionales y municipales son una disputa de mafias que buscan afianzar su poder. Ninguno de ellos suscita la adhesión popular, al contrario, son repudiados por sus antecedentes y sus pueriles promesas electorales. Les transcribo queridos lectores diversas opiniones para que tengamos una idea de cómo piensan los peruanos que no tienen voz en los medios de comunicación tradicionales.
Hermes Cauna, dirigente del Frente de defensa ambiental de la zona aimara de Puno, me dice: “…Estas elecciones no van a cambiar nada en las regiones, votamos cada cuatro años para que todo siga igual. Los candidatos son financiados en su mayoría por el crimen organizado y los proveedores del gobierno regional y municipal. La regionalización es una farsa. El voto viciado y el ausentismo crece en Puno”.
Leocadio Zavala Lezama, dirigente campesino del Cusco: “La región ha recibido aproximadamente veinte mil millones de soles desde el 2003 hasta la fecha por el canon del gas de Camisea y no sabemos dónde está el dinero, porque, no tenemos carreteras, ni hospitales, ni escuelas, menos un tren hacia La Convención, tampoco un parque industrial. Los gobernadores de la izquierda y los alcaldes se han robado el dinero; son corruptos. Votar por ellos es ser cómplice de la corrupción”. Voto viciado.
Micaela Silva, me dice: “los jóvenes no estamos identificados con ningún candidato a la alcaldía en Lima; nunca podríamos votar por Urresti, acusado de violar campesinas. Escuchar el testimonio de esas mujeres es desgarrador. No comprendemos, cómo alguien como él puede ser candidato. Tampoco podemos votar, por el Sr. Aliaga, que vive en la edad media y que cree que los jóvenes somos tontos. Forsyth, no esta preparado, se nota su incultura, es un improvisado, nos parece lo más degradante de la política”.
Enrique Rodríguez, pequeño empresario textil de Gamarra me dice: “votar nulo o viciado, es un deber. Es la forma más democrática de protestar contra el sistema político imperante. Los bancos amenazan a las familias emprendedoras con quitarles sus casas, sus autos, y maquinarias de trabajo; los candidatos no dicen nada de este tema, porque, están al servicio de los grupos de poder económico. Además, son risibles sus propuestas sobre seguridad ciudadana”.
La democracia en el Perú es una farsa. 10 millones de peruanos sin agua; 450 mil mineros informales abandonados por el Estado; 83% de agricultores sin acceso al crédito, ni a fertilizantes; 175 mil millones de dólares es el déficit en infraestructura social y productiva que afecta a todo el país; el fracaso de la inversión pública y la desconfianza de la inversión privada; la corrupción de los gobiernos regionales y locales; el 25% del territorio nacional está controlado por el crimen organizado; la falta de partidos políticos; el parlamento y el poder judicial repudiados.
Esta realidad no es una fantasía de los radicales o subversivos. La describe la Controlaría General de la Republica[1] y las investigaciones sobre el déficit de infraestructura[2], que concluyen en la necesidad de hacer una profunda reforma económica, social, y política, si no, tendremos una revuelta popular de impredecibles consecuencias. Por eso, el voto blanco y viciado crece como una opción democrática para que la clase política no se olvide que está sentada en un barril de pólvora con la mecha encendida.
[1] Ver El estudio de la Contraloría General de La República “Efectividad de la inversión pública a nivel regional y local durante el período 2009 al 2014”. Que describe las graves dificultades de la inversión pública y la corrupción en el Perú.
[2] AFIN “Plan Nacional de Infraestructura 2016-2025”