Cultura

El último duelo de María Emilia Cornejo

Pasajes poco conocidos de la vida de la poeta peruana María Emilia Cornejo: su embarazo, su hermana gemela y su estadía entre el jirón Trujillo y Caja de Agua de San Juan de Lurigancho.

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María Emilia Cornejo. (Foto: Río Hablador)

Por: Hélard Fuentes Pastor

El último duelo de María Emilia Cornejo fue largo y espinoso como los fantasmas que ocuparon su habitación. Aquellos días de agosto, apenas un brillo tenue en sus ojos almendrados, dejaba notar la tristeza de una mujer tímida y silenciosa que caminaba por jirón Trujillo, donde quiso establecer su hogar, pero enfrentó una ruptura amorosa y un aborto a los tres meses de embarazo, sepultando su deseo de maternidad, incluso de vivir. En su peor momento, meditabunda y temblorosa, con una receta médica en sus manos, recorrió varias boticas y compró los somníferos que pondrían fin a su tragedia. Volvió a la casa y cuando cayó la tarde, recibió la visita del dirigente barrial Emilio Horna. Tomaron unos vasos de ron y al rato su amigo se marchó. Durante la noche, continuó bebiendo y combinó el alcohol con una sobredosis de tranquilizantes, sola y agonizante, al sentirse mal pidió auxilio.

Oswaldo, aún su esposo, acudió a su llamado e intentó socorrerla. Al notar que no reaccionaba, la trasladó a casa de sus padres (Susana Reisz, 2021). Amador y Aida, conmocionados al ver a su hija postrada, la llevaron de inmediato al Hospital Central del Seguro Social del Empleado (hoy Eduardo Rebagliati) para intentar reanimarla; no obstante, la muerte se anticipó con un edema pulmonar agudo. El reloj se detuvo un cuarto para las 2:00 de la tarde, un 4 de septiembre de 1972, tal y como se anota en el informe policial del comisario Alfredo Cárdenas Gambini (Jesús María, Lima, 18/09/1972), que semanas después permitió inscribir la partida de defunción No. 235 del 26 de dicho mes.

Acta de difunción.

La muchacha inquieta y apasionada que terqueaba con el machismo y la pacatería de la época, ya no se escondería tras la sonrisa complaciente de una adolescente aprendiendo del desamor. A sus 23 años, la asidua lectora de Simone de Beauvoir, trascendió a su propia historia y a los versos que escribió en las aulas sanmarquinas de Literatura para convertirse en un mito o paradigma de las letras peruanas. Pedro Casusol (2020), afirma que la ‘leyenda’ de María Emilia Cornejo, se debe en gran medida a la intermediación del poeta-editor Isaac Rupay que en su revista «Eros» de 1973, publicó los tres poemas de la autora limeña bajo el seudónimo de María Márquez: Como tú lo estableciste, Soy la muchacha mala de la historia y Tímida y avergonzada. Ese mismo año, su mención en la antología de Alberto Escobar, le otorgó un meritorio lugar en la producción nacional.

Hasta el matrimonio, María Emilia era una jovencita de izquierda bastante entusiasta que, junto a su hermana, Ana María, se entretenía leyendo a diferentes autores. A ambas, no solo las unía una fecha: 15 de agosto de 1949; también la complicidad de dos hermanas que abrieron los ojos a la misma hora, 6:45 de la tarde, en la casa No. 152 del jirón San Martín de Pueblo Libre. Entonces, su padre, Amador Cornejo Valdivia (n. 07/03/1919), natural de Tacna, frisaba los 30 años de edad, y su madre, Aida Calderón Gastón (n. 1924), natural de Lima, los 25 años, ellos ya tenían una hija, Mercedes Sofía, nacida el 23 de septiembre de 1945. No se equivoca Casusol, al señalar que la familia debió establecerse en la «cuadra quince de la avenida Bolívar», donde afirma que vivió la mayor parte de su vida; asunto que demostramos documentalmente con el registro civil.

Las hermanas gemelas Cornejo.

Desde pequeña, la poeta estuvo vinculada a la labor social de la iglesia que desarrollaban actividades comunitarias en Comas, antecedente de su incorporación a la Unión de Estudiantes Católicos (UNEC). Sucedió en el momento preciso pues sus contemporáneos estaban imbuidos en la teología de la liberación. En dichas circunstancias, aquel hermoso rostro mestizo y esas delicadas cejas angulosas, llamaron la atención del chalaco, Oswaldo Jorge Márquez Portal (n. 26/05/1945), su futuro esposo. Ese romance debió ser tan apasionado que el 14 de enero de 1971, contrajeron matrimonio. Él tenía 25 y ella 21 años. Él vivía en la avenida Conquistadores No. 470 en San Isidro y ella en Bolívar No. 36 de Pueblo Libre. Ambos, estudiantes, en la Universidad Nacional de Ingeniería y de San Marcos, respectivamente. Aunque muchos afirman que María Emilia se casó bastante joven, en aquella época, no muy distante a esta, tales uniones fueron comunes y jugaba un rol fundamental la fe católica. Vale señalar que la unión se realizó en la UNEC, teniendo como padrinos a dos amigos cercanos a la pareja: Luis Chasseloup y Cruz Estrella Mendoza. Luego se mudaron a Caja de Agua en San Juan de Lurigancho, donde llegaron varios «unecos». Allí compartió con personajes como Susana Villarán o Alberto Rutté, precisamente –sostiene Pedro Casusol– Rutté alquiló a la pareja un espacio en jirón Trujillo.

Desconocemos los conflictos por los que pasó la pareja provocando su separación. Lo cierto es que aquel distanciamiento marcó a María Emilia, dejándose a la bohemia con la cual intentó resolver su ausencia. No solo se trataba del distanciamiento de su marido y la pérdida de su futuro hijo, además el vacío que habían dejado sus amistades, los más cercanos se mudaron y otros estaban sumergidos en sus propios problemas, tal y como desprendemos de la investigación de Casusol.  

María Emilia Cornejo acompañado de otros escritores.

Según comenta Susana Reisz (2021), Oswaldo nunca quiso hablar de ella y «extrañamente, también él terminó suicidándose muchos años después, pese a que se había vuelto a casar y a que había tenido un hijo». No tengo medios probatorios de que «Coco» –por su segundo nombre– se haya quitado la vida, incluso personalmente, descreo de esa afirmación; eso sí, luego de enviudar, volvió a contraer matrimonio, un 3 de noviembre de 1976, y tuvo un hijo en mayo del año siguiente. El enlace nupcial se produjo en el distrito de Chaclacayo y ambos ya vivían en la calle Los Robles No. 682. Oswaldo tenía 31 e Isabel 24 años. Asimismo, él logró cierta independencia como comerciante, a diferencia de su padre, Ismael Márquez, que siempre fue empleado en una entidad, y su madre, Petronila Portal, dedicada a las labores domésticas en el contexto de modo de vida arraigado durante el siglo XX.  

Acta de nacimiento de María Emilia Cornejo.

La década de los 70 tiene una connotación especial en la poesía peruana. Sobrevino una reactualización de los paradigmas literarios femeninos y María Emilia Cornejo, sin proponérselo, pasó a la historia como una leyenda sostenida en tres pilares, dos de ellos de carácter biográfico: 1. La vida íntima de la autora; 2. Su vinculación con escritores de la trascendencia de Charo Arroyo, Enrique Verástegui, Hildebrando Pérez o Rosina Valcárcel, entre otros; y 3. La naturaleza de sus poemas y las polémicas que ha desatado «Soy la muchacha mala de la historia», cuando se especuló que los versos no fueron escritos por ella, asunto aclarado por el escritor José Rosas Ribeyro, quien menciona que junto a Elqui Burgos, hicieron un trabajo de «edición y montaje» después de la muerte de María Emilia a pedido de Hildebrando Pérez, es decir, los versos son de ella, sin embargo, «la arquitectura de esos 3 poemas» serían fruto del trabajo de Rosas y Burgos, que finalmente se publicaron en la revista de Rupay, quien recibió aquellas páginas mecanografiadas con la expectativa de encontrar una voz auténtica y perenne. Así sucedió. Su producción, aunque breve, siempre será recordada y aludida.

La muchacha mala de la historia

soy
la muchacha mala de la historia
la que fornicó con tres hombres
y le sacó cuernos a su marido.
soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad
hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril,
soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia.

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