Texto y fotos: Arturo Gutarra
La tarde del cuatro de enero resultó ser un día grisáceo para la familia Vera Briceño y para los vecinos del sector Ex Larrea. Aquella tarde solo reflejaba miradas decaídas con rostros cubiertos hasta la altura de la nariz. Las mascarillas y lentes tomaron un rol importante para disimular un dolor ajeno que, hasta a los hombres de prensa, nos causó una indignación y sobre todo un dolor inexplicable. El último adiós de Karen fue entre lágrimas.
A las 11:30 a.m. una voz resonaba en el silencio profundo entre los vecinos, familiares y algunos periodistas. El bonito gesto del padre de la iglesia mochera brindaba una misa para el angelito, sus palabras del sacerdote daban ese aliento que provocaba la calma para la familia destrozada.
Al promediar el mediodía, personal de la funeraria se encontraba preparado para retirar el pequeño cajón blanco, un cajón llamativo y significativo para todos. La impotencia que contrajo Agustina fue enorme, sus sentimientos encontrados se cruzaron, sin embargo, familiares de la pobre mujer la detuvieron para intentar calmarla.
En el transcurso de la caminata con un sol intenso se fueron sumando varios vecinos con carteles en apoyo a la familia en duelo. Los mensajes expresaban la indignación que provocó la muerte de la niña. El tramo de las calles se tornaban largas, pesadas y tristes. Al momento de llegar a la entrada del puente Moche, familiares y amigos se montaban en motos, motocargas, taxis y en una camioneta de serenazgo.
El viaje de los ocho kilómetros demoró aproximadamente un 15 minutos. Las autoridades esperaban formadas la llegada de la menor que conmovió al Perú. Un escenario donde funcionarios y colaboradores contenían el sufrimiento ajeno en el pecho. En el corto discurso el Gerente Municipal prometiendo que se hará justicia.
El cementerio de Moche se encuentra pasando la carretera mochera, en un mural lleno de diseños católicos que eran consuelo para los creyentes, a paso acalambrado y temeroso ingresaron 12 familiares al cementerio donde fue sepultada la pequeña Saraí. Diversos periodistas registrando el momento cuando la madre repetía con dolor: «Hija dame fuerzas que se me están agotando».
Los desmayos de Agustina eran consecuentes a cada paso, no es fácil avanzar mientras ves un pequeño cajón blanco y sabes que el cuerpo de tu pequeña hija esta dentro. Para despedirse, Agustina dejó una rosa blanca, rosa blanca mientras el féretro blanco era enterrado con arena y con un fresco cemento encima.
En las afueras del cementerio una sola voz reclamaban repetían «justicia, justicia y justicia». «Seria poco cadena perpetua», declaraba una vecina hacia los medios.
«Siento que estoy en un sueño y quiero despertar, para ver a mi karencita viniendo a visitarme». Fueron las palabras finales de la abuela.
Descansa en paz, K.S.V.V.