Opinión
El último acto de Nicolás Yerovi
Casi un año después de presentar su último libro, la FIL 2025 le rindió un merecido homenaje póstumo en el auditorio Eielson.
Por estas mismas fechas, hace apenas un año, Nicolás Yerovi presentó su último libro: ‘Monos y Monadas – La sonrisa perdurable’. Aquel volumen de 263 páginas era más que una recopilación de ocurrencias; era un testamento de ingenio que hilvanaba las voces de tres generaciones: Leonidas abuelo, Leonidas padre y él, Nicolás, el nieto que abrazó con devoción el legado familiar, haciéndolo suyo, elevándolo al arte y a la risa.
Aquel 3 de agosto de 2024, en el auditorio César Vallejo de la Feria del Libro de Lima, el humor y la memoria se abrazaron en un acto apoteósico. Recuerdo haber fruncido el ceño de disgusto por la elección del presentador —un personaje que poco tenía que ver con el universo Yerovi—, pero eso no impidió que nos riéramos como niños. “Tanto mi abuelo como mi padre se dedicaron como salvavidas a cultivar la gracia, la sátira y el ingenio”, dijo Nico, entre carcajadas suyas y nuestras. No sabíamos que era su despedida.
Cinco meses después, el 19 de enero de este año Nicolás partió a la posteridad. Su ausencia nos dejó huérfanos de su pluma afilada y su sonrisa generosa. Ese enero fue para mí el mes más oscuro: apenas diez días antes, el 9, también se fue Picasso, mi fiel compañero de cuatro patas.
Íbamos a encontrarnos en ‘Juanito’ la tercera semana del mes con tertulia de café negro y butifarras, para rajar con cariño de ciertos pasajes de la literatura, y, sobre todo, para seguir soñando con el material que Nicolás tenía guardado en un baúl invisible, esperando el momento justo de ser desempolvado para recopilar más ediciones de las aventuras de ‘Monos y Monadas’. Pero él ya no llegó. Se fue sin aspavientos, directo a hacer reír a la eternidad.
Hoy celebro que, en esta edición de la FIL 2025, casi un año después de aquella noche inolvidable, la Cámara Peruana del Libro le haya rendido un homenaje póstumo en el auditorio Eielson. Porque, aunque el Perú ya no podrá reírse igual sin Yerovi, nos queda la esperanza, terca y luminosa, de seguir construyendo un país con memoria, cultura… y sentido del humor.
(Columna publicada en Diario UNO)