«Tanto el FREPAP como UPP vienen trabajando desde hace años, sin prisa pero sin pausa, en el interior del país. Los primeros con la religión como bandera, los segundos apelando a una justicia radical para solucionar los problemas del Perú. Ambos tienen algo en común: nunca fueron tomados en cuenta.»
Las elecciones extraordinarias
para el Congreso 2020 – 2021 ha traído más de una sorpresa y no pocas
indigestiones para muchos nuevos politólogos, opinólogos, influencers,
periodistas, memólogos (la profesión del futuro), publicistas, marketeros,
sociólogos y antropólogos con acceso a los desesperados y alarmados paneles de
análisis de realidad nacional que, desde ayer domingo y hoy lunes (y seguro lo
que queda del año y mientras les dure el Alka-Seltzer), intentan explicar qué
fue lo que pasó ayer en el Perú –que es Lima, como siempre– para que las
elecciones congresales los hicieran despertar menos limeños que siempre y más
peruanos que nunca.
Todo empezó -cuenta la leyenda-, con el “Tiburón Challenge”, esa suerte de reto idiota que algunos gringos idiotas suelen poner de moda cada cierto tiempo y que miles repiten idiotamente en todo el mundo (como filmarse saliendo del auto en pleno movimiento para ponerse a bailar en la pista y luego volver a subirse sin medir las consecuencias), quizá para sentirse a la moda o tal vez para sentirse algo gringos, quién sabe. En las redes sociales entonces se pedía que, si ibas a votar en blanco o viciado, mejor le dieras el voto al pescadito del FREPAP. El pescadito se convirtió entonces en Sharknado. El pescadito se convirtió en un tiburón que devoró a no pocas pirañas. Pero ¿es acaso el regreso del FREPAP al Congreso el resultado de una campaña de memes en redes sociales? ¿Puede un meme definir en estos tiempos un proceso electoral? ¿Tanto Magnesol nos hace falta?
Algo parecido ocurrió con el
partido de Antauro Humala, Unión por el Perú (UPP), sólo que en este caso no
hicieron falta memes. Mientras en Lima –que era hasta ayer el Perú– las
izquierdas se trompeaban entre ellas todos los días desde hace meses en privado
y en señal abierta, en el sur del Perú los antauristas continuaban repartiendo
sus diarios vestidos de reservistas del ejército, megáfonos en mano, anunciando
los planes de gobierno que, desde la cárcel, desarrollaba su líder. Nadie los
vio desembarcar en la unánime noche. Pero a medio Lima –que es el Perú– se le
cayó la mandíbula cuando vio el símbolo de la “V” en los 18 escaños que alcanzó
con votos de medio país. 18 curules que convierte a la izquierda radical en la
segunda fuerza política en el Congreso de la República ¿Qué ofrecían en sus
planes de gobierno? ¿Cómo aparecieron de pronto en las pantallas 4K en horario
estelar de la tele peruana un domingo por la noche?
Tanto el FREPAP como UPP vienen
trabajando desde hace años, sin prisa pero sin pausa, en el interior del país.
Los primeros con la religión como bandera, los segundos apelando a una justicia
radical para solucionar los problemas del Perú. Ambos tienen algo en común:
nunca fueron tomados en cuenta. Los olvidados del Perú –que es Lima– terminaron
desterrando a varios partidos chicos de Lima (asociaciones de empresarios, en
realidad, que buscaban llegar al poder) y terminaron sepultando a otros que
parecían imposibles de desaparecer, esa suerte de zombies políticos que se
aferraron por décadas a la mamadera del Estado. Los periodistas no sabían
siquiera cómo se llamaban los candidatos de estos dos partidos políticos que
resultaron los más votados. Jamás los llamaron para entrevistarlos. Jamás les
consultaron sus opiniones. Nunca se sentaron frente a pantallas de TV ni en las
mesas de las radios. Cuando la prensa vio luego de las 4 p.m. que el pescadito
estaba puntero, empezaron a buscar entre los colegas los teléfonos de los
candidatos. Nadie tenía nada. El único contacto visible fue el hincha israelita
que consiguió llegar a Rusia a ver a Perú en un mundial porque su presencia era
“pintoresca”, “exótica”, porque “podía dar suerte”.
Cuando en la noche las redes se
enteraron que uno de los nuevos congresistas era un israelita que trabajaba
como ambulante y que su campaña le había costado 3 mil soles, la cosa se desvió
al racismo y a la “falta de educación de los postulantes”. Cuando Beto Ortíz le
preguntó a José Vega Antonio, Secretario General de UPP, cuál había sido el
secreto, este respondió “el trabajo con los jóvenes”. ¿En qué consistía este
trabajo con los jóvenes? Una de las propuestas de este partido es
“profesionalizar” los juegos de video, y por eso entregaba ayudas económicas a
decenas de jóvenes que se pasaban la vida jugando Dota y otros juegos on-line en
las cabinas de Internet. Estos jóvenes son pues, parte importante en este
triunfo electoral. Y así como Puno ponía a Nidia Suca de congresista por UPP,
Arequipa colocaba a Edgar Alarcón, ex contralor de la república cuya bandera de
campaña es promulgar una ley para expulsar a los venezolanos del país.
El turno de los olvidados no es algo que debiéramos tomar como una frase romántica. Es en realidad una seria advertencia sobre el olvido en que ha caído el resto del país: esas zonas extensas que rodean Lima hasta las fronteras del Perú y que nos muestran los dominicales para visitar cada vez que el gobierno decreta feriado largo. Y no es poca cosa ese tema.
Los grandes perdedores de esta
contienda electoral son los fujimoristas de Fuerza Popular. De tener 73 curules
en el Congreso y, por tanto, de tener el poder absoluto con sus alianzas y
entripados, pasaron a tener 12 escaños (qué ironía, la misma cantidad que el
Frente Amplio). Lo cierto es que este año que viene se presenta interesante por
la configuración del escenario político, porque en el Perú –es cierto– nadie se
aburre. La foto final quizá sea algo más perturbadora: el actual alcalde Muñoz
reunido con Raúl Diez Canseco y Vitocho García Belaúnde, celebrando lo
inexplicable: que Acción Popular sea el partido con más escaños en el nuevo
Congreso. Pensaba escribir sobre Solidaridad Nacional y el APRA, pero no está
bien hablar de los muertos. Que descansen en pez.