Opinión

El tren de Porky que no llega…

La verdadera historia del tren surgió en la Municipalidad Metropolitana de Lima durante la gestión del alcalde Alberto Andrade.

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Por Maruja Valcárcel

Es importante queridos lectores que no pierdan línea de lo que les contaré. Se trata de un tren que desde hace muchos años está esperándonos, sí, esperando por nosotros, ciudadanos de primera clase, de esos que se levantan temprano, de los que tienen que dejar a los niños en el colegio, o ir al mercado para tener todo listo a la hora de regresar y preparar el almuerzo para toda la tropa, según sea su grado familiar. Me refiero al tren de Porky, y les contaré cómo empezó esto.

Hace algunos años, siendo alcalde de Lima, el Gordo Alberto Andrade, me había llamado para, desde mi cargo de regidora, como Presidenta de la Comisión de Transporte Urbano masivo, me encargara del caos que se presentaba con cientos, miles de microbuses, taxis, colectivos y demás que hacían invivible ir de un lado a otro de la ciudad. Yo pensé que no era tan complicado, que era cuestión de pensar en transporte masivo. Es decir, unidades de transporte que llevaran la mayor cantidad de personas por viaje, de manera segura y rápida. Se me ocurrió que nada mejor que los trenes.

Muy bien. Una tarde de esas, en que yo salía de la Municipalidad, Enrique Zileri, el Director de Caretas iba por su café y nos juntamos para conversar sobre lo que pasaba en el país. Se nos juntó Alberto Sánchez-Aizcorbe, un arquitecto que también laboraba en Caretas y surgió el tema que me tenía atribulada. Ocurrió que Sánchez-Aizcorbe era amigo de Juan de Dios Olaechea, que tenía algo así como la concesión de la línea férrea del tren que iba de Chosica hasta el Callao, teniendo al centro la hermosa Estación de Desamparados.

Me dijo entonces que me lo presentaría, porque Olaechea sabía de trenes más que nadie y de seguro le iba a interesar mi proyecto para llevar pasajeros y sacar de las vías a los miles de microbuseros que colmaban la Carretera Central y las avenidas Argentina y Colonial. ¡Ya está! pensé, ¡lo hacemos! Y así fue; hablé luego con Andrade, y le pareció sensacional, acordamos un viaje desde Desamparados hasta los dos destinos, íbamos Juan de Dios, el alcalde Andrade, Sánchez-Aizcorbe y yo. Todo bien, el gordo estaba feliz saludando a todos lo que lo reconocían tomado del frontis del tren.

En algún momento Olaechea, preguntó al alcalde ¿qué le parecía la idea? y él contestó—fantástico, lo hacemos—. Ya está, ahora dígame alcalde, ¿quién va a ser mi interlocutor válido en la Municipalidad? Aquí pues, la regidora Maruja Valcárcel, contestó Andrade. Y nos dimos un gran apretón de manos. ¿Qué pasó después? No lo sé, se fue diluyendo todo en agua de borrajas. El asunto es que se disolvió el apretón de manos.

Hoy apareció Porky con la misma idea, y hasta donde sé, con el mismo compañero de ruta, Juan de Dios Olaechea. No sé cómo ha hecho, pero ha convencido a Juan de Dios para lanzarse a esta aventura del tren, que nunca iba a ser Desamparados-Chosica y con un solo riel de ida. Ya que se sabía que era necesario tener los rieles de regreso. Además, de la dificultad de convencer—quién sabe a qué precio—a los habitantes de las casitas que se habían ido construyendo durante años casi al costado de los rieles. Eso no será fácil. Y los trenes que ha conseguido Porky cuestan más que los que en un principio iban a costar los que se iban a conseguir en Argentina. Hoy no veo a nadie de la prensa que le haga las preguntas necesarias. No las podrá contestar porque de trenes no conoce, ni tampoco de cómo funciona el Estado, ni de nada que no sea tirarse abajo con buldozzer, lo que no le guste. ¿Se acuerda de la Casa Marsano gordito…? Era tan linda…

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