En el Perú actual, para hacer política no se necesita ningún talento. El efecto lo padecemos los ciudadanos pero lo celebran los caricaturistas: les alivia el trabajo; pocas veces hubo tantos actores decididos a tan estridente ridículo. Lástima dolorosa que sea a costa de la vida de miles de peruanos.
Esta vez estamos en manos de los populistas, una temible especie porque detrás de todo populista se esconde un inepto con iniciativa, ese género que es capaz de destruir un país a punta de errores envueltos en discursos falsos. Un modelo de populista sin brillo es el padrino de Richard Swing que, a la vez, ocupa el cargo de Presidente de la República. Al verlo, un cincuentón dirá: “Populistas, los de mis tiempos”. Es verdad, Belaunde solía divagar con cierta elegancia y Alan García mentía con tanta convicción que se creía sus propias mentiras.
Vizcarra es rústico. Sale en televisión en el horario de almuerzo a sabiendas de que los peruanos ya no tienen qué comer. Cree que puede ser, a la vez, pan y circo. Acaso su única virtud sea superarse a sí mismo. Lo consiguió este mediodía. Alzando la voz y con falsa indignación proclamó que su gobierno no es “el gobierno del tarjetazo”. Así, intentó convencernos, sin mencionar su nombre, de que su recomendado Richard Swing tiene méritos. No se ha percatado el padrino-presidente de que en las redes sociales —ese lugar cibernético que ahora hace el trabajo del silencioso Cuarto Poder— se exhiben los vulgares deméritos de su (sospechoso) ahijado.
Si algo caracteriza al populista es el desparpajo. Con el tiempo (no se necesitará mucho) este parrafito volverá a ser citado y lo citarán los que ahora callan: «El haber participado de una campaña política no da derecho a un cargo público. Eso se gana con trayectoria. Este no es el gobierno como otros del tarjetazo. Los cargos se obtienen por mérito propio».
Mentir con tanta desfachatez tiene un costo: aviva la memoria de aquellos que no queremos ser engañados. No es Richard Swing el único que exhibe “mérito propio” en “el gobierno sin tarjetazos”. Digamos como cierto esperpéntico personaje de antaño: “Que pase el siguiente” y quien sigue en la lista del “mérito propio” es la señora que manda y ronca en Palacio de Gobierno, doña Miriam Maribel Morales Córdova.
Abogada especialista en Gestión Medio Ambiental y con estudios en Antropología, es famosa en los pasillos de la política pendiente de investigación. Si bien aún no ha alcanzado la terrible inmortalidad de los titulares, es conocida como la mano derecha (y, sobre todo, izquierda) de Martín Vizcarra. En el entorno palaciego dicen de ella que es consejera y confidente presidencial con mando, ama de llaves de la agenda presidencial, primera ministra en la sombra, supervisora del Consejo de Ministros, autora de renuncias exigidas y también afable recolectora de “funcionarios de confianza”. Es tan vigorosa su presencia que hasta los históricos fantasmas republicanos de Palacio de Gobierno aseguran que nada, ni ellos, pueden moverse si doña Miriam no da su venia.
Fue voceada como primera ministra en marzo de 2019 pero fue un lapsus de vanidad descartado con prontitud porque sus tareas necesitan de las sombras, sombras que la impertinente Contraloría General de la República —a la que detesta el Sr. Presidente— iluminó a raíz de la costosa remodelación, sin sustento suficiente, de la cocina y comedor de Palacio de Gobierno. Avive el seso y recuerde el peruano olvidadizo que así debutó doña Eliane Karp de Toledo: remodelando Palacio de Gobierno con costosas facturas sobre compras que fueron, unas cuantas, a Palacio y, muchas otras, a la casita de Camacho.
Los políticos populistas suelen ser regionalistas. Don Martín y doña Miriam lo son. La cuestionada remodelación de cocina y comedor —Perú, país gastronómico— fue realizada por la empresa MLE Contratistas Generales cuyo gerente es Luis Enrique Espinoza Chacón, ¿natural de? Sí, de Moquegua.
Pero estamos citando un pecadillo menor si se compara con los pecados mayores que habrán de asomar cuando concluya la tragedia del Covid-19. El escándalo de la contratación de Richard Swing —a quien recibía en Palacio doña Miriam— es apenas el hilo de una suculenta madeja.
Mientras tanto, sigan aplaudiendo los que gustan de aplaudir el engaño y sigan cantando, si es que aún cantan en los balcones el «Contigo Perú». La cruel evidencia es que ya vamos rumbo a los cinco mil muertos oficiales (los reales suman una cifra mayor) y los 155,671 contagiados de hoy son muchísimos más. Y mientras sigue la farsa del mediodía, mientras algo se pudre en Dinamarca. Recordemos queridos compatriotas (incluyo a los que van a insultar por estas líneas) que Montesinos tuvo su Pinchi Pinchi, Toledo su Eliane, Humala su Nadine y cuando un país no aprende de su historia la vuelve a repetir mientras aplaude al que no debe aplaudir y mientras tolera que se ejerzan poderes como los que usurpa doña Miriam en el gobierno de los «méritos propios».