Cineclub de la Universidad Cayetano Heredia. Av. Armendáriz 445 Miraflores. Lunes 15 de diciembre. 7:30 pm. Entrada libre.
Parece que la música de Ravel es la que se toma más en serio los sentimientos decisivos de los personajes; más que ellos mismos.La música, en Un corazón en invierno, no actúa solo como un comentario. Un simple acompañamiento. O una ilustración. No. Siento la música como una superconciencia. Un pequeño y multiforme dios invisible, que siendo invisible, todo lo ve. Porque ya ha visto todo. Porque se ubica en otro plano o dimensión del tiempo. Porque hace visible lo más escondido. Y porque sabe esconderse. La música es también una imagen del alma de los personajes, o casi.De lo que puede y no puede decirse, de lo que pueden y no pueden hacerse… Entre otras cosas, pues cumple aún más funciones.
El violín, que se aprecia en desenfocado; mejor dicho, que no se sabe bien qué es, hasta que poco a poco se distingue con perfecta claridad su modesta presencia, será lo primero que veremos, tras los créditos, y el genio de Ravel. Esa modestia, indesligable de su poder, de su grandeza independiente de su apariencia. Una pequeña caja, ahuecada,como un pequeño sarcófago o un cofre mágico que se alarga,que tiene cuerdas, que vibran, captando mares y abismos.Caja como el corazón que solo puede llenarse cuando hay un vacío, y su misión es vibrar; estremecerse para estremecer.Música:desde siempre, instrumento del corazón, y quien juega a no tener corazón repara y fabrica violines, instrumentos del corazón, y él es quien se enfrenta un hecho: la dificultad de reparar el violín de su corazón, para hacer que emita las notas más hermosas, esas de las que se esconde en su refugio de, según palabras de un diálogo de la película, ‘artesano genial’.
Un corazón en invierno es una película que funciona siempre por parejas, cosa que va en pareja con una irreductible soledad; parejas de amantes o de amigos, parejas que se rompen o se tuercen, parejas que podrían crearse, o tal vez no…lo que prima y da forma a la obra es el encuentro significativo, gestado de a pocos, la desnudez elocuente de las miradas que el arte del cine sabe registrar; sí, el arte como sismógrafo del corazón y de los pensamientos más secretos, y he querido centrarme en la convertida ‘música de película’(¡qué operación!) que es el medio, el médium, el pegamento cósmico de lo que encanta nuestros sentidos y a nuestros ojos. Escuchar es ver el interior… La música es el sueño de cómo sería el mundo, o la visión de un mundo donde los sentimientos son o serán capaces de ocupar todos los espacios, como si ellos fueran lo más importante -y por fin existiremos para nuestros sentimientos.