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“El show de la muerte”, por Rodolfo Ybarra

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Quizá los dos grandes tópicos de la creación de los poetas, músicos y artistas plásticos, sea el amor y la muerte, los siempre presentes Eros y Tánatos. Sobre esta dicotomía ha girado la cultura griega, romana y casi todo el desarrollo humano. Embellecemos la vida y respetamos la muerte o la solemnizamos, la colocamos en un lugar inaccesible (de ahí que los cementerios se construyan siempre a un costado o lejos de las ciudades, aparte de las cuestiones sanitarias). Y cuando se trata de despedir a nuestros muertos recurrimos al rito, al velatorio, la despedida. Es lo que entendemos como el fin de la vida biológica.

El Show de la Muerte, muestra de once cuadros del créator Giuseppe Mendiola, no solo busca intercambiar los roles de estos grandes estadíos del ser humano sino que busca darle otra connotación, otorgar luz a la oscuridad, provocar alegría donde debería haber tristeza o seducirnos ante un razonamiento filosófico en el que está en juego muchas cosas, entre ellas la trascendencia o el nom plus ultra de una vida entregada a darle color a lo insípido o lo blanconegreado de una realidad que observa el abismo desde un espejo.

Acaso los Egipcios, hace cinco mil años, no sabían perfectamente que esta vida era finita y ante la inminente destrucción de su cultura por las mismas guerras y contradicciones internas, idearon una especie de “internet”, o sea, virtualizaron su cotidianeidad para que los hombres del futuro supieran que existieron. Así inventaron las cartas donde aparece el rey, la reyna, las torres, el mundo, el loco, etc., y las enterraron esperando que alguien las encontrara en el futuro y sabiendo que eso, la idea, no podría destruirse y había que preservarse sea como sea.

En estos once cuadros que usted ve aquí (número, además, cabalístico que simboliza el vínculo de lo mortal con lo inmortal) Mendiola sigue un recorrido iniciático, no solo por lo místico/esotérico/exotérico, sino también porque insiste en que el único camino posible para acercar el arte a las masas es incrustarlo en lo pasajero de la vida y en la fragilidad de la muerte. La normalidad de la vita deviene también en una normalidad de la mori o memento mori/acuérdate que vas a morir (sea por causas naturales o por terceros). Morir es solo un accidente, un recodo del camino o como dice Jodorowski: “Morir es terminar de nacer”.

El nacimiento de la vida es tan oscuro como su fin, desde los óvulos, los espermatozoides, el amor, el odio, las relaciones humanas, etc. Y Mendiola ha querido pintar todo esto, los enigmas negativos y positivos, la parábola que va desde la concepción hasta el último latido, el principio y el final. Y, para eso, no solo se ha valido del color, desde los puros aclarados, matizados o “cocinados” hasta los más oscuros que hacen que la noche (negros rojizos o azulados) sea también una conciencia  (de once ojos o lienzos) que nos observa desde arriba.

Para los que hemos seguido el rumbo de Giuseppe Mendiola, desde sus primeros trazos figurativos con los balcones y casonas de Barrios Altos o los Quijotes en su viejo atelier de Bellas Artes, sabemos perfectamente que la maestría no solo tiene que ver con el dominio del pincel o lo conceptual, sino que implica preguntarse para qué se pinta, por qué se pinta y si las clásicas preguntas de dónde venimos o hacia dónde vamos también puede responderse con un trazo (como Giotto hizo con su círculo), con un poema o con un no-lugar transmutado en galería.

Y no es, por cierto, un velatorio, un lugar de paso donde se resuelven muchas preguntas y donde también quedan, como flores vivas o marchitas, las respuestas que cada uno quiere darse. Así mientras velamos a nuestro muerto vamos repasando toda una vida, sus momentos, sus logros, sus fracasos, hasta la hora en que el cuerpo se desvanece en el crematorio o en la tumba.

Celebremos, pues, esta muestra no desde el luto sino desde la inmortalidad, no desde el temor sino desde la certeza, no desde rutina pero, sí, desde el asombro.

Todos moriremos. ¡Ave César!, los que vamos a morir te saludan. Mientras tanto, pasemos adelante sin lloronas ni cortejos fúnebres, todo aquí será vernisage, fiesta, carnaval y desiderátum antes de un modelo de tumba.

Ergo, que empiece el Show de la Muerte.

Así sea, por los siglos de los siglos. Amén.

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