Escribe Milko Torres
El ARTE no se puede sostener sobre un discurso contemplativo como el de la “acuarela arequipeña”, lo meramente contemplativo nace de la sumisión del “artista” ante una cultura dominante que mantiene un único punto de vista. El sometimiento técnico-esteticista de los “acuarelistas” se presenta como una barrera cultural que genera exclusión y discriminación.
Los de arriba diciéndole a los de abajo qué deben pintar y cómo deben hacerlo, los de abajo cómodamente instalados en su quehacer cortesano, suprimiendo siempre el pensamiento crítico para asegurar la subsistencia. Eso es la acuarela arequipeña de hoy en día, eso es lo que fue durante muchas décadas, una técnica pictórica devaluada que agotó el interés de la intelligentsia por ser un “sub-arte ralentizado” que ya no puede caer más bajo.
El rol del arte en una sociedad contemporánea es el de convertirse en una herramienta útil para generar reflexión, diálogo y negociación permanente sobre las representaciones y los lenguajes disidentes que se desarrollan en un ámbito pluricultural. El ARTE es relevante porque posee un poder generador de análisis y de confrontación democrática que se opone al “consenso normativo”.
Lo que pasa con la “acuarela made in Arequipa” es totalmente lo contrario, la técnica y el esteticismo exagerado se convirtieron en lo más relevante, dejando de lado el contenido y la capacidad que tiene el arte para subvertir el orden establecido. El esteticismo concentrado en la forma y la técnica ha entrado en decadencia porque el arte en la era de la post-postmodernidad se construye sobre la base de una nueva concepción de la diferencia entre imaginación y sumisión, entre el cambio y la oscuridad, y entre la creatividad y el realismo naturalista.
Las relaciones entre el concepto arte y la técnica como percepción estética o fórmula de creación artística se han modificado profundamente con el desarrollo de las sociedades contemporáneas. La revolución cognitiva del mundo actual no consiste en generar operaciones físicas sino epistemológicas y reflexivas. En la actualidad nos encontramos inmersos en un nuevo orden social generado a partir de cambios continuos y diversos.
Enfrentamos una incontrolable revolución tecnológica e informacional, que implica una compleja transición u optimización de métodos y actividades socioculturales, hecho que está trascendiendo en la admisión de un nuevo imperativo social, donde el cambio de paradigmas se hace imprescindible y lo suficientemente significativo como para marcar una discontinuidad histórica frente al pasado.