«Si uno no le deja un breve espacio a lo impredecible, la música no logra irradiar esa carga orgánica» Andrés Prado
John Martínez
Ahora que todo el país donde vivo se ha paralizado celebrando su liberación española, me pregunto: ¿Qué significa ser de un lugar? ¿Qué significa ser peruano? Sé, que la música es el único lugar a donde pertenezco. No soy músico, ni cantante, sólo un tipo al que algunas veces una canción o un disco, le han salvado la vida, se la han jodido también. La música es un ser vivo, un animal, un sistema de percepciones y creaciones. La música no tiene patria. Es una patria ella misma.
Pero no nos alejemos. Hablaba de ser peruano. Me he sentido parte de este país innumerables veces, sobre todo cuando vivía afuera. Pero no he comprendido esa peruanidad – casi corporalmente- esa esencia de absoluto por un lugar, espacio y tiempo determinado, sino hasta escuchar al genial músico, Andrés Prado.
Oír a Andrés Prado es comprobar que la música es el lugar donde todo sucede. Guitarrista y compositor, su destreza y su pasión lo han convertido en uno de los músicos más maduros que hay en la escena peruana. El de Prado es un estilo único, su digitación, su forma de encarar un instrumento; sus canciones son como grandes árboles: vemos lo frondoso de sus manos en las cuerdas y si nos detenemos a oír un poco más, aparecen claramente las grandes raíces, ahí donde habita la sed.
Oírlo es oír aquello que él alguna vez escuchó. Pocos músicos logran procesar todo aquello que escuchan. No sólo oye, lee, investiga, aprende o memoriza sino que procesa, evoluciona, construye -a la manera de un collage musical- un camino nuevo.
Tanto individualmente, desplegándose por los ritmos afroperuanos o en los yaravíes; o con su trabajo con su banda “Andrés Prado Acid Project”, este guitarrista ha ido construyendo su viaje musical de diversos modos. Ha recogido la tradición peruana pero como puerta de acceso para otra nueva tradición, su tradición, su sonido único. No es sólo la fusión de estilo o de caminos, es la evolución, el avance, la retroalimentación, un “sincretismo musical”.
Los recursos de Prado nunca se agotan, la curiosidad tampoco. Ni la belleza de atacar el instrumento en el momento preciso. Ejecutante y ejecutado. Músico e instrumento, dedos y cuerdas.
Los colores en la música de Prado son siempre colores inéditos. Y esos son los colores de mi bandera, esa es la música que me hace sentir peruano. Esa es mi patria.