Opinión

El privilegio de leer

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Foto: Marilyn Monroe.

Por Raúl Villavicencio

Siempre estaré agradecido que mi señor padre me inculcó desde muy pequeño la buena costumbre de leer; empezando por unos pequeños cuentos que compró en alguna feria. Ahora, a la edad que él me compró esos dos libritos ilustrados, me topo con lo caros que están. Libros infantiles, que supuestamente deberían estar al alcance de los más pequeños, resultan muchas veces inaccesibles para aquellas mentes que gustan de la lectura.

Y cayendo más en cuenta de esa terrible diferenciación, me he cuestionado repetidas veces el porqué de los elevados precios, eso sí, considerando aquellos que vienen con dibujos solamente comparables con obras de arte. Sin embargo, esos otros donde solo son hojas y letras impresas su valor escapa de la billetera de un padre o madre de familia no pudiente.  

Podría decirse que fui afortunado, pues mi padre me contó alguna vez que solo les costó cinco soles ambos; estoy hablando hace más de treinta años y conseguir dos libritos completamente nuevos era sencillamente alucinante. Ahora, me imagino que si me pongo a rebuscar en diferentes librerías ambos cuentitos no cabe duda que optaré por darme la media vuelta, resignado.

Esa brecha cultural se vuelve una constante cuando voy a alguna feria del libro, percatándome que los demás libros, no solo infantiles, pueden valer absurdos precios. Tal vez exagero, tal vez no considero la editorial ni el autor, o tal vez no estimo completamente el hecho de poder sacar un libro.

Está más que claro que los escritores cuando eligen ese oficio son conscientes que no conseguirán volverse millonarios con la venta de libros de la noche a la mañana, salvo honrosas excepciones. Los demás, entonces, no podrían o no deberían considerar el lucro como una forma de vida.

Leer en mi país un libro es un lujo. Así lo veo si me pongo en la piel de un sujeto que solo gana para subsistir, pero prefiere tener entre sus manos unas hojas color marfil a una pantallita luminosa y ruidosa.

Tal vez los libros se han convertido ya en un objeto excéntrico y lejano para la gran mayoría, pues ahora predomina el mundo digital y se ve quizás como algo innecesario mantenerlos ocupando un espacio en una habitación de un minúsculo departamento de clase baja.

(Columna publicada en Diario UNO)

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