Martín Vizcarra se hizo “presidente del Perú” por carambola. Es aprista e hijo de apristas (su padre estuvo en la Constituyente de 1978). Postuló a la gobernación de Moquegua en 2006, haciéndole la venia a Alan García y, por eso, ha trascendido que su primer ministro sería su amigo, el sátrapa Del Castillo o Meche Cabanillas.
Aparte de ello, hay que recordar que su nombre ha estado ligado a graves casos de corrupción como el del aeropuerto de Chinchero y Kuntur Wasi, la empresa que le pagó su campaña electoral y a la cual benefició descaradamente defraudando al Estado.
No lo censuraron como ministro porque renunció antes y lo premiaron con una embajada en Canadá para que siga haciendo sus lobbys con las grandes mineras extractivistas que tienen sus bases en la sierra peruana.
Hay que recordar también que tiene acusaciones graves de corrupción por haberse apropiado ilegalmente de terrenos en el distrito de Acora, Puno, cuando era jefe del Proyecto Especial Pasto Grande.
Y cuando se convirtió en gobernador de Moquegua, sospechosamente hizo todo lo posible por obtener el narcobuque “Tláloc”, del “Chapo Guzmán”, cuando estaba lacrado y en pleno proceso de investigación, supuestamente para beneficiar a unos estudiantes y a unos pescadores artesanales. Tal fin no le creería nadie. Y encima nos hizo perder más de 200 mil soles, motivo por el cual fue denunciado por la fiscalía.
A todo eso, hay que sumarle que enfrentó inútilmente a la región Puno y Moquegua por un problema que él mismo generó. Y cuando llegó a ser vicepresidente, elegido a dedo por PPK, favoreció a Moquegua con unos terrenos que no le pertenecían. Es, claro, un corrupto de perfil bajo al que la banda presidencial le quedará grande como traje de payaso. Solo le queda convocar a elecciones y largarse lejos.
No tiene apoyo en el congreso y su socia Mercedes Araoz no lo apoya, solo son asuntos de conveniencias donde cada uno pelea por la tajada más grande de la torta. Ojalá renuncie pronto por el bien de nuestro país. No se le pide mucho.
