Opinión

El Perú, frente a los podridos

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Por Tino Santander Joo

El Perú nace administrativamente con la conquista española y tiene como antecedente el Tahuantinsuyo. El virreinato fue el inicio del mestizaje y del pacto entre curacas y encomenderos para enriquecerse robándole al rey el impuesto del quinto real. Los primeros querían reconstruir los viejos reinos y señoríos que precedieron al incario y los españoles querían hacerse nobles y ricos. La independencia no emancipó ni al mestizo, ni al indígena; fue la libertad de los criollos que se convirtieron en clase dominante.

La clase dominante se convirtió en una plutocracia corrupta que puso al Estado al servicio de sus intereses. El militarismo resguardó los intereses plutocráticos. La plutocracia se enriqueció con el caucho, el guano y la mano de obra barata del campo y la ciudad. Sin embargo, el ideal de “justicia social” cruzo el atlántico y llegaron las ideas anarquistas y el marxismo. El movimiento popular las hizo suyas y las ideas se trataron de imponer a la realidad.

El movimiento popular ansioso de libertad creía que el socialismo lo podíamos construir en pocos años. La revolución mexicana, la soviética, y posteriormente la China, promovieron en el tercer mundo la fantasía ideológica frente a la realidad. Queríamos colectivizar los medios de producción sin tener fábricas, queríamos ingenuamente crear riqueza sin capital, ni infraestructura. NO habíamos leído bien el capital de Marx, ni comprendido el proceso de acumulación capitalista.

La revolución era un sentimiento, una ideología, un mito que se imponía sobre la razón; así empezamos a luchar por los derechos sociales olvidando nuestros deberes. Entramos en la lógica de los podridos que utilizaban la ley para imponer sus intereses. Los derechos laborales, las luchas por infraestructura básica; los presupuestos locales y regionales se convirtieron en un negocio. Millones de peruanos se refugiaron en el crimen organizado que lava dinero del narcotráfico y de la minería ilegal, el contrabando, la tala ilegal de árboles; todo ello con la participación del oligopolio bancario. El viejo pacto virreinal esta más fuerte que nunca.

Los gremios empresariales han coaptado a las centrales sindicales, incluso, marchan juntos “por la seguridad ciudadana”; conviven en saraos y seminarios sobre “la gobernabilidad democrática”. La prensa tradicional resalta el espectáculo y la noticia policial. Todo esto bajo la hegemonía política del fujimorismo. Los podridos de izquierda y de derecha supuestamente antitéticos se disputan el poder para enriquecerse.

Ante esta dramática realidad varios colectivos sociales se han reunido y han aprobado un programa para el debate que resumimos:  1) pacto político para que la gran minería financie la infraestructura agraria, educativa, y de salud; 2) democratizar el crédito y acabar con el oligopolio bancario a través de la competencia  financiera; para lograr este objetivo hay que cambiar la ley de bancos y modificar la SBS; 3) políticas públicas para derrotar al crimen organizado y la corrupción política; 4) reforma del proceso de regionalización y los gobiernos locales; 5) construir la red ferroviaria que una toda la costa, los andes y la amazonia; 6) agua y desagüe para las diez millones de familias que carecen de este servicio; 7) construcción de viviendas populares dignas y no las ratoneras de los gobiernos neoliberales; 8) reforma integral del poder judicial hecha por la comunidad jurídica para evitar su politización.

Los colectivos promueven la insurgencia democrática que expulse a los podridos del poder. No habrá transformación con contubernios electorales, ni pactos con los gremios empresariales, ni sindicales vendidos al sistema, ni con los partidos políticos tradicionales. No hay marcha atrás. Ha llegado la hora de la gran revolución social. 

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