Cultura

El periodismo como arte

Un artìculo de Carlos Rivera, escrito un año antes de la muerte de Lévano.

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César Lévano tiene 91 años y mantiene el vigor de un veinteañero en su primer día en un diario. Tiene tantos años como pasiones: la literatura, la música, la política y, sobre todo, el periodismo. Lévano escribe y convierte una soflama política de la menesterosa coyuntura en un texto rico en matices históricos.

Es un izquierdista con estilo y donosura. Ostenta el equilibrio de la idea con el reclamo de panfleto. Se mueve con soltura en cualquier género periodístico. Instintivamente aborda un reportaje o una crónica guiado solo por su vasta cultura. Un día puede escribir del sindicalismo y su pluma se desliza por la memoria de los líderes de la causa, el contexto intelectual y algunas referencias de la lucha obrera. Luego, premunido de sus querencias esboza un soberbio perfil de Manuel Gonzales Prada o de José Carlos Mariátegui. Ya poseído de otras hadas escribe poesía. O, de sus grandes amigos José María Arguedas y Juan Gonzalo Rose. Entremezcla la noticia y los géneros literarios en sus quehaceres apaciguando los impulsos de su alma luchadora. Otro gran estilista del periodismo Víctor Hurtado escribe un artículo en el diario Perú21(2/01/2008) que lleva por nombre “Periodismo con literatura” en el, desarrolla un elogioso texto desde el placentero ágape de amantes entre literatura y periodismo e intenta en unos párrafos el contraste de dos artistas como Lévano y Valdelomar. Veamos:

“Años ha, Abraham Valdelomar compuso un soneto estremecedor, El hermano ausente en la cena pascual. Recordó en él la ternura de su madre, pero no escribió “la ternura de la mirada de mi madre” ni “la dulzura de su mirada”; esto lo diríamos todos. Valdelomar fue un gran poeta y sublimó su idea: “Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual / mi madre tiende a veces su mirada de miel”. Esta mirada es realmente imposible; por esto es literaria, “falsa”: porque la literatura es aludir a las cosas reales mediante cosas figuradas, según precisaba Francisco Umbral (Trilogía de Madrid).

A su vez, César Lévano nos informa de que Waldemar Espinoza ha examinado intensamente documentos históricos. Lévano no lo dice así; es artista: no frecuenta tal pobreza; él escribe: “Waldemar Espinoza es un historiador que se internó durante años en la selva virgen de los archivos de España” (Caretas, 14 de junio del 2007, p. 57).

¿Hay diferencia entre aquel verso de Abraham Valdelomar y la frase periodística de César Lévano? Ninguna; son iguales porque ambas son figuras retóricas (las dos, metáforas). La esencia de la literatura es el lenguaje figurado. Metáforas, símiles, hipérboles, metaplasmos, imprecaciones, ironías, etcétera, son las piezas móviles que levantan la obra literaria. Estas piezas pueden aparecer en cualquier texto; por tanto, cualquier texto puede convertirse en literatura. Valdría considerar este concepto “materialista” de lo literario.”

Hurtado los unifica no por cronología sino por la artesanía estética en sus expresiones que alcanzan niveles de belleza superior.

Lévano ensaya pulcramente el editorial del diario donde labora (antes La Primera, Diario Uno y ahora Perfil) donde explicita su postura en favor del pueblo sobre intereses miserables recreando limpiamente un delicioso bocado del análisis. Se mueve con solemne técnica en el artículo de opinión, el reportaje o la crónica. En la entrevista es romántico e inteligente en los cuestionarios como Mario Campos, o Jorge Salazar quienes pertenecieron en sus buenos tiempos a la legendaria revista Caretas. Es formado, culto y no titubea en las preguntas.

En un conversatorio realizado en la Casona de San Marcos brinda una ponencia que luego aparece en un libro (Poder mediático, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008) y nos deja estas preocupadas palabras sobre amenazas al oficio de periodista: “Lo otro es que en nuestro país, ahora ya no se pregunta cuánto porque está dispuesta a vender su conciencia, su alma, su pluma, su cámara y su relato a cualquier precio.”. Líneas seguidas nos recomienda como maestro sabio: “Lo que yo les quiero decir es que el periodista necesita cultura, lectura.”

Conoce todos los géneros del periodismo dejando un singular legado en cada una de esas expresiones. Lo suyo es un periodismo social, heroico, un ejercicio sensible lejano a estos contubernios que la modernidad comunicativa ha sentenciado con sus formatos sintéticos y digitales. O, como el mismo dijo de su trabajo, “un periodismo partidario”. Siempre le dio voz al obrero, al campesino, al excluido. Pero es el romanticismo de un temperamento de la palabra, de un periodista del siglo XX que se resiste a renunciar a la batalla sin antes no transmitir todo su arte. Herencia de sangre que le viene de su padre, Delfín Lévano, quien fuera obrero textil y dirigente y su abuelo, guerrillero de Andrés Avelino Cáceres y del califa Nicolás de Piérola.

El acucioso Edmundo Cruz dijo, en la presentación del libro de Paco Moreno, Relatos de un rebelde sin pausa dedicado a César Lévano, lo siguiente: “Es extraordinario descubrir cómo una persona que tuvo que vencer muchas dificultades lo hizo de una manera grandiosa, especial y singular”.

César Hildebrandt escribió estas hermosas líneas homenajeando a su tocayo: “Lévano salió de la nada, a empellones se hizo, a punta de terquedad se construyó. Y llegó a amar a Goethe o a Beethoven, a Vallejo o a Alberti, a Alicia Maguiña o Edith Piaf, no porque proviniese de un vecindario donde esos nombres fueran frecuentados sino porque siempre supo que, sin cultura ni arte en las entrañas, el periodismo sirve para hacer cucuruchos y como papel de emergencia en baños lúgubres”. (Hildebrandt en sus trece, setiembre de 2011)

El 25 de abril de 2018 recibió el Premio Fundación Gustavo Mohme Llona a la Trayectoria Periodística. Carlos Paucar del diario La República días antes le hace una nostálgica nota y el maestro nos dice reconociendo un poco su estilo: “Siempre traté de buscar la verdad y obtener la belleza de la palabra. Respeto mucho la palabra, desde muy joven he leído lo que he podido sin un afán esteticista, digamos, pero sí entendiendo que es mejor si la verdad se reviste de fuerza y elocuencia, es decir, de belleza”.

En el 2011 muere su esposa Natalia y le consagra estas frases:

“He sido huérfano de padre y madre desde niño. Pero ahora soy más huérfano que nunca. Ayer me dejó Natalia, mi esposa de toda la vida, la delicada y hermosa flor que no sé cómo supo acompañarme y ayudarme siempre, en las buenas, en las malas y en las pésimas.”

En el mismo texto que publicara el diario La Primera incluye un poema de aquellos años cuando ella lo esperaba:

Hemos sido felices como en cuentos y sueños,

Hemos sido tan claros, que éramos dos pequeños

Dando vueltas y vueltas en el mismo tranvía.

Su nombre completo es Edmundo Dante Lévano y nació en el solar Sagrado Corazón de Jesús, en el 320 del jirón Miguel Aljovín, entonces llamado Mapiri, un 30 de enero de 1928. Su madre muere cuando él tenía 7 años y la pobreza ronda el hogar y se ve en la necesidad de vender periódicos. Cuenta Kennek Cabello Candela(“Elogio a la lucidez: Lévano a los noventa”) como el maestro cambió el aburrido Edmundo por el de César: “Edmundo Lévano suena a nombre de farmacéutico”. A partir de allí empezó a llamarse César, como el poeta al que admiraba.”

Lévano ha recreado los dramas de la vida política del Perú con una gran pluma periodística y ha culturizado a sus alumnos en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y nunca se alejó de las causas que defendía con ardor de luchador social. Un autodidacta dejando cátedra. Hombre de lucha política y un claro ejemplo de consecuencia en un país donde abunda la podredumbre y la incultura.

Nota: Este texto fue escrito el 15 de febrero de 2019. César Lévano falleció el sábado 23 de marzo del 2019.

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