Ayer salió formalmente al mercado El perfil del lagarto, la última publicación del periodista Carlos Paredes, aunque —desde el fin de semana— una versión de este libro ha estado corriendo por los celulares más rápido que la nueva cepa del coronavirus. Paredes ha denunciado que su correo fue atacado por hackers, lo que explica la socialización de su obra de manera impune. El libro, que cae con la intensidad de un aerolito en plena campaña electoral, trata sobre el personaje político más inescrutable de los últimos tiempos: Martín Vizcarra Cornejo.
A Martín Vizcarra le sucede —en pequeño— lo mismo que a Donald Trump: es el protagonista de más de un texto político que intenta descifrar sus apetencias y componendas en los mecanismos del poder. Trump se ganó a pulso este dudoso mérito: su aversión al consenso y al diálogo, su desdén por los mecanismos institucionales y sus impredecibles decisiones políticas lo llevaron a ser catalogado de payaso, loco o psicópata, generando abundante material escrito que los gringos devoran como si se tratara de comida chatarra.
Vizcarra —por el contrario— es un hombre discreto y de modales calmos, con vocación social, pero cínico y maquinador. Características que han llevado a más de un periodista a dedicarle líneas y párrafos enteros. A su autobiografía autorizada, a los centenares de artículos que pueblan la web y al libro de Martín Riepl: Vizcarra, una historia de traición y lealtad, se suma el último libro de Carlos Paredes: El perfil del lagarto, un texto escrito contra el tiempo que se inscribe en el llamado periodismo de urgencia. Carlos Paredes es viejo en los menesteres de este oficio: ha sido reportero, cronista y ganador del premio García Márquez para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Y ya ejerció —en una anterior entrega: La caída del héroe— el noble oficio de tirarse abajo a una vaca sagrada de nuestra política: Ketín Vidal.
En su último libro Paredes repite la fórmula y realiza, valiéndose de la pluma, una demolición en toda forma de Martín Vizcarra. Es fundamentalmente el libro de un enemigo, un enemigo que ha inventariado diversas informaciones y ha construido un Frankenstein biográfico de un modo algo apresurado.
El resultado es un libro venenoso —con aciertos, deslices y algunas corridas de tapiz— que lleva al lector hasta los lejanos ambientes donde Vizcarra incubó sus formas políticas. Desde el hogar familiar —el padre de Vizcarra era un prominente político aprista— a sus primeros escarceos con lo público, sus tempranas ineficiencias —que lindan con lo sospechoso y lo audaz— sus iniciales traiciones, sus manejos y cálculos políticos, las denuncias por corrupción, más traiciones, su comunión con lo folklórico y lo lumpen, el sonado caso Swing y el escándalo del vacunagate.
Debido a la cercanía de los comicios o tal vez por la posibilidad de una filtración de sus investigaciones, Paredes ha corrido en la escritura de este libro. Un capítulo que ha generado polémica es el dedicado a Richard Swing, el escándalo que trajo abajo el gobierno de Vizcarra. El periodista aclara explícitamente que Magaly Medina fue la primera en descubrir el caso Swing y no Lima Gris. Esto, según Paredes, gracias a una delación del entorno presidencial que llegó al equipo del programa farandulero. Sin embargo la misma Magaly Medina ha salido a desmentirlo afirmando que ella vio la información en un portal web y luego hizo su propia investigación, deslizando así que el padre de esta criatura es Lima Gris y ella solamente la madrastra. Según declaraciones de esta revista hubo cruce de informaciones entre ambos equipos periodísticos: la revista descubrió el escándalo y el programa farandulero lo masificó. Es decir que la revista aportó el líquido seminal del caso mientras el programa farandulero incubaba al monstruo, y luego entre ambos lo soltaron —como una ventosidad— hasta el centro mismo del poder. Las afirmaciones del autor han generado la protesta de este medio al verse negada en la paternidad de su escabroso homúnculo. Paredes ha fallado en su pose de riguroso genealogista: los cínicos no sirven para este oficio, dice Kapuscinski y dice bien.
Dejando afuera los deslices y las reivindicaciones parentales del fenómeno Swing y su explosión mediática, El perfil del lagarto es la biografía sobre un hombre calculador que repite —a lo largo del tiempo— ciertas fórmulas para conseguir impunidad y constancia en el poder. Vizcarra nunca fue un chico del campo sobrepasado por la criollada limeña, ni el muchacho provinciano y sufrido —al modo chacalonero— que desea salir adelante en una ciudad de pendejos. Vizcarra —se infiere del libro de Paredes— era ya un gran pendejo y vino a la capital a comerse a la clase política del país.
La narración de Paredes y las maquinaciones de Vizcarra recuerdan —sólo un poco— al Montesinos de El espía imperfecto. Pero es un vago símil, el libro de Paredes no llega a los vuelos de Sally Bowen y Vizcarra no llega a los niveles estratosféricos de Montesinos. Este libro es, más bien, una especie de La caída del héroe con diferente protagonista: un texto sencillo y fácil de leer, una investigación con premura y un estilo irónico a ratos —sin ser grosero— con la calculada dosis de moralina para la tribuna.
Paredes no oculta —no podría ocultarlo— su cercanía con Mercedes Aráoz, la rival de Vizcarra por un corto período, y llega a decir que el tiempo le da la razón a ella. Una afirmación risible. Solamente un lector desavisado podría considerar que la caída de Vizcarra refuerza las credenciales morales de Meche, o que la Aráoz está muy lejos y descontaminada de nuestra fauna política. No es así: Meche, los fujimoristas y Vizcarra están cortados por la misma tijera.
Muy al margen de los deseos de Paredes (sepultar a Vizcarra y aupar a Meche) el texto tiene el mérito de haber destapado el escándalo del vacunagate —que ahora mismo está generando un huracán en nuestra ya convulsionada política peruana— lo que hace de este libro una lectura de interés. Con respecto a Vizcarra —como personaje— aporta diversos hilos conductores, que hacen comprender mejor ciertas decisiones políticas.
Con todo (y revelaciones) no es un gran libro, ni una gran crónica, pero sí una lectura urgente para todos los peruanos, en estos tiempos electorales. Algunos pillos con vocación de Robin Hood han comprendido bien eso.