Opinión

«El Oso Miranda», por Umberto Jara

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Entre las tantas atrocidades que existen hay una que es pavorosa: la muerte súbita, inesperada. Prendes el televisor y un compañero y querido amigo del periodismo aparece convertido en noticia. Los mensajes en el whatsapp saltan uno tras otro. “Se murió el Oso”. Una lancha imprudente se voltea en el mar del Callao y la muerte, perversa, rifa veinte boletos y el único con la hora señalada, le toca al Oso.

La indeseable noticia te pone en el escritorio los recuerdos como fotografías. 1991. En la sala de redacción del suplemento dominical del diario Expreso, habitábamos un grupo de felices dementes. Creíamos que la única pasión que valía la pena era contar historias en el fugaz papel de un diario. Lima empezaba a tener el caos que hoy parece normal y en su hervor de calles y barrios habían infinitas historias. Uno de nuestros cronistas, maestro en el oficio, el mejor, Eloy Jáuregui, en ocasiones anunciaba a viva voz “Voy por uvas” y unas páginas se quedaban en blanco esperando al lado de un teclado silencioso. Necesitábamos un refuerzo. Pero hallar un buen cronista en este país era, y sigue siendo, tan difícil como encontrar un delantero con gol o una mujer hermosa sin filtros.

Una mañana al revisar el suplemento Estampa que publicaba Extra —diario sensacionalista con talentosos colegas en el olvidado tercer piso— encontré un texto muy bien escrito . Lo firmaba Luis Miranda Rodríguez. Le ofrecí unirse a nuestra redacción como cronista, que vaya a las calles a buscar historias y las cuente con estilo y buena prosa.

Su reacción me mostró la sencillez de su espíritu, la calidez que hizo que lo queramos, y lo quieran, en todo lugar al que fue. “Pero si yo trabajo en el tercer piso y ustedes hacen periodismo en serio. ¿Está seguro de lo que me dice?”. Éramos jóvenes y atrevidos. En ese tiempo se solía dialogar y leer para aprender el oficio. Lo hicimos. A las pocas semanas, debutó con su primera historia. Tenía 23 años.

Desde entonces y hasta este lunes fatal, en diarios y en la televisión fue un talentoso cronista, un observador de calles y habitantes, un viajero dedicado a contar historias desde el lugar de los hechos, como corresponde. Como debe ser. No se encasilló en un género. Era cronista para todo tipo de historias con una mirada distinta para narrar lo que los demás no ven. Y, acaso, su mejor mirada estuvo en las historias de los marginales, cuyas peripecias relataba con sensibilidad y, cuando correspondía, un pincelazo de humor.

Luis Miranda. Nuestro querido Oso. Lo recordaremos también con el arte de sus fotografías. Magnífico retratista. Esther Vargas ha recordado una entrevista que le hizo. Reparo en este diálogo. Esther le pregunta y Luis responde:

¿Qué es la belleza?

La belleza te hace una mejor persona. Hace que tu vida, finalmente, sea interesante. Vas a un museo para ver belleza, lees una novela para vivir experiencias que no has vivido antes. Por ahí va la belleza. Conocer a una persona hermosa también es estimulante.

¿Te sientes una persona hermosa?

¿Yo? Sí, creo que sí. Cuando sonrío (suelta una carcajada).

Así era el Oso. Un excelente periodista pero, sobre todo, un amigo siempre del lado de la sonrisa.

No voy a decir como suelen decir “Vuela alto” o cosas de ese estilo. En verdad, me da bronca, me da cólera, hasta las lágrimas. Cómo se te ocurre morirte, Oso.

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