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El moradito rendidor

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Escribe: Gabriel Rimachi Sialer

En un reciente video que está circulando en redes, el líder del “Partido Morado”, Julio Guzmán (que se lanzó a la presidencia en 2016 con el partido Todos por el Perú –anteriormente llamado Coordinadora Nacional de Independientes– , un vientre de alquiler del que luego fue expulsado por problemas internos), aparece brindando una performance motivacional que nada tendría que envidiarle a Marco Antonio, el extraordinario vendedor de la Teleferia que habla y habla y solo se calla cuando ya cancelaste en caja tu sartén de roca volcánica. Así, Guzmán grita, micrófono en mano, que ya son cientos los locales morados en todo el Perú, que ya son miles de miles los inscritos en su nuevo partido,  que serán millones y los verán volver en este nuevo escenario de la política nacional donde uno jamás deja de aburrirse. Pero ¿y sus propuestas políticas? ¿Y sus propuestas para mejorar la situación que estamos atravesando como país? Nada. No hay propuestas concretas, solo apariciones bien calculadas para las cámaras. Un ejercicio de marketing que él se ha encargado de explicar en su momento como “la estrategia del triángulo”: en un ángulo está todo lo que es trabajo de campo, el segundo ángulo son las radios locales, y el tercer ángulo son las redes sociales.

Durante todo este tiempo, Guzmán ha aparecido contadas veces intentando liderar momentáneamente algunas de las marchas convocadas por colectivos ante tema puntuales. Sus seguidores –que los tiene y no son pocos– justifican su presencia en el escenario político aduciendo que dicho partido cuenta con cuadros de gente sumamente preparada, brillante y capaz (no lo dudamos, seguramente deben serlo), y que no deberíamos dejarnos influenciar por “entrevistas pasadas” hechas a su líder. Pero sí debemos. Una de las razones del levantamiento del pueblo chileno ha sido el preocupante estado de endeudamiento de la población. Trabajan para sobrevivir luego de pagar las deudas por todo, incluyendo la educación. Y es la educación uno de los pilares del discurso de Guzmán en las elecciones de 2016 y aquí podemos ver qué nos ofrece (y que nos esperaría). En una entrevista con Juliana Oxenford, Guzmán explicó su plan “Crédito 100”, un programa dirigido desde el Estado pero viabilizado mediante la banca privada ¿cómo funciona? Es simple –explica Guzmán– sería la banca privada, las cajas municipales, las que otorgarían dichos créditos a los estudiantes, sin mayores trámites que la firma y la constancia de ingreso o matrícula. Estas instituciones privadas contarían con un fondo estatal de garantía de 400 millones de dólares: “El joven, con la carta de aceptación o con la de un aval –si fuera menor de edad- va a los bancos y estos le tienen que dar el crédito porque están respaldados por este fondo de garantía. Si es que el estudiante no paga, se va a INFOCORP, porque no hay nada gratis, tiene que asumir su responsabilidad. Un fondo de garantía se puede establecer en seis meses y las negociaciones con los bancos tienen que darse cuando uno está en campaña”, declaró en dicha entrevista de hace tres años.

Presentado por un sector de la prensa como un hombre preparado y que representa “una nueva forma de hacer política en el Perú”, Guzmán capitalizó desde el desconcierto que produce la imagen del tan esperado outsider. Pero su discurso está preparado para decirle al votante lo que este quiere oír sin siquiera pensar o refutar y cuestionar (apenas alguien cuestiona, inmediatamente sale algún moradito a decirte que tu ignorancia es tan grande que serías incapaz de entender la respuesta). Es salir motivado de la sesión morada convencido de que todo cambio es posible, de que todo es cuestión de energía, de que el sol saldrá tan sólo con desearlo, pero deseándolo con pasión. ¿Cuántos egresados de las universidades obtienen un trabajo inmediato en la profesión que han estudiado durante cinco años? En un escenario donde Guzmán fuera presidente y aplicara tan sólo ese famoso crédito para los estudiantes, tendríamos a un país joven –en referencia a los egresados de los centros de estudios- endeudado hasta el pescuezo y buscando trabajar de lo que sea para no entrar en la lista negra de INFOCORP y cerrarse así todas las puertas de acceso a un crédito para crecer o desarrollar empresa. Toda esa masa –porque en los discursos no existen las personas pero sí la estadística– estaría hipotecada apenas terminar la secundaria, por el resto de sus vidas.

Muchos deben conocer la historia de los reclutadores de vendedores de productos chinos: aparecen en escena vistiendo elegantemente y agitando unos tapetes de plástico en una mano, diciendo que ahí donde estás tú, estuvieron ellos hace muchos años. Que ahora tienen un yate anclado en la playa y que les ha costado mucho esfuerzo, cómo no, pero que ahora ellos quieren que tú también tengas un yate, que tú también te lo mereces, que solo es cuestión de imaginarlo porque la mente es poderosa y aunque afuera el sol te calcine los testículos, hay que salir a caminar para vender los tapetes de puerta en puerta y que si consigues que alguien más venda esos mismos tapetes entonces de esa venta ajena te caerá un billete y si esta otra persona consigue a alguien más entonces también de esa tercera persona te caerá alguito: y así crecerás. Esa parece ser la nueva forma de hacer política, pero ¿es esa la política que necesita el Perú? Yo creo que no. Y esto recién empieza.

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